Falla

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Gabriel me trajo a una mesa apartada, donde habían pocas personas buscando privacidad y la música no sonaba tan alta. Nos sentamos el uno al lado del otro, sonriendo cuando nuestras miradas se conectaron por breves instantes.

Una camarera nos trajo una botella de licor junto a dos vasitos por pedido de él y se marchó sin decir palabra alguna.

Me bebí de golpe el primer trago, tratando de calmar a mi corazón que galopaba con fuerza por alguna razón y disipando los nervios que en ese momento amenazaban con adueñarse de mí. No sé por qué me siento tan inquieta y nerviosa, en especial cuando el hombre junto a mí me mira con esa fijeza tan extraña.

—Bebe con calma —rompió el hielo, llenando mi vaso con total elegancia y tranquilidad—. Entonces, Margot, ¿qué puedes contarme de ti? —me miró de reojo, dejando la botella de whisky sobre la mesa—. ¿Estás casada?

Bajé la vista a mi mano y mi corazón se aceleró de más tras ver mi anillo de bodas rodeando mi dedo.

—Lo estaba —dije, volviendo a beber como si el alcohol se tratara de agua—. Lo estuve hace un tiempo.

Guardó silencio por largos segundos y asintió, recostando su espalda del espaldar sin dejar de observarme con atención. Su mirada me tenía muy intimidada, no lo voy a negar.

—¿Y tú? ¿Dónde está tu pareja?

—¿Mi pareja? —frunció el ceño—. Vaya, no sabía que tenía una pareja. Dime dónde está para ir a buscarla, porque en mi vida la he visto.

Solté una risita, abriendo la botella y sirviéndome esta vez yo misma mi trago.

—No tienes que negarla. Cuando nos tropezamos en la entrada ibas del brazo de una mujer. No hay nada más horrible que un hombre negando a su pareja para ligarse a otra.

—Primero que todo, ella no es mi pareja. Si lo fuera, créeme, no la traería a una discoteca para que pasemos el tiempo juntos y tampoco la negaría. Los hombres podemos tener amigas sin malos pensamientos de por medio. Y por último, no estoy tratando de ligarme a nadie.

—Solo pensé que era tu pareja porque venía contigo.

—Soy soltero, muy soltero —dejó en claro, bebiendo su trago de golpe—. Aquí la que está atada eres tú.

Sí, estoy atada a una vida miserable, solitaria y con pocos colores a mi alrededor. Estoy atada a esta vida, cuando lo que en realidad quiero es descansar e ir junto a mi esposo e hijo.

Bebí varios tragos de golpe sin decir palabra alguna. Me había sentido bien una parte de la noche, había olvidado por unos instantes y hasta quise creerme que podía ser diferente cuando las personas estaban a mi alrededor y me hacían que hacía parte de ellos y no como una mujer incompleta, que esta pesadilla que vivo a diario no es más que un mal sueño. Pero ahí estaba de nuevo, dejándome gobernar por mis temores y los recuerdos.

—Deberías parar, ¿no crees? —me quitó la botella—. En lo que yo me bebí un solo trago, tú te bebiste cinco. ¿Eres alcohólica?

—No —bajé la mirada e hice el intento de levantarme e irme, pero me detuvo por el brazo—. Creo que fue un error haber aceptado beber contigo. Es claro que tú buscas con quién pasar la noche y yo solo busco tranquilidad...

—Si buscara con quién pasar la noche, no te habría invitado a ti sino a otro tipo de mujer —acercó su mano a mi rostro y limpió con delicadeza la lágrima que se deslizó por mi mejilla—. Supongo que estás así por tu esposo, ¿verdad? Es decir, están separados, pero todavía se aman. O solo estoy suponiendo y nunca se han divorciado y están pasando por un mal momento. ¿Sabes? Me han dicho que soy buen consejero.

—Y también un chismoso. No te pedí tu opinión, ¿o sí? No tienes derecho alguno para hablar sobre lo que no sabes —respondí a la defensiva.

—Bueno, realmente esto no salió como lo tenía en mente —resopló—. No me quiero meter en tu vida, ni nada de esas cosas. La verdad me tiene sin cuidado, pero te invité y aceptaste sin titubear aun cuando eres casada y amas a tu esposo. Nunca he hablado mal de una mujer y jamás lo haré, pero que le hayas aceptado la invitación a un tipo que claramente tenía segundas intenciones, da mucho que pensar. No te hagas la que no sabes nada, si desde que nos tropezamos, te diste cuenta que puse toda mi atención en ti.

Mi mano se movió por sí sola a su mejilla, tomándolo por sorpresa. Mi corazón latía apresurado y todo mi cuerpo temblaba sin control. Sentía las lágrimas al borde de mis ojos y no precisamente porque me dijera que soy una mujer fácil, sino por hablar cosas que no sabe y se cree con el poder de hacerlo. 

—¿Por qué me golpeas, loca?

—No vuelvas a meterte en donde nadie te ha llamado.

—Por lo visto, la verdad te dolió más de lo que quieres ver y aceptar.

—¡Tú no sabes nada de mí ni de mi vida, así que cállate y no hables babosadas! —exploté, llamando la atención de las personas a nuestro alrededor por lo fuerte que grité—. ¡No eres más que un cínico que busca llevarse a la más tonta a la cama!

—Pero siempre me topo con las más locas.

Volví a levantar la mano, pero fue más rápido y la sujetó con firmeza, acercándome a su cuerpo y mirándome con una intensidad que terminaba de descolocarme. Me sentía indefensa y que el hombre frente a mí había usado un filoso cuchillo para abrir mi herida un poco más si es que es posible.

—No voy a permitir que me golpees cada vez que quieras o porque te di justo en el clavo. No tengo la culpa de que hayas aceptado y tu moralidad saliera a flote después —murmuró cerca de mi rostro—  No hay nada más horrible que una persona queriendo señalar a otra sin verse primero en un maldito espejo. ¿Por qué aceptas salir con desconocidos si eres mujer ajena?

Él no está diciendo nada que no sea cierto. Es mi culpa, por dejarme llevar por lo que hace muchísimo no me hacían sentir con tan solo una mirada. No debí permitir que esos sentires actuaran por mí y me hiciera hacer cosas de las que me iba a arrepentir a la larga.

—Que hipócrita eres —me soltó, dándome una mirada furiosa—. Espero que el amor a tu esposo perdure y no fallezca con la presencia de otro —dio media vuelta y se marchó, terminando de romper lo poco que quedaba de mí.

Sus palabras fueron tan duras, pero tan acertadas. Jamás dejaría de amar a Gonzalo, él será siempre mi único amor. Pero hoy por primera vez le fallé, porque sentí cosas que solo él provocaba. Ese lugar es solo suyo y yo le fallé al darle entrada a otro...

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