El beso que nos dimos fue desde lo arrebatado y torpe, hasta lo suave y profundo. Nuestros labios se acariciaron como hace mucho no lo hacían, disfrutando del contacto apasionado.En medio de esa alocada forma de besarnos, la ropa empezó a estorbar. Mis manos se movieron por sí solas al igual que las suyas, quedándonos piel a piel para poder palpar la carne del otro sin obstáculo alguno.
Los besos subieron de intensidad, así como las caricias y nuestras respiraciones. En ese instante donde solo existíamos los dos y no habia nadie que nos pudiera frenar, la calma y la ansiedad nos estaba jugando una mala pasada. Queremos ir tan lento como podamos, disfrutar de la piel y del calor del otro, pero esa necesidad que tenemos de consumirnos por completo luego de tanto tiempo sin fundirnos en los brazos del otro, no nos permite ir a paso lento. Deseo ser devorada con esa pasión y ternura que siempre lo ha hecho.
Y en esa expresión tan sensual, en la forma en que respira agitado y araña mi piel con sus uñas, puedo darme cuenta de que también desea lo mismo que yo.
—Te extrañé tanto —murmuró sobre mi boca, mordisqueando con suavidad mi labio inferior—. No era suficiente tenerte en el pensamiento.
Descendió sus labios por mi cuello, cobijando mis senos en sus grandes y cálidas manos. Masajeó suavemente mientras sus labios recorrían mi cuello y parte de mi hombro, haciéndome estremecer ante la sutil caricia de su lengua por mi piel.
Apoyé las manos sobre la barra y me abrí un poco más de piernas, ansiando el roce violento de su hombría en mis adentros. Podía sentir su dureza en mis muslos y como iba creciendo conforme me llenaba de caricias.
Sus labios hicieron un largo y lento recorrido desde el centro de mi pecho, deteniéndose por breves instantes en mis senos y dándoles la atención que tanto requerían, haciéndome temblar y gemir de goce. Se detuvo en mi ombligo, dejando un dulce beso en mi pequeño vientre, hasta que llegó al medio de mis piernas, hundiéndose entre ellas y tocando mi sensibilidad de una manera que nubló mi razón e hizo crecer todo el fuego que latía con fuerza en mi interior.
Barrió con su lengua toda la humedad que había entre mis piernas, deslizándola con lentitud y precisión entre mis labios inferiores sin llegar a adentrarse en mí. Jugó con mi clítoris, realizando círculos con la punta de su lengua y atrapándolo entre sus labios, haciéndome retorcer de placer bajo su exquisito poder.
Nuestras miradas se cruzaron en el mismo instante en que se sumergió en mis adentros, moviendo su lengua con una fiereza que me hizo virar los ojos y me arrancó un fuerte gemido. No sabía si era el tiempo que había pasado o las ganas que fluían en mi ser, que era como si sintiera un remolino entre mis piernas. La presión y la humedad era excesiva, no podía dejar de mover mis caderas contra su rostro, exigiendo más de lo que me estaba ofreciendo.
Mientras me comía como nunca lo había hecho y con un hambre tan voraz, pellizcó mis pezones, agudizando ese remolino de sentires en mi vientre bajo. Su boca y sus manos tienen un poder único, capaz de hacerme olvidar hasta de mi nombre.
Me aferré de su cabello, sintiendo que en cualquier momento desfallecería ante la fiereza de su boca y la presión de su lengua en mis adentros. Era un mar de gemidos y temblores, ansiosa de seguir experimentando ese torrente de placer que atravesaba todo mi ser. Las corrientes que me tenían presa entre sus ardientes labios me tenían al borde del colapso. Ese fuego que había en mi interior se hacía más intenso, atizado por las sublimes caricias que Gabriel dejaba entre mis piernas con su deliciosa boca.
La presión, las corrientes, la sensibilidad, las ganas que habían sido cerradas en una cajita y hoy al fin las habían dejado escapar, explotaron con una fuerza que drenó todas mis energías. Me sostuve firmemente de su cabello, presionando su cabeza con mis muslos debido al mismo desfogue.
No tuve tiempo de tomar una sola bocanada de aire, cuando Gabriel ya se había adentrado en mi interior, de una manera y con una fuerza que prolongó mi orgasmo y encendió a todo dar las llamas que todavía se hallaban presentes en mi interior.
—Aquí es donde únicamente me siento completamente pleno —salió superficialmente de mi interior, antes de volverse a adentrar de un solo golpe en mí—. Te amo tanto, mi reina hermosa. No te vuelvas a apartar nunca más de mi lado.
—No lo haré nunca más —enrollé mis brazos alrededor de su cuello y lo besé, presa de los sentires que me dominaban.
Gabriel sujetó mi cadera con una mano y mi cabello con la otra, realizando movimientos lentos y profundos que provocaban temblores por todo mi cuerpo. No sé si era el grosor de su hombría, la presión y el movimiento que ejercía en mí o la posición en la que estábamos, que lo sentía más grande. Llegaba a una profundidad sorprendente, estremeciéndome de pies a cabeza y nublando toda mi razón.
Nuestras miradas hicieron una conexión que incrementó el éxtasis en nuestras pieles. Su mirada completamente oscura por el placer es exquisita y profunda, me provoca tanto con ella. Su expresión, cómo se muerde los labios, su mirada fija y penetrante, incluso esa forma de relamerse los labios con su lengua me produce espasmos y calienta mi interior. Mis hormonas se encuentran demasiado sensitivas, cada vez más encendidas por cada roce que deja en mí. Gabriel me seduce no solo con sus bonitas palabras, también lo hace con su forma de mirarme y de tocarme.
Lo besé con esa misma furia con la que arremetía en mi interior y mermó su fuerza, realizando movimientos profundos y ondeados que me estremecían segundo a segundo. Acaricié mi espalda con sus uñas y un tierno gemido escapó de su boca, ahogándose en la mía. Nos besamos por largos segundos, brindandonos caricias y palabras cargadas de pasión y ternura que nos hacía ir sin prisa alguna.
—¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? —inquirió en medio de la agitación.
—Me siento de maravilla...
—Perfecto —sonrió torcido, tomando mis muslos y abriéndome de piernas a más no poder—. Solo dime si te duele algo, ¿de acuerdo, mi cielo?
—No me duele nada. No te detengas —le pedí.
Volvió a arremeter con ahínco, mirando con total descaro y lujuria la forma en que entraba y salía de mí. Se sumergió en mis adentros sin cansarse, tocando aquellas zonas de mi cuerpo que tan sensibles se convierten cuando el placer está en su máximo apogeo. Me devoró como quiso, pasando de la rapidez y la violencia a la lentitud y profundidad, únicamente para prolongar el éxtasis de ambos.
Mi mente quedó en blanco en el mismo instante en que se hundió en mí y toda esa presión que se había acumulado en mis adentros explotó, lo que lo incentivó para aumentar su velocidad y su fuerza, alargando el placer que estaba a poco de hacerme perder la cordura.
Quizás fue la presión y la rudeza que ejercía en mí, sus dulces y adictivos labios apoderándose del poco aire que quedaba en mis pulmones, que cuando de mi boca escapó ese "Te amo", todo a nuestro alrededor desapareció. En ese momento tan fulminante, donde la sensibilidad es dueña de la razón y la pasión presa de todos los deseos de la carne, su voz fluyó como el viento, pero no quedó suspendida en el aire:
—Deseo como un maldito loco que seas mi dulce esposa —me presionó contra su cuerpo, temblando y con la respiración agitada—. Cásate conmigo.
Lo miré pasmada, pero sintiendo que mi corazón se saldría de mi pecho en cualquier instante. No sé si lo dijo por el momento que lo tenía sumergido en el placer o porque realmente desea unir su vida con la mía.
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Volver a empezar[✓]
RomanceLa vida en muchas ocasiones nos despliega diferentes caminos, llevándonos a un destino totalmente opuesto al que nos habíamos idealizado. Margot estaba en la mejor etapa de su vida, era feliz junto a su novio y futuro esposo, pero en un solo instant...