Nervios

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El doctor me realizó varios exámenes, entre ellos, una ecografía. Justo como la primera vez, esa emoción y alegría que me gobernó al escuchar el primer latido de mi bebé hizo que mi corazón estallara de felicidad y dicha. Me sentía la mujer más feliz de este mundo. Después de perder toda esperanza hace dos años, Dios me premiaba con un bello milagro, un hermoso ángel que ha llegado para salvarme y hacer de mí una mujer nueva y diferente.

Esta vez no quería perder el tiempo, ni quedarme con la noticia atravesada entre la boca y el corazón. Independientemente de que Gabriel y yo ya no estuviéramos juntos, él está en todo su derecho de saber que será padre. No sé cómo vaya a reaccionar, pero basándome en el deseo que siempre ha tenido de tener una familia, supongo que lo tomará bien. Puede que no formemos un hogar, ni estemos juntos para ver crecer a nuestro hijo, pero tendrá el bello fruto de nuestro amor. 

El doctor me sugirió tener bastante reposo y mucha precaución. Mi bebé está en excelente estado, creciendo sano y fuerte dentro de mí, pero no deja de ser un embarazo de alto riesgo. Tengo que estar en constante monitoreo, porque el mayor miedo es que mi cuerpo no pueda resistir el embarazo y sufra de un aborto espontáneo.

Soy consciente de que todo puede pasar, pero la ilusión y la emoción de tener a mi hijo entre mis brazos es más grande que cualquier miedo. Me he repetido una y mil veces que no debo ilusionarme de más, pero ¿cómo no hacerlo? Un bebé está creciendo dentro de mí, lo que es imposible porque me dijeron que no podía volver a quedar en embarazo. Mi hijo es un milagro, una bella bendición que llegó a iluminar mis días más oscuros. Es la prueba más ferviente de que para Dios no hay imposibles.

Con la noticia sorpresiva de mi bebé, mi madre me dijo que pasáramos el embarazo en la casa del lago de Marcus, pues allí estaré más cómoda que en la pequeña casa donde vivimos juntas. No le vi problema alguno, después de todo, mucho descanso y paz es lo que necesito para que no le suceda nada malo a mi hijo.

***

Me miré una vez más al espejo y me contemplé. Me veo radiante y me siento hermosa, como hace mucho no me sentía. Aunque mi vientre sigue luciendo plano, mi bebé está ahí, creciendo cada día más y más. 

—Te espero con ansias locas, mi ángel —acaricié mi vientre, sintiendo de nuevo esas ganas de llorar—. ¿Estás listo o lista para conocer a papá? Ahora no estamos en buenos términos, pero tengo la fe y la esperanza de que será un hombre feliz al saber de ti. 

Solté un profundo suspiro, antes de bajar mi blusa y salir de la casa. Aprovechando la mudanza de Katie y Keith, y sabiendo que él estará ayudándolos, voy a darle la noticia de que tendremos un hijo. Me siento muy nerviosa y ansiosa, pues sé que o tomará por sorpresa esta noticia tan importante y bella. 

Llegué a la casa de Keith, soltando un largo suspiro. Mis manos tiemblan y mi corazón se encuentra muy alterado en mi interior. Aunque en mi mente ya me había hecho toda la escena, lo cierto es que la realidad es muy diferente a la imaginación, más cuando me encuentro al hombre que tanto amo de sopetón. 

Gabriel se me quedó mirando con una caja en sus manos y los latidos de mi corazón fueron en aumento. Hace días no lo veo y sigue estando igual de guapo que siempre. Cada día se pone mejor este hombre, no sé qué diablos se hace para verse tan bien y sensual.

Bajé del auto con el corazón en la mano y un inmenso nudo en la garganta. Pensé que iba a pasar de mí como varias veces lo había hecho, pero se me acercó tanto, que el olor de su perfume me dio de llenó en los sentidos, adormeciéndolos por largos segundos. Estaba tan cerca de mí, pero a la vez tan lejos, que sentí ganas de llorar. Ahora entiendo por qué me encontraba tan cambiante de humor y ánimos, si es que en mí había un pequeño ángel que los estaba provocando. 

Anhelaba un fuerte abrazo y un dulce y apasionado beso de él, pero el mismo deseo y ensimismamiento, no me permitió moverme de mi lugar. Me quedé estática, con el corazón bombeando muy fuerte y sintiéndome diminuta ante sus ojos verdes que me veían con suma intensidad y profundidad. Hace muchísimo no me daba una mirada así de intensa, como queriendo decirme algo con ella. 

—Hola —rompió con el silencio, esbozando una pequeña sonrisa—. ¿Cómo estás? 

—Bien, ¿y tú? —carraspeé, completamente ida en mis pensamientos—. ¿Está Keith? 

Soltó una risita, asintiendo con la cabeza. Me sentía tan nerviosa al tenerlo de frente y tan cerca, que todo lo que había ensayado no salió de mi boca. Su mirada estaba logrando su propósito, que era confundirme y hechizarme. 

—¿Está adentro? ¿Vienes a ayudar? —inquirió. 

—Sí, a eso vine —asentí, tratando de buscar en mi interior las palabras—. Yo... iré a buscarlo. 

—Ten cuidado, ¿sí? Recuerda que no puedes hacer esfuerzos de más —dijo y siguió su camino en cuanto el novio de Katie apareció. 

Solté todo el aire que no sabía que estaba conteniendo y suspiré profundamente. Organicé mis pensamientos por un segundo y lo seguí de cerca, indecisa y muy nerviosa. Joder, en mi cabeza decirle que estaba embarazada era muy fácil, pero al tenerlo de frente, es una cuestión muy diferente. No sé cómo decirle que será padre.




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