Oportunidad

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Margot

He tratado de ser más fuerte que mis miedos e inseguridades, pero mientras exista una persona que siempre te haga dudar no solo de ti, sino también de los demás, no podré tenerme confianza en mí misma y confiar plenamente en el amor de Gabriel.

No sé si tomé la decisión correcta al pedirle un tiempo, pero he de confesar que sin su compañía he sentido que el mundo entero me cae encima. Gabriel se convirtió en mi soporte, en ese empuje que no tenía cuando no podía más, en la fuerza que necesitaba para no dejarme vencer por nada ni nadie. Desde que lo alejé por mis estúpidos temores, todo ha venido en picada.

Toda esa luz que había cubierto mi vida se esfumó desde ese momento en que le pedí tiempo. Por más que me diga a mí misma que no debo depender de él, Gabriel se convirtió en alguien muy importante para mí, es la base de mi progreso. Lo amo, pero el temor de perderlo o no ser suficiente no me permite avanzar. Ahora bien, cuando pensaba buscarlo y hablar con él, esa mujer avivó con más fuerza mi temor y me ha hecho pensar que yo no soy suficiente para él. No pensé que el interés fuese cierto, pues tenía entendido que estaba interesada en el mejor amigo de Gabriel.

Estos últimos días han sido un infierno. Los bellos colores que pintaban mis mañanas han empezado a perder su tono. He perdido el interés de seguir avanzando, porque ya no hay motivos para hacerlo. Me he vuelto a encerrar en esa zona de confort donde nadie puede llegar a mí para hacerme daño más que yo misma. Perdí el rumbo, cuando el camino que había encontrado se veía seguro y claro.

°°°

Desperté con sendo dolor de cabeza. Las náuseas estaban en la boca de mi estómago, así como ese amargo sabor del trago que bebí en la fiesta de cumpleaños de Anya.

Mi habitación se encontraba a oscuras, ni un solo rayo de luz se colaba por la ventana, y agradecía que así lo fuese porque mi alma no toleraba absolutamente nada.

Hice el intento de levantarme de la cama, pero el dolor en mi cabeza y un fuerte agarre en mi cintura me lo impidieron. Entré en pánico en menos de un segundo, mi corazón empezó a latir con una fuerza dolorosa, pensando en lo peor.

Golpeé y grité, tratando de alejarme de ese abrazo que se afianzó en mí y casi me robaba el aire.

—Quédate quieta, caramba —susurró, y todo mi cuerpo se congeló al reconocer su voz—. Quedémonos un poco más en la cama, ¿sí? Te extrañé mucho, cielo.

Cerré los ojos, sintiendo alivio en mi cuerpo y en mi corazón. Anoche bebí lo suficiente para no recordar ni cómo ni con quién llegué a casa, pero saber que se trata de Gabriel y no de otro hombre, me tranquiliza en demasía. Aun así, ¿qué hace él aquí? ¿Por qué está durmiendo a mi lado? ¿En qué momento me encontré con él? No entiendo nada, lo único que tengo claro es lo mucho que me hacían falta sus brazos y sus dulces por mi cuello.

—¿Eres un sueño? —murmuré, dejándome envolver entre sus fuertes brazos.

—Soy de carne y hueso.

—¿Qué se supone que haces aquí? ¿Cómo llegaste a mi cama?

—¿No recuerdas nada de anoche?

—No.

Me giró entre sus brazos y mi corazón se aceleró en cuanto nuestras miradas hicieron contacto y nuestras bocas quedaron muy cerca.

—Supongo que tampoco recuerdas todo lo que anoche me dijiste, ¿o sí?

—No sé ni cómo llegué a casa —me excusé.

—Ya veo —se alejó y se incorporó en la cama, dejándome vacía y con frío—. Entonces será mejor que me vaya.

—No, no te vayas —sostuve su brazo, impidiendo que se levantara de la cama—. Todavía no te vayas.

—Quedamos en hablar en la mañana, pero si no recuerdas nada de lo que me dijiste, ¿qué sentido tiene que me quede aquí?

—Solo no te vayas —lo abracé, sintiendo que estrujaban mi corazón.

Tardó un poco en corresponder mi abrazo, pero al final me envolvió con mucha más fuerza con la que yo lo abrazaba y dejó un beso en mi frente.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire y el tiempo parecía haberse congelado a nuestro alrededor. Permanecimos abrazados largos minutos en los que no dijimos nada, solo nos apretábamos al cuerpo del otro con más fuerza, como queriendo nunca soltarnos.

—Me haces mucha falta —confesé.

—Y tú a mí...

Levanté el rostro y busqué su mirada, encontrándome con esa mirada tan profunda y brillante que me conquistó. Ahora que está de vuelta no lo quiero soltar nunca más, pero todavía no me siento segura de mí misma.

—Estos últimos días me he dado cuenta de que te necesito mucho, que mis sentimientos por ti son verdaderos y que te amo más de lo que puedo imaginar, pero todavía siento muchos miedos. Estoy tratando de sacar de mi mente todo eso que me frena, pero esas piedras en mi camino están empeñadas en hacerme caer una y otra vez.

Soltó un profundo suspiro y dejó un último beso en mi frente, antes de alejarse un poco de mí. Mis manos temblaban y mi corazón latía con mucha fuerza, pues no esperaba esa reacción de su parte.

—¿Por qué no me permites quedarme y ayudarte? Sé que necesitas salir tú sola, pero si está en mí darte un pequeño empujón, créeme que así lo haré. Margot, comprendo muchas cosas que me dijiste y no estoy de acuerdo en algunas de tus acciones, no obstante, es así como aprendemos en esta vida. No sigas luchando tú sola contigo misma, lo único que estás haciendo es hacerte más daño. ¿Por qué dejaste de asistir al tratamiento? ¿Por qué te hieres tú misma? Yo te amo y deseo estar contigo, pero tienes que detenerte y empezar a ser consciente del daño que te haces y nos haces. Esa mujer puede cantar hasta misa, pero eso no quiere decir que tú debas creer en sus palabras. No permitas que nadie pase por encima de ti.

—Perdóname, Gabriel. Lo único que hago es hacerte daño cuando tú haces de todo para verme bien.

—Prométeme que no vas a permitir que nadie te haga caer. Eres fuerte, hermosa, única, valiente, perfecta. No necesitas ni de mí, porque sé que tú puedes, solo debes soltar esos miedos e inseguridades que te atan de pies y manos.

—Te lo prometo —sonreí tímidamente—. ¿Volverías a darme una nueva oportunidad?

—Todas las que quieras, pero vayamos con calma, ¿sí? Primero debes soltar los miedos, después confiar en ti y en mi amor, para llegar a darme la oportunidad de amarme y amarte sin que nadie se interponga entre nosotros.

—De acuerdo...

Me besó, robando toda palabra de mi boca. Extrañé tanto sus labios y  las suaves caricias que ellos me dejan. No podía pensar en nada más que en él y en cómo mi corazón cobraba fuerza en mi pecho. A su lado, las ganas de vivir, se hacen más intensas.

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