Estorbo

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La felicidad que siento día a día nadie me la puede arrancar tan fácilmente. No hay segundo del día que no me sienta la mujer más dichosa de este mundo. Todas las piezas de mi vida que creía sueltas y perdidas, están encajando una a una en su correspondiente lugar, haciéndome ver que todavía tengo mucho por vivir.

Hago el trabajo de mis sueños, mi madre ahora sonríe con mayor frecuencia y en su rostro ya no hay tanta preocupación como antes. Mi relación con Gabriel está en lo más alto de la montaña y mi hermano está siendo tan feliz como yo, ahora más sabiendo que pronto habrá un pequeño angelito siendo la luz de todos nosotros.

No deseo nada más en esta vida, todo lo que tengo es más que perfecto y merezco. Siento que tengo lo que deseo y no ambiciono más que seguir siendo feliz y amada, sentir esta paz que tanto necesitaba en mi corazón y seguir avanzando en la sanación de mis heridas.

Me he sentido nerviosa en los últimos días, puesto que Gabriel me dijo que me presentaría a su única familia el fin de semana. Su sobrina y su cuñado son las personas más importantes en su vida y no tengo ni la menor idea de lo que debo decirles, tal cual él lo hizo con mi madre. Es que ni siquiera sé sus nombres, pues Gabriel nunca me había hablado de ellos sino hasta ahora que quiere que los conozca.

Llevamos muy poco saliendo, más una parte de mí no cree que nos estemos precipitando. Quizás para unos sea muy prematuro, pero yo quiero a Gabriel por todo lo que ha hecho por mí y porque me ha demostrado día a día que sus sentimientos son buenos y transparentes.

—No olvides la reunión que tienes con la Srta. Wilson y Gabriel —me recordó Laia, sacándome de mi ensoñación.

—¡Verdad! Había olvidado por completo que tenía una reunión con ellos. Por Dios, ¿qué sería de mí si tú no estás? —dije, recogiendo todas mis cosas del escritorio mientras mi amiga y asistente reía por lo bajo.

—Solo estás muy enamorada.

—¿Muy? —enarqué una ceja, riendo—. Muy es poco.

—El amor es tan lindo, aunque nos haga vivir en las nubes —suspiró—. Anhelo que a mi vida llegue un hombre bueno y atractivo, que me haga suspirar sin estar presente y me haga sonreír cada vez que lo tenga en el pensamiento.

—Llegará y te hará muy feliz —colgué mi bolso al hombro y sonrió—. Es posible que no regrese, ya sabes que las reuniones con la Sra. Wilson se alargan un poco más de lo usual.

—No te preocupes, yo me encargo de cerrar y dejar todo en orden para mañana.

—Gracias —la abracé por breves instantes—. Cualquier cosa, llámame.

—Sí, jefa —bromeó.

°°°

Miré la hora en el reloj de mi muñeca y aceleré un poco el paso, sintiendo algo de vergüenza al llegar veinte minutos tarde a la reunión. Cuando Laia me avisó tenía el tiempo justo para llegar, pero había un tráfico terrible debido a un accidente.

Crucé las puertas del vestíbulo luego de registrarme en recepción y busqué entre las personas a Gabriel y la Sra. Wilson.

Sonreí al reconocer el abrigo de mi novio y me acerqué a ellos, pero me congelé al ver que ella tenía una de sus manos sobre las de él, muy cerca de su cuerpo y riendo por algo que decía.

Me acerqué a paso lento, sintiendo una ola de calor en mi pecho. Mi corazón se aceleró y no entendía por qué, pero ahí estaba sintiendo como un mal sentimiento me gobernaba y me hacía despertar todos los miedos que tanto me costaron dejar atrás.

Los celos, las inseguridades y cientos de malos pensamientos se apoderaron de todo mi ser en cuanto la vi a ella aproximarse un poco más a su rostro y casi dejar un beso en sus labios, de no haber sido porque Gabriel corrió el rostro.

Nuestras miradas se encontraron justo en ese momento donde creía que mi corazón se iba a quebrar en cientos de pedazos y se alejó de la mujer de un solo movimiento, poniéndose de pie e indeciso de acercarse a mí.

—Buenas tardes —dije con una calma que no sentía, queriendo salir corriendo y enterrar ese miedo tres metros bajo tierra—. Lamento llegar tarde.

—Llegas justo a tiempo —la mujer se acomodó en su lugar, esbozando una sonrisa que aparentaba ser amigable—. Toma asiento, linda.

Me senté, ignorando el saludo de Gabriel y su insistente mirada, pues podía sentir como sus ojos quemaban mi piel.

Quiero creer que esta mujer intuye que nosotros tenemos una relación, pues siempre nos ha visto interactuar de manera más íntima, aunque por profesionalismo y cuestiones de trabajo, no hemos dicho que somos pareja.

—Margot... —sentí su mano sobre la mía y la aparté, sonriendo tan falsamente como ella.

—Tengo otro compromiso que atender, por lo que le pido que sea breve, Sra. Wilson —mentí, sacando del interior de mi bolso mi libreta de anotaciones.

La Sra. Wilson tomó la palabra, mientras Gabriel y yo permanecíamos en completo silencio, dándonos miradas de soslayo y tomando notas de lo que ella decía o los cambios que quería hacer de último momento.

No quería estar allí, me sentía incómoda y que en cualquier instante me iba a poner a llorar. Esas inseguridades me susurraban al oído una y otra vez que yo no era mujer suficiente para un hombre como él, que merecía no solo tener una persona libre de problemas, sino hermosa y refinada como ella. Cada segundo me sentía menos, que no era importante y que el hombre que estaba queriendo con todas las fuerzas de mi ser, solo estaba jugando conmigo.

Ese ánimo y esa emoción se esfumaron de mis pensamientos y de mi corazón. Me sentía pasmada, pero a la vez tonta de creer que yo tenía una oportunidad en la vida para volver a ser feliz. Una parte de mí sabía que esto no iba a durar para siempre y que era cuestión de tiempo para que Gabriel abriera los ojos y su gusto por mí se pasara.

—Son solamente esos tres cambios, de resto, me está gustando mucho el trabajo que están haciendo. Ustedes dos juntos son un grandioso equipo —la mujer sonrió.

—En este momento no puedo viajar porque debo estar al frente de la empresa.

—Yo voy sola, no tiene que preocuparse de nada, Sr. Mackenzie —la formalidad con la que me dirigí hacia él, los tomó por sorpresa—. Mañana mismo partiré y me haré cargo de que se hagan los cambios.

—Hablaré con Keith y le diré que debo ir a Toronto...

—¿No confía en mi trabajo? —pregunté a la defensiva.

—Por supuesto que confío en ti y en tu trabajo, Mago, pero no puedes ir tú sola.

—¿Y por qué no puedo ir sola?

El silencio que se formó entre los tres fue denso, cargado de un evidente reclamo. La rabia y los celos hervían en mi interior como lava.

—Bueno, no discutan. Si no puedes ir a Toronto, permite que Margot vaya sola y se haga cargo, después de todo, confío en ella y en sus capacidades.

Tomé una larga respiración para no soltar todo lo que tenía en la punta de la lengua. Aparte de que los celos me tenían dominada, intentaba controlar las ganas de borrar esa sonrisa suficiente y crecida del rostro.

—Y obtendrá los mejores resultados al final, eso se lo aseguro —dije, conteniendo la ira—. Ahora debo irme. Les estaré avisando cómo va marchando el trabajo.

—Déjame llevarte...

—¿Podrías llevarme al hotel, Gabriel? El auto lo dejé en Toronto y no tengo cómo movilizarme.

Miré a Gabriel fijamente y sonreí al ver que estaba contra la espada y la pared y sin saber qué decir. Desde un comienzo ellos siempre han mostrado gran cercanía y él me aseguró que nunca han tenido absolutamente nada, solo una buena relación laboral. Pero ahora ya no sé qué creer.

—Lleve a la Sra. Wilson al hotel, yo puedo irme sola. Permiso —antes de que pudiera rebatir mis palabras, me levanté de mi lugar y me marché, sintiendo que era un estorbo entre ellos.

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