Catástrofe

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Desde la segunda planta, en el reservado de la discoteca, se podía apreciar toda la pista de baile incluyendo la barra. Desde que subimos y nos enfrascamos en celebrar la despedida de soltera de Anahí, no he podido dejar de observar hacia abajo, pero luego de una hora viendo al hombre de ojos verdes hablar con la mujer, se fueron juntos, lo que me dejó clarísimo que, estaban saliendo o eran pareja.

Intenté sonreír y hacer de cuenta que nada estaba pasando conmigo, pero mi cabeza estaba hecha un lío y no entendía por qué razón. Quizás me molestaba el coqueteo descarado de ese hombre frente a su novia o su ligue, que me sentía como una reverenda estúpida pensando en las mil formas que deseaba patearle el trasero por perro. No debería estar pensando en algo que no tiene ni forma ni color ni mucho menos es relevante en mi vida, aun así, mis ojos se desviaban por sí solos a la barra, queriendo encontrar con la mirada a ese hombre tan desvergonzado e infeliz.

Me tomé un trago más bajo la atenta mirada de mi madre y le di un guiño para tranquilizarla, después de todo, sabía que no podía abusar ni excederme con el licor o podría perjudicial mi salud.

—¡Llegó el stripper! —gritó Anya, llevando a su hermana de la mano hacia una silla y reí por lo bajo, acomodándome mejor en mi lugar para ver todo el espectáculo—. Relájate, disfruta y si te calientas, recuerda que ese macho inyectado de seducción, perfección y pasión no es tu Marcus, ¿entendido?

—No seas tonta, Anya.

—Solo lo digo por si las moscas.

Soltó una carcajada junto con nosotras, quienes veíamos divertidas a Anahí por el intenso color rojo de sus mejillas.

Las luces del reservado se atenuaron tanto que el lugar quedó a oscuras mientras una canción suave, pero sensual empezaba a sonar de fondo. Anahí se quedó sentada, como todas nosotras, expectantes a la entrada del stripper.

Una luz roja contra el cuerpo del stripper, cual león hambriento, caminó lento y con sensualidad hacia Anahí. Los gritos, los aplausos y los comentarios subidos de tono no se hicieron esperar.

Debía reconocer que el hombre tenía un cuerpo brutal, bastante grande y fornido. Y para mayor exaltación femenina, su rostro era tan bello y su sonrisa tan lobuna que dejaba en claro que existía el pecado en la tierra.

Empezó a mover su cadera lentamente y a caminar a su alrededor, provocando que todas lo viéramos fascinadas con su sexi baile que se prolongó por varios minutos. Anahí soltó un fuerte grito cuando el hombre la levantó entre sus brazos y empezó a frotar todo su cuerpo contra el de ella, quién solo reía con el rostro enrojecido y trataba de separarse de él.

—Oh, por Dios —mi madre reía sin apartar la mirada del hombre y su baile erótico.

—Yo necesito que un hombre así me sobe bien duro y me haga unos cuentos desajustes.

El comentario de Anya nos hizo reír, pero le dimos la razón cuando le dio vuelta a su hermana y la doblegó por completo a su merced, serpenteando la cadera de adelante hacia atrás, como si estuviera en pleno acto y estuviera entrando tan profundo como lento en ella. La posición además de erótica, era demasiado sucia y las chicas a mi alrededor no dejaban de gritar mientras el hombre daba lo mejor de sí.

Entre la euforia y la excitación del baile, los tragos empezaron a ir en aumento y me vi bebiendo más de lo que debería. Mi madre se veía feliz y yo lo era por igual, riendo y gritando como hace mucho no la hacía. El alcohol estaba cumpliendo con su deber, me hacía sentir libre de dolor y de culpa, me hacía olvidar de las penas y de todo lo que había sufrido para seguir hoy en pie. Revivió esa Margot que hace dos años murió junto con su esposo y su hijo, pero que seguía luchando en la tierra.

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