Despecho

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Gabriel

No sé desde cuándo ese deseo de tener una linda esposa y una enorme familia nació en lo más profundo de mi corazón, quizás fue cuando mi hermana se casó con mi mejor amigo y fueron tan felices o cuando vi a mi hermosa sobrina nacer, que los deseos se hicieron presentes.

Lo cierto es que ninguna mujer hizo arder ese deseo en mi interior como Margot sí lo despertó con tanta fuerza. Ella me ha hecho pensar en una vida a su lado, me ha hecho imaginar cómo seríamos estando día y noche en brazos del otro. Me ha hecho hasta soñar con hijos, aunque tengo clarísimo y soy consciente de que ella no puede tenerlos. Pero a mí no me importa, sería feliz y dichoso con poder amarla hasta que el corazón me deje de funcionar.

Me enamoré sin reservas de una mujer con el alma rota y el corazón muerto, pero poco a poco entré en su vida, suponiendo que con mi amor era más que suficiente para salir de esa tristeza que la corroía. Pensé que lo estaba haciendo bien y que había logrado remendar su corazón, sanar sus heridas y darle un poco de esperanza a su alma, pero que equivocado me encontraba.

Cuando pensé que todo era color rosa y que me amaba tanto como yo a ella, osa romper mis ilusiones y hacer añicos mi corazón al alejarse una vez más de mí. No quería soltarla, porque sentía en mi corazón que nunca más podría alcanzarla, pero ella necesita su espacio y dejar atrás sus miedos e inseguridades por ella misma. No puedo hacer más que respetar su decisión, más no me gustó que lo nuestro terminara de esta manera.

Han pasado casi dos semanas desde la última vez que la vi y, aunque he querido acercarme, cada vez que estoy cerca de ella, voy a su casa o intento no dejarme pillar cuando está en el trabajo, prefiero no romper mi promesa, además de que la he visto salir más a menudo con su asistente y con varias de sus amigas. También ha vuelto a ir al cementerio y la he visto llorar por largos minutos, deseando abrazarla y borrar las lágrimas de su hermoso rostro con mis besos.

Su lejanía me duele, pero más me duele no poder acercarme porque todo indica que sí necesitaba estar lejos de mí para encontrar su camino y hallarse a sí misma. Supongo que, a fin de cuentas, yo no soy el indicado en su camino.

Decepcionado, cabizbajo y con una punzada incómoda y dolorosa en el pecho, bebí la siguiente cerveza de la noche, escuchando hablar a Keith y toda la situación que está atravesando con su bello ángel negro.

—¿Soy muy egoísta si voy por ella y la traigo conmigo? Deseo que cumpla todos sus sueños, pero también la quiero tener aquí a mi lado. ¿Qué debo hacer, Gabriel? Dime lo que debo hacer para no enloquecer.

—Sé un hombre egoísta y ve por ella —aconsejé, también dándome ese aliento a mí mismo—. La amas y mereces ser feliz, ¿no? ¡Al carajo sus sueños y que decida alejarse! ¿Dónde se supone que quedan los tuyos?

—Eso no me decías hace unos días. Me dijiste que la esperara si la amaba de verdad, que ella tenía el derecho de vivir sus sueños.

—Y lo tiene, pero ¿y tú dónde te quedas? ¿Eres feliz teniéndola tan lejos y cerca a la vez? ¿Por qué ella debe cumplir sus sueños y tú tienes que esperar a que decida volver? ¿Y si pasa el tiempo y conoce a otro hombre? ¿Por qué carajos todo tiene que terminar para surgir en la vida? ¡Son una pareja! ¿Acaso no hay sueños y metas en conjunto, aparte de las personales? ¿Por qué te mortificas la cabeza y el corazón, pensando que no va a regresar a tus brazos?

Mi mejor amigo me miró por breves instantes, antes de darse un largo trago a su cerveza. Quisiera poder desahogar mis penas con él y escuchar su consejo, pero en este momento Keith tiene la cabeza puesta en una chiquilla que llegó para sacarlo de ese pozo oscuro y profundo en el que se había sumido luego de la muerte de Elena.

Mientras él sufre porque su novia está a cientos de kilómetros de distancia de él y no puede vivir su amor, yo lo hago por Margot y el hecho de haberme apartado cuando más enamorado me sentía.

—No me presentaste a la mujer misteriosa y que te ha mantenido con la mente bastante ocupada —cambió de tema, después de permanecer largos minutos en silencio.

—Ya sabes, solo fue algo pasajero —mentí, encogiéndome de hombros.

—Te veías emocionado y feliz de presentarla.

—No hay nada, Keith —resolví, fastidiado—. Retomando el punto importante aquí, deja el miedo atrás y llama a Mel. Ella es una chica bastante madura, que ya tomó su decisión y solo quiere compartirla contigo. Escúchala, así pierdas o ganes, toma el riesgo. Si decidió quedarse, tienes dos opciones; terminar la relación o amarse a la distancia.

—Tengo miedo de escuchar su decisión. Si ella decide quedarse, no sé qué hacer con todo el amor que siento por ella. Pensé que nunca volvería a amar de esta manera, pero ese bello ángel negro llegó a mi camino porque así lo quiso el destino, demostrándome que el amor puede darse en cualquier instante y sin necesidad de estarlo buscando. No quiero y tampoco deseo perderla, pero si decide quedarse a vivir sus sueños, respetaré su decisión así me duela hasta el alma —se tomó el resto de su cerveza y pidió otra ronda, observando en la pantalla de su teléfono una foto de ella y él juntos.

Ambos estamos en un dilema que parece no tener salida. Keith tiene más ventaja que yo, pues Melanie ama con locura a mi mejor amigo. En cambio, yo no sé lo que Margot siente por mí, si soy importante para ella, si me extraña tanto como yo lo hago o por lo menos me ha tenido en el pensamiento. Con ella me siento a la deriva, no sé qué esperar porque siempre me sorprende con algo totalmente diferente y que me hace pensar.

Espero que pueda aclarar su mente y su corazón, pero sobre todo, espero que pueda sanar para siempre, pues merece que amar y ser amada de pies a cabeza. No importa si vive ese amor con otro hombre, lo único que deseo es que sea la mujer más feliz de este mundo, dejando de lado todo temor e inseguridad.

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