El beso se intensificó y se prolongó hasta que nos quedamos sin aliento. Nos separamos con la respiración agitada y nos miramos por unos segundos, antes de volver a fundirnos en un beso mucho más fogoso y largo que el anterior.
Sus labios me saben a la mismísima gloria. He imaginado sus besos de muchas formas, pero la realidad no se puede comparar ni un poco con lo imaginario. Sentir la suavidad y carnosidad de sus labios, uniéndose con los míos en una danza violenta y apresurada, no se puede describir con palabras. Todo lo que Gabriel revoluciona en mí con un solo beso, nadie lo ha podido despertar jamás.
Un suspiro escapó de mis labios, perdiéndose entre los suyos. Me hacía falta aire en los pulmones, pero esa parte de mí que tanto deseaba esto, no tenía intención alguna de separarse de su boca. Todo lo contrario, mis labios exigían cada segundo por más de los suyos.
Acarició con la yema de sus dedos mi cuello, deslizándolos con suma suavidad hacia mi oído y provocando que toda mi piel se erizara. Sentía que flotaba en lo más alto del cielo, cada vez más embriagada por el dulce sabor de sus labios y la tierna e incandescente caricia de sus manos.
Mi mente se fue por completo en blanco. Jamás había besado con tanto frenesí a alguien, como queriendo robarle hasta la última gota de aliento. Me perdí por completo en todas las sensaciones que corrían por mi ser ante ese beso que me sabía a manjar de dioses.
Se separó un poco de mis labios y exhalé profundamente, agitada por ese beso tan arrebatado, pero con muchas ganas de seguir suspirando en su boca.
—Tenemos que detenernos —susurró, descansando su cabeza de la mía y cerró los ojos con fuerza—. Me encantas y ahora mismo quisiera seguir besándote hasta que mis labios se desgasten, además de eso, quisiera recorrer cada parte de tu piel y deleitarme con tu sabor, pero no es conveniente para ninguno de los dos que nos dejemos llevar por la calentura del momento y arruinemos todo lo que hemos avanzado. Quiero besarte y que me correspondas con esta misma intensidad cuando estemos sobrios —me miró y acarició mis labios, esbozando una sonrisa muy sensual—. Tus besos saben mucho mejor de lo que pude imaginar.
—Tienes razón, pero...
Cortó con el poco espacio que nos separaba y volvió al ataque con sus labios, silenciando mis palabras y esta vez besándome mucho más pausado y lento. Su lengua acarició la mía con una suavidad que me desarmó por completo.
Lo abracé por el cuello y lo acerqué un poco más a mí si es posible, depositando mis deseos y mis emociones en sus dulces y ardientes labios. Acaricié su piel, así mismo como él iba acariciando la mía conforme el beso se intensificaba y se hacía más profundo.
Nos dejamos llevar tanto, que nos desconectamos del mundo y nos dedicamos a besarnos y acariciarnos con una lentitud ansiosa que amenazaba mis nervios y me tenía suspirando por lo alto.
Sus manos, algo cohibidas, recorrieron mi cuerpo con una suavidad que me encendió de sobremanera y de momento no pude sentir nada más que una gran oleada de calor concentrarse en zonas de mi ser que creían muertas. Esas corrientes que me atravesaban entera y se iban acumulando más abajo de mi ombligo, se transformó en una intensa presión que me producía cosquillas y espasmos.
Gabriel mordió mi labio inferior y un fuerte gemido escapó de mi boca, haciéndolo perder por completo el control. Sentí su mano deslizándose desde mi cuello y por el valle de mis senos, guiándola muy lentamente hasta mi vientre y más abajo de este.
Temblé y gemí cuando sentí el roce de su mano en esa zona tan sensible de mi cuerpo y las cosquillas que me dominaron se hicieron tan dolorosas como placenteras. Tan solo fue un sutil roce con su mano, pero fue suficiente para que todo mi ser se tensara, aclamando por más.
Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que un par de manos diferentes a las mías acariciaron mi cuerpo con esa delicadeza tan avasallante. Hace mucho no sentía ese fuego recorriendo por todo mi ser, haciéndose cada vez más intenso.
—Te deseo tanto, Margot —murmuró, atrapando mi labio inferior entre sus dientes y presionando su mano entre el medio de mis piernas.
Gemí sin poder contener mi voz. El calor era tan intenso y abrumador, que no me permitía pensar con claridad. Sus besos son una bendita droga, capaces de nublar mis sentidos y adormecer mi mente. No puedo creer que le esté permitiendo tocarme de esta manera, en medio de un auto y en plena vía pública sin temor de nada, ni siquiera a que nos descubran. No sé qué diablos estoy haciendo, lo único que tengo claro, es lo mucho que me está gustando su toque descarado y sus húmedos besos.
Cada segundo que va pasando, siento como la vida y toda esa emoción que perdí hace tiempo atrás, regresa a mí con la fuerza de un huracán.
Gabriel descendió una de sus manos por mi muslo, un toque suave y más pronunciado que me despertó de un solo golpe de mi embelesamiento.
Aparté su mano a centímetros de que tocara la prótesis, tomándolo por sorpresa con mi repentina acción. Cerré los ojos con fuerza, tratando de serenar mi desfogado corazón y normalizar mi respiración, pues sentía que el aire me hacía falta.
Puede que le guste mucho, que sienta deseos por mí y que tenga grandes ganas de llevarme a la cama, pero ¿qué pasaría si me viera desnuda? ¿Qué expresión pondría cuando se dé cuenta de que no soy una persona completa? Odiaría sentirme menos que otras, porque no hay que ser un adivino para saber que por su cedazo han pasado infinidad de mujeres.
No soportaría el desprecio o el asco en su mirada, sobre todo, no soportaría que me viera con pena y lástima. Los miedos e inseguridades que surgieron a raíz del accidente me atacaron en el momento que más viva me sentía, cuando al fin me había permitido dar un paso y vivir una experiencia nueva y que me hiciera salir de tanto dolor.
Siempre que me veía al espejo, observaba a una mujer fuerte, hermosa, completa, llena de vida e ilusiones, aguerrida y muy dispuesta a comerse el mundo de un solo mordisco, pero hace dos años esa mujer murió. Ahora lo que veo de mí es una mujer llena de miedos e inseguridades, que se cohíbe en muchos aspectos y se niega rotundamente a ser feliz. La falta de mi pierna me hace sentir compleja, que nadie me querrá de esta manera y que únicamente se acercarán a mí por lástima y pesar.
Presa del miedo y todas esas sensaciones tan maravillosas que aún seguían presentes en mi sistema, estallé en llanto, cubriéndome el rostro con ambas manos.
Odio sentirme de esta manera tan horrible. Puedo afrontar la pérdida de mi esposo y mi bebé, ir aceptando con el paso del tiempo que ellos nunca más van a estar a mi lado, pero mi pierna es algo que nunca me voy a acostumbrar de no tener. Perder una parte de ti, algo que es esencial para mantenerte firme en la tierra, es un hecho difícil de procesar y aceptar.
—¿Qué pasa? ¿Hice algo mal? ¿Te hice daño? —en su mirada había genuina preocupación—. Perdóname, Margot. Bueno, esta vez no tengo perdón ni de Dios, pero es que yo pensé que... —soltó un gran suspiro, llevándose las manos a su cabello—. Lo siento. No debí tocarte ni besarte sin primero preguntar si era lo que deseabas —tomó mis manos entre las suyas y las acercó a su boca, tratando de encontrar en mi mirada una respuesta de mí actuar—. No llores más, por favor. Dime qué hice de mal para remediarlo.
—Tú no hiciste nada malo, todo lo contrario, contigo he disfrutado como nunca. Aquí la única que tiene el problema soy yo. Soy yo la que nunca estará completa para ti ni para nadie...
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Volver a empezar[✓]
RomanceLa vida en muchas ocasiones nos despliega diferentes caminos, llevándonos a un destino totalmente opuesto al que nos habíamos idealizado. Margot estaba en la mejor etapa de su vida, era feliz junto a su novio y futuro esposo, pero en un solo instant...