Norte

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Las palabras que me dijo mi madre me emocionaron de sobremanera. Siempre ha sido una mujer muy sabía, alguien que parece tener un detector de buenas y malas personas, pues siempre me dice lo que piensa de ellas desde la primera impresión.

Para mi madre Gabriel es un buen hombre, alguien risueño y agradable, de buen corazón y sentimientos, una persona que llegó a darle color a mi oscura y descolorida vida. Le cae muy bien, me lo ha dicho bastante desde que lo conoció.

Quería decirle todo lo que ese hombre me había hecho sentir en tan poco tiempo, pero el timbre de la casa sonó, avisando su llegada. Mi corazón latió furioso y emocionado, pues cada vez que siente su presencia cerca de mí, se enloquece.

Con una sonrisa emocionada y el corazón latiendo cada vez más rápido, me apresuré a abrirle la puerta. En cuanto estuvimos frente a frente y nuestras miradas se encontraron, todo a mi alrededor se esfumó. Solo éramos los dos, algo que me dejó en claro mis sentimientos y todavía me cuesta aceptar. Y no por miedo, sino por el poco tiempo que llevamos saliendo. Es difícil creerte enamorado de otra persona en cuestión de algunos meses.

No sé lo que siento por Gabriel, pero todos esos sentimientos que bullían en mi pecho con gran fuerza, me llevaron a aferrarme de su cuello y darle un beso que lo tomó por sorpresa, pero que correspondió casi al instante.

Sus manos fueron a mis caderas y me acercó todavía más a su cuerpo, rozando su lengua con toda la mala intención de provocarme y despertar en mí todos esos deseos que me han hecho hervir la piel durante largas noches. Desde aquel día que me besó la piel y acarició mis zonas más sensibles, me dejó con el deseo ardiendo de ansiedad y ganas.

Nos separamos lentamente, agitados y con la respiración trabajosa.

—¿Y este recibimiento tan delicioso a qué se debe? —inquirió, rozando sus labios brevemente con los míos.

—Es imposible resistirme a tus labios. Además, besarte es lo que más quiero, así que, ¿por qué no hacerlo cuando yo quiera?

—¿En serio?

—Sí —atrapé su labio inferior y lo estiré tan solo un poco—. Tienes unos labios muy lindos y suaves.

Sonrió, antes de tomarme de la nuca y profundizar un beso que me dejó sin aliento.

—Mamá sabe de nuestra relación —dije en cuanto nos separamos.

—¿Me estás hablando en serio? Me dijiste que querías tomarte un tiempo para decirle a tu familia de lo nuestro cuando fuera el momento indicado.

—El momento indicado solo llegó, incluso ella ya intuía que nos estamos dando una oportunidad.

No dijo nada, solamente me dio otro beso mucho más profundo que el anterior. Si sigue besándome de esa manera tan arrebatadora, voy a quedarme sin gota de aire en los pulmones. Pero como me encanta que me bese así, demostrando todo lo que siente por mí en un solo beso.

Entramos a la casa tomados de las manos y mi madre lo único que hizo fue sonreír en cuanto nos vio. Ellos se enzarzaron en una conversación llena de bromas y risas que me hicieron sentir muy feliz. Gabriel no solo me está dando luz a mí, también a mi madre.

Mamá y Gabriel se encargaron de la cena, mientras yo los veía desde la barra de la cocina. No podía dejar de sonreír, pues hace mucho la casa no se sentía tan viva y alegre como ahora. No tenía tiempo ni conciencia de lo que hablábamos, pero sí estaba segura de lo que era capaz de lograr su sola presencia.

Es más que el poderoso, resplandeciente y hermoso sol al amanecer. Gabriel es mucho más, es algo que no puedo describir con palabras.

Cenamos los tres, elogiando al hombre que se hizo cargo de preparar una carne tan deliciosa. Gabriel tiene muchas habilidades ocultas, incluso para la cocina es muy bueno. Cocina muy rico, y lo que más me sorprende y terminó de embotar mis sentidos, es que no siente vergüenza alguna de meterse en la cocina.

Bebíamos una copa de vino mientras hablábamos del proyecto en el que estamos trabajando, contándole a mi madre del viaje que debemos realizar la próxima semana.

Me siento muy nerviosa, no lo voy a ocultar, pues vamos a estar a solas prácticamente todo el día, en un lugar donde vamos a vernos cada instante. Aunque no quiero pensar en nada, mi mente se va a escenarios que me hacen despertar un sinnúmero de cosquillas por debajo de la piel.

Para mí el sexo nunca fue tan esencial. Sí sentía ganas y cuando Gonza me hacía el amor, me dejaba ir en todo lo que me provocaba, pero jamás me había sentido de esta manera. Cada vez que pienso en Gabriel, en sus suaves y tibias manos, en sus ardientes labios y su fogosa mirada, las corrientes me dominan desde mi parte baja, haciéndome sentir dolor y placer a la vez. Es un poderoso fuego el que me domina y no he podido menguarlo por mi cuenta.

Desde hace un par de noches he venido tocándome, pues la misma necesidad y ganas me llevan a hacerlo, pensando en él y en todo lo que fue capaz de hacerme sentir. Quisiera sentir sus labios y sus manos una vez más por mi piel, sentirlo por completo en mí y deshacerme en sus ardientes caricias. Con solo imaginar que suceda, la piel me arde de deseos.

—Iré al baño, ya regreso —me puse de pie, sintiendo la cara caliente y un hormigueo entre mis piernas que se hacía más intenso—. Permiso.

—¿Te sientes bien? —me preguntó, tan preocupado como siempre.

—Sí, sí —reí nerviosa—. Solo voy a orinar.

Asintió, mirándome con curiosidad y ajeno a lo que mi cuerpo estaba experimentando a causa suya.

Caminé ligero e incómoda, pues la humedad en mi ropa interior se hacía cada vez más notoria. Me encerré en el baño y me eché gran cantidad de agua en el rostro y el cuello, respirando profundamente para tranquilizar las pulsaciones que presentaba entremedio de las piernas.

Cuando mi piel se enfrió y mis nervios dejaron de palpitar ansiosamente, salí del baño, ahora sintiendo gran vergüenza. Mi mente cochambrosa me está jugando malas pasadas. No sé qué me ocurre, pero ahora no hago más que pensar en el encuentro de nuestras pieles desnudas.

Me iba acercando a paso lento a la sala, pero las palabras de Gabriel hicieron detener mis pasos.

—No puedo decirte que estoy locamente enamorado de tu hija, que lo deseo todo con ella y un sinfín de cosas más que no siento, pero sí me gusta, sí me hace sentir muy bien, sí me acelera el corazón de una manera incontrolable, sí me gustaría compartir infinidad de momentos a su lado y hacerla muy feliz porque se lo merece. Soy mayor que Margot, pero ella ha vivido muchas experiencias que la han hecho ser la mujer que es hoy. Ha sufrido, pero también ha sido muy feliz. Quizás ahora está saliendo de un duelo y de ese temor que tanto la agobia y la hace sentir insegura consigo misma, pero yo jamás podría hacerle daño. Para mí ella se ha convertido en una parte esencial de mi vida, en esa persona, lugar y momento en el cual me gustaría permanecer por mucho tiempo. Me estoy enamorado aceleradamente de Margot, y ese sentimiento crece cada día más. Es normal que sientas miedo, es tu hija y no te gustaría verla sufrir una vez más, pero en mis brazos ella nunca conocerá ese sentimiento tan horrible. No me acerqué a Margot con el fin de hacerle daño, sino todo lo contrario, me acerqué porque algo en su ser me atrajo de sobremanera y me dijo que ella era mi ángel, ese ángel que está destinado para todo ser humano.

—Tú eres su ángel destinado, Gabriel —respondió mi madre y sonreí—. Cuídala, por favor. Margot ha pasado por muchas cosas injustas. Ahora que encontró su norte, deseo que sea muy feliz a tu lado. Quizás lleguen días donde todo te va a rebasar y querrás tirar todo al balde del olvido, pero en esta vida tenemos dos amores; el primer amor, ese que nace en nuestras primeras etapas de juventud y ese que está destinado a morir con nosotros, el que permanece a nuestro lado sin importar cómo estemos. Pueden existir amores de paso, pero ellos nunca van a hacer lo que el verdadero hace por ti; quedarse a tu lado en los momentos más difíciles, hacerte feliz y llenarte de amor día a día. Puede que su relación sea de paso, pero te pido que por el tiempo que Dios les permita compartir, la hagas muy feliz. Margot es una chica dulce y buena, ella merece vivir momentos y situaciones bonitas.

—Mientras esté en mis manos, haré hasta lo indecible para que sea muy feliz.

En algo sí tiene razón mamá, Gabriel se ha convertido en mi norte. He sido muy feliz en el poco tiempo que llevamos juntos y mis ilusiones día a día cobran mayor fuerza, visualizándolo a él en muchas de ellas.

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