Baekhyun siempre quiso casarse por amor, pero pertenecer a la clase alta implicará que deba unirse con alguien a quien no ama, y las circunstancias provocarán incluso una creciente antipatía entre los recién casados.
La barrera entre el odio y el am...
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Taeyong consideró todas sus opciones.
Sin duda tenía miedo, porque la persona a la que estaba pensando en traicionar, no era cualquiera.
A pesar de que el señor Oh había limitado sus negocios con la mafia japonesa a simples tratos comerciales, su hijo no se había conformado con eso.
Él ambicionaba más. Más poder, más dinero, más autoridad. Fue su pretención lo que le llevó a convertirse en el líder del grupo de Yakuzas asignados en Corea. Era inteligente, hábil, y cruel.
No, definitivamente Oh Sehun no era una persona cualquiera, pero tal vez, precisamente, aquella era la razón por la que Taeyong debía decir la verdad. El heredero sería menos peligroso una vez que estuviera tras las rejas. Después de todo, era un fugitivo de la justicia.
¿Qué otra opción tenía? Solamente salir en libertad y suplicar por la misericordia del jefe; o bien, pasar el resto de su vida escondiéndose de él.
Luego de analizarlo toda la noche, el chico finalmente tomó su desición. Esperaba no arrepentirse.
Tan pronto amaneció, un policía se dispuso a llevarlo para realizar el proceso de salida. Sin embargo, para sorpresa de los oficiales, Taeyong pidió un último interrogatorio, alegando que estaba dispuesto a confesar. De nueva cuenta, le llevaron al cuarto de interrogatorios.
—¿Y bien? ¿Vas a decirnos por qué tú y tu amigo atacaron a Park Chanyeol y a Do Kyungsoo? —Preguntó un policía, intrigado, luego de sentarse frente al muchacho.
El muchacho, todavía dudoso, se encogió ligeramente de hombros. —Teníamos órdenes de asesinar a Park Chanyeol. Lo que pasó con el otro muchacho no estaba planeado.
—¿Park Chanyeol era el objetivo? —Indagó el hombre.
—Sí. Se nos encargó vigilarlo por unos días, hasta encontrar el momento oportuno para matarlo. Al ver la ruta que tomó aquella noche, por una zona peligrosa, pareció la mejor oportunidad.
—Admites que mentiste al decir que no lo conocías. —El muchacho asintió, despacio. —¿Por qué querían asesinarlo?
—Una disputa personal. O una venganza, quizá, no estoy seguro. Como ya dije, ni mi compañero ni yo teníamos motivos más allá de la tarea que se nos encomendó.
—¿Puedes decirme quién te ordenó atentar contra la vida del señor Park?
Aquella parte pareció costarle más trabajo. Aún no estaba del todo seguro de lo que estaba haciendo, pero conforme avanzaba la conversación, su temor aminoraba de a poco. Sentía que estaba haciendo lo correcto.
Lo pensó un poco mas, ante la insistente y curiosa mirada del policía.
De cualquier modo, ya había abierto la boca. ¿Qué más daba revelar el nombre de su líder?
