Capítulo 3

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Selene puso los ojos en blanco, su cuñado Mark estaba arrogantemente desnudo delante de ella. Se le estaba agotando su paciencia, aunque no es que Selene tuviera demasiada. Hacía tiempo que ya había decidido que no tenía porque aguantar tonterías, pero al parecer a su cuñado eso no le había quedado claro. 

Maldijo la hora en que ese lobo estúpido se casó con su hermana. Sin lugar a dudas, Emma se merecía algo mejor que un marido bebedor y mujeriego, pero cuando aceptó aparearse, no sospechaba que clase de tipo era. Ella no cometería ese error, pues no pensaba emparejarse jamás. Demasiado que perder y muy poco que ganar. 

―Déjame en paz, Mark. Te lo advierto. ―No estaba de humor para aguantar sus bromas obscenas, ni para ninguna estupidez que hubiera preparado solo para fastidiarla. 

Porqué algo tenía preparado. Verlo avanzar desnudo dentro del lago, le daba una pista de lo confundido que podía llegar a estar. Si en algún momento, por esa cabeza hueca se le había pasado el pensamiento de que ella pudiera estar mínimamente interesada, es que deliraba. 

La risotada de Mark, ese despojo con un ego tan grande como las Montañas Rocosas, llegó a sus oídos y Selena apretó los puños y los dientes. Tuvo que contenerse para que sus afiladas garras no salieran. Sin duda dejarle una buena cicatriz en esa bonita cara de actor de cine que se gastaba, sería lo más placentero de la noche. Quizás igual de placentero como los orgasmos que pensaba alcanzar después, a solas, con su mano o su vibrador. Pero indudablemente, no con un macho, y mucho menos con ese. 

Selene, tenía la parte superior del torso, fuera del agua. Bajo el manto de cabellos mojados, la brisa nocturna mantenía erguidos sus pezones. Quizás por eso la mirada de Mark se dirigía a esa parte de su cuerpo, intentando ver lo que había debajo de los sedosos mechones. Y es que con el agua lamiendo su ombligo, el pervertido, había desistido de ver lo que no era para sus ojos.

―Créeme ―dijo Selene en un tono mucho más bajo y gutural del que había utilizado hasta entonces―, si me sigues molestando, te arrancaré una parte de tu anatomía que echarás de menos.

De nuevo una risotada, pero esta vez, con su dentadura más cerrada. Como si le escociera su rechazo. Era muy probable que no estuviera acostumbrado a que una hembra despreciara sus encantos. 

Pobre imbécil. Quizás debería ser algo más tajante. Dejarle claro que le arrancaría la polla si se atrevía a volver a tocarla. 

Mark Miller, era miembro de su manada. En la reunión de hacía tres años, cuando Selene se había comprometido con su antiguo novio Luck, Mark lo hizo con su hermana Emma. 

Parecía un tipo decente, y a su madre no le importó demasiado que su hija Emma y Mark hubieran correteado desnudos por el bosque y se hubieran vinculado. Tarde descubrieron que el lobo, era un poco más útil que un despojo. Mark era un lobo ridículo al que solo le gustaba beber y follar. Y esto último lo hacía con cualquier hembra que se prestara a copular con alguien como él: alto, atractivo y sin cerebro, habilidades o ambición.

―No te hagas la estrecha conmigo, Selene ―dijo adentrándose aún más en el agua―. Desde aquí puedo oler tu excitación.

Ella rio con desprecio.

―Créeme, no es por ti.

Mark se paró a tres metros de distancia de ella.

―¿No? ¿A caso esperas a alguien más? ―se burló―. La pobre Selene, abandonada por su prometido. Estás tan necesitada... Puedo oler tu coño bien dispuesto para mí.

Ella enseñó los dientes y gruñó con fuerza.

Iba a despedazarlo.

―Ultima oportunidad, imbécil.

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora