Selene corrió como una loca y subió con celeridad los peldaños de madera del porche. Cuando iba a abrir la puerta mosquitera...
―¡Selene! ¿En qué lio te has metido?
Su madre volvió a darle un susto de muerte.
―¡Mamá!
Había estado tan concentrada en huir de Kein y rezar para que no la persiguiera, que no se percató de que la figura femenina seguía en la mecedora, seguramente después de haber acostado a Emma entre sollozos.
―¡Criatura! —Tabitha se levantó de un salto y fue tras ella— ¿Te has acostado con el Alfa de la manada?
¿Era una pregunta? Porque era ciertamente evidente. Seguro que su madre, que no se le escapaba una, podía oler a Kein en ella.
―Bueno...
―¡Oh, Señor! Ya lo creo que sí ―se llevó ambas manos a las mejillas y Selene tragó saliva algo molesta y avergonzada.
―Yo...
―Pobre —pero por su expresión de pobreza nada, su madre estaba más contenta que unas castañuelas—. Tú y el Alfa... no me lo creo. Es enorme —hizo un gesto con las manos que a Selene le hizo atragantarse con su propia saliva—. ¿Te ha hecho daño?
—No, mamá —dijo intentando huir de esa conversación incómoda.
—A ver, ¿cómo decís los jóvenes...? Te ha dado como... ¿Cómo cajón que no cierra?
―¡Mamá! ―Selene dio un tirón a la puerta y entró en la cabaña.
Sus mejillas se pusieron del color de un tomate maduro en verano, pero a su madre no le importó su bochorno.
―¿Te ha dejado caminando como Bambi? ¿Te ha puesto mirando a Cuenca?
―¡Mamá! Ya estoy suficientemente avergonzada.
La risita de su madre, era entre exasperante y aterradora.
―¿Por qué? —dijo como si haberse tirado al líder de la manda fuera lo más habitual del mundo. Y no lo era. A menos en el siglo XXI.
—Porque una madre no debería saber que hace su hija...
—Discrepo —dijo ofendida.
—Al menos no en el dormitorio.
—¿Y cómo sabría si tienes una vida sexual satisfactoria?
—¡¿Pero por qué tienes que saberlo?!
—¡Porque soy tu madre y te quiero!
Vaya, eso debía explicarlo todo ¿no? Selene puso los ojos en blanco y se dirigió a la cocina. Estaba famélica. Su madre no al dejó sola y mientras intentaba que le diera una explicación, con detalles, más que gruñidos y algún asentimiento, le preparó un sándwich.
—Selene, en tiempos de tu bisabuela, la Fiesta de la Luna, era para que el Alfa catara a todas las doncellas de la manda...
Selene abrió una birra mientras se metía entre pecho y espalda unas cuatro lonchas de jamón ahumado, mientras intentaba sobrevivir al bochorno de hablar de sexo con su madre.
―Eso es asqueroso.
―Bueno, eran otros tiempos. No nos andábamos con remilgos. Había auténticas orgías...
―En serio, —dijo con la boca llena, sin saber si tragar o escupir—, debes de dejar de ver Sexo en Nueva York. Tú no eres Samantha Jones, y yo... ¡Soy tu hija!
Selene tomó el sándwich que le había hecho su madre y salió de la cocina. Al ver que la perseguía, dejó de subir los peldaños que daban a los dormitorios del piso superior. Se dio la vuelta y encaró a su madre, que se había detenido tras ella, dos escalones más abajo.
ESTÁS LEYENDO
El deseo del lobo
Manusia SerigalaSelene Fountain ha sufrido por amor, y no está dispuesta a volver a arriesgarse con otro macho, aunque este sea el Alfa de la manada. Kein Glattawer , su líder, deberá buscarse a otra hembra con quien copular en la Fiesta de la Luna, Selene le ha d...