Capítulo 5 (+18)

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La brisa nocturna acariciaba la superficie del lago. La luna, casi llena, se reflejaba en el agua dándole un aspecto etéreo. Selene tragó saliva cuando el cuerpo del Alfa se acercó aún más a ella. Se había desabrochado los pantalones, y estaba convencida de que cuando cayeran al suelo, vería algo digno de un Alfa.

Clavó su mirada allí, hasta que escuchó la voz profunda de Kein.

―¿Debo repetirte la pregunta?

―Sí ―dijo ella alzando la vista y perdiéndose en sus ojos dorados.

―¿Sí, debo repetirte la pregunta o, sí...?

Se escuchó un rugido.

Kein abrió los ojos todavía más, haciendo que sus pupilas se dilataran. No era el rugido de ningún enemigo que acechara en las sombras. El sonido antiguo y visceral, provenía del centro de esa hembra que lo miraba con hambre. Con tanta hambre, que al rugir se propulsó hacia delante, rodeando su cuello con ambos brazos y aplastando los labios contra la boca de él, para devorarle.

Los pies de Selene no tocaron el suelo por mucho más tiempo. Saltó de nuevo para enredar sus piernas alrededor de la cintura del Alfa. Se abrazó a él como un puto koala, y es que de ninguna de las maneras quería que ese macho se alejara de ella. Muy bien Selena, eres toda una guerrera, cachonda y sin raciocinio, por culpa de este macho, pero ¿a quién le importa?

Tomó posesión de su boca, pero el beso fue más que correspondido.

¡Que descaro, Selene!

Se reprendió mentalmente cuando su lengua barrió el interior de la boca del Alfa. Gimió y sus caderas se movieron, ondulantes, buscando exactamente lo que él guardaba dentro de sus pantalones vaqueros.

Sin sentido, el mundo pareció girar. Una sensación de ingravidez la invadió y se dio cuenta que caía sobre la manta que él había extendido en el suelo instantes antes.

La aplastó con toda su virilidad. Y fue jodidamente delicioso.

El cuerpo del Alfa la retuvo inmóvil sobre la manta. Solo podía mover sus manos, que buceaban entre los ondulados cabellos del Alfa, eran fuertes y sedosos. Mmmm... soñaría con ese tacto después de aquello, estaba convencida.

Movió las caderas, que parecían tener vida propia. Se mecían contra esa dureza, deseando tenerla más cerca, mucho más cerca, en su interior.

¡Dios Bendito! Eso no podía ser...

―Selene ―gruñó el Alfa contra su boca―. Sabes exactamente como me había imaginado. Tu sabor... Deliciosa.

Ella arqueó la espalda y sus ojos se abrieron para observar la luna, mientras la sangre en sus venas rugía como en un mar embravecido. Los labios del Alfa le recorrían la garganta, hasta adorar sus pechos y su vientre, con besos sonoros y mordiscos suaves.

¡Joder! Iba a pasar. Iba a follarse al Alfa.

Estaba jodidamente loca. Cuando su madre se enterara...

―¡Ah!

Sorprendida, se incorporó sobre sus codos al sentir la boca de Kein bajo la piel sensible de su ombligo. Al devolverle la mirada, podría haber jurado que el Alfa sonreía. Descendió un poco más, y más, hasta que la lengua de Kein llegó a su destino.

Abrió los mojados pliegues, y se dio un auténtico festín con ella.

―¡Por favor! ―gritó Selene.

Se arqueó de nuevo, esperando no hacer el ridículo y ponerse a gritar cosas sin sentido. Pero era difícil estar callada ante aquellas sensaciones tan placenteras y... casi desconocidas.

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora