Después de que las oleadas de placer quedaran atrás, el instinto había vuelto a aflorar. Kein y Selene estaban despiertos, alerta, disfrutando de la noche con la luna llena sobre sus cabezas. El ambiente a su alrededor era festivo, se escuchaban los aullidos de los lobos en su forma primitiva y los gritos y gemidos de placer en su forma humana.
Avanzaron con las manos entrelazadas, por el bosque, aún en su forma humana. Ella le había dicho que huiría, pero... no quiso separarse de él ni un momento cuando el Alfa le dijo que tenía una petición para ella: La de seguirle.
Ahora se arrastraban por el bosque como una pareja más influenciada por el satélite lunar.
El Alfa la miró sonriente, como si escondiera un secreto.
—¿Qué? —Kein, al escucharla, le apretó la mano con más firmeza— ¿Dónde vamos?
Finalmente, después de una leve lucha interna, se lo dijo.
—A las grutas.
No dijo más y aunque ella lo miró de reojo, él no le devolvió la mirada. La curiosidad de Selene era evidente, pero no dijo nada más. Se dejó llevar, hasta que el bosque se abrió en un pequeño claro. Allí, junto a una gran roca se abría la entrada a una de las grutas. Selene alzó una ceja cuando él le sonrió.
—Lleva bajo la mansión.
Se acordaba de lo que Kein le había dicho de las innumerables salas y niveles que allí se escondían. Había reliquias tan antiguas como el tiempo, almacenes, lugares de culto que habían sido desmontados pieza a pieza para ser reconstruidos y que pocos miembros de la manada habían visto jamás.
Selene se sentía una privilegiada mientras sus pies descalzos tocaban la roca desnuda y descendía por la oscura gruta. Sus túnicas rozaban el suelo al avanzar. Los ojos de ambos brillaron, adaptándose a la oscuridad, facilitando el avance en ese espacio cavernoso lleno de humedad. Recorrieron el pasillo excavado en la roca hasta llegar a una puerta con un panel eléctrico ¿un ascensor?
—No tengas miedo —susurró Kein a su espalda al ver que vacilaba frente a una puerta de acero.
—No tengo miedo —lo miró por encima del hombro, hasta que el enorme cuerpo del Alfa rebasó el suyo y tocó el panel con el dedo índice, donde marcó varios dígitos que ella no quiso mirar.
La sonrisa del macho se ensanchó, pero no dijo nada cuando la puerta se abrió, deslizándose lateralmente. Ambos entraron en el cubículo, un ascensor que a Selene le pareció demasiado pequeño para que cupiera el imponente cuerpo del Alfa.
Notó su calor al quedarse quieto a su lado. De alguna forma se las apañó para morderse el labio y no ponerse a reír, quizás por nerviosismo, quizás porque aquella era la mayor aventura de su vida.
—¿Dónde me llevas exactamente? —Quiso saber Selene.
Kein siguió sin responder y los nervios de Selene actuaron. Lo miró, esta vez sin disimulo.
—¿Debo esperar algo malo?
Entonces sí que el Alfa la miró.
—¿De mí? —negó con la cabeza—. Jamás.
Le creyó y, aun así, se sintió inquieta. Las palmas de las manos empezaron a sudarle y le costó controlar la respiración. Fue entonces cuando bajaban a un nivel muy inferior que sintió el calor de la mano del Alfa a su espalda. No lo comprobó, pero juraría que la estaba mirando, más bien comiéndosela con los ojos, ¿acaso podía culparle? Ella también se lo comería con los ojos si tuviera la certeza de que no actuaría como una loca y le saltaría encima para volver a montarle.
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El deseo del lobo
LobisomemSelene Fountain ha sufrido por amor, y no está dispuesta a volver a arriesgarse con otro macho, aunque este sea el Alfa de la manada. Kein Glattawer , su líder, deberá buscarse a otra hembra con quien copular en la Fiesta de la Luna, Selene le ha d...