Capítulo 20 (+18)

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Selene suspiró.

No se esperaba que la noche fuera tan amarga y aburrida. ¿Qué había conseguido? Desde luego no el sexo salvaje que había recreado en su cabeza, una y otra vez. Por el contrario, saberse traicionada por su hermano, la había puesto furiosa.

Quizás fuera una suerte que no lo hubiera encontrado al buscarlo por el bosque. Seguro estaba disfrutando de una buena maratón sexual con el cobarde de su exprometido. Desde luego... menuda decepción había resultado ser Luck. Pero al menos ahora entendía que no había nada mal en ella. Simplemente no le gustaba porque... no le gustaban las hembras.

¡Dios! Selene conocía al padre de Luck ¿acaso podía culparle por intentar montarse una vida donde ese no pudiera recriminarle no ser como la mayoría? Selene miró la luna llena, para después cerrar los ojos con fuerza. Sí, que podía. Podía recriminarle todo cuanto quisiera, porque lo había hecho a su costa. La había engañado con promesas vacías y palabras amables... Debió cortar con él cuando sintió que nunca podrían tener una relación completa. Daba igual las razones, ella también había sido una idiota.

El destino los había puesto cada uno en su lugar. Al menos ahora sabía que podía excitar a un macho, que podía tener una relación completa con alguien. ¿Relación? La palabra golpeó su mente.

Kein era el Alfa. Había dicho que sentía indicios de que el vinculo se estaba despertando en él. Se refería a ella ¿verdad? Por supuesto. Y Selene... ¿podía decir que no había experimentado lo mismo? ¿Se despertaba también en ella?

Visualizó de nuevo a Kein en el altar. Cuando su amante habló, ¿estaba pensando en ella?

—¿En quien más podría pensar, Selene? —murmuró ella para sí.

Se abrió un poco más la túnica, y espero que la suave brisa fresca de la noche, acariciara su piel. Pero nada conseguía apagar el fuego de su interior. No era una noche para estar sola. No cuando su sangre rugía recorriendo sus venas, y su sexo palpitaba necesitado.

Se recordó en el tronco de un árbol y se dejó envolver por los sonidos de la noche. No hubo trinos de aves, solo el ruido lejano de hojas al partirse, algún chapoteo en el agua, rugidos perdidos en la noche.

Resopló, abriéndose más la túnica y pasando la punta de su dedo índice por el desnudo esternón.

—Alguien se lo está pasando bien esta noche.

¿Y ella? Ella era idiota, porque también podría habérselo pasado bien si se hubiera quedado, si hubiera esperado a su macho para que la montara. Por el contrario, había corrido junto a la orilla del lago, alejándose de todo.

Si se quedaba quieta allí, sin moverse, era probable que nadie la viera, que nadie se percatara de su presencia. Los lobos corrían de un lado a otro, pero estaban demasiado cerca de las cabañas como para que ese lugar tuviera interés para nadie. A excepción de...

—Selene...

Una voz ronca, profunda, inconfundible hizo que el vello de la nuca se erizara.

Se dio la vuelta muy lentamente para ver como el Alfa se acercaba al árbol donde estaba apoyada.

Contuvo el aliento. Era el macho más formidable que hubiera visto nunca.

La túnica negra, todavía cubría su cuerpo. Era todo un espectáculo. Sus movimientos se hicieron cada vez más lentos mientras avanzaba, con un pie tras otro hacia ella.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Selene, como si no lo supiera. Apoyó un hombro en el gran tronco centenario.

Una sonrisa ladeada del Alfa, la inmovilizó de una forma primitiva.

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora