Capítulo 24

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Selene se quedó en el porche mucho tiempo después de que su madre, aún agotada por actividades físicas que no quería recordar, entró en la casa para acostarse un rato antes de la cena. 

Sentía como la rabia iba ganando terreno. No tenía nada que ver con que el Alfa estuviera hablando con su padre, ni con la situación con que se encontraba actualmente su vida amorosa. No, más bien tenía que ver con la traición. La de su hermano y su antiguo prometido. Porque sabía que aquello había empezado antes de que Luck tuviera el valor de dejarla. 

Ahora entendía el porqué. No es que fuera insuficiente para él, es que no era lo que había estado buscando toda su vida. 

Selene esperó mirando la pequeña carretera, pero fue por uno de los senderos sin asfaltar que la figura masculina apareció ante sus ojos. 

Se puso en pie al verlo llegar.

Su hermano avanzaba con descuidadas zancadas, agotado. 

—Hay que joderse. —Estaba convencida de que Luck lo había dejado sin fuerzas. 

El camino serpenteaba entre los árboles, y no fue hasta llegar al borde de la carretera que su hermano se atrevió a mirarla y suspirar. Por eso supo exactamente en que momento la había visto porque sus pies se quedaron en el suelo, deteniendo su avance. Tardó unos segundos en recuperarse. Lo vio apretar los labios como si supiera que no tenía escapatoria, como si por fin hubiera llegado el momento de saldar cuentas.

Cruzó por el asfalto y siguió el trecho que separaba la carretera de la casa. 

—Selene —saludó al subir los peldaños del porche.

Su mirada era huidiza.

Ella se paró frente a él con los brazos cruzados.

—Me alegro de que tengas la decencia de sentirte avergonzado.

Hundió más los hombros.

—Selene —esta vez pronunció su nombre como una súplica.

Ella se lo quedó mirando por un instante y después lo agarró del brazo y tiró de él para alejarse de la casa. Alan no se resistió. Quizás sabía que era inútil, pues esa conversación tenía que llevarse a cabo.

—¿Por qué? —le preguntó una vez que estuvieron lejos de la casa.

Cobijados bajo los árboles, era improbable que alguien que saliera de la casa, los viera a simple vista. A su espalda podía notar la brisa que les llegaba del lago. 

—Yo... —era evidente que Alan no quería hablar, pero Selene estaba muy decidida.

—Estoy segura que entiendes el concepto de lealtad, y que distingues perfectamente lo que está bien y lo que está mal. Y acostarte con el prometido de tu hermana está ma...

—Nos vinculamos —dijo sin más.

Selene entreabrió los labios, pero no pudo pronunciar palabra. Su hermano había alzado la vista para mirarla directamente a los ojos, y de esta forma, que supiera que lo que decía era cierto.

Tragó saliva, intentando asimilar la información.

—¿Os vinculasteis?

Alan asintió una y otra vez. Cuando alzó la mirada sus ojos estaban vidriosos.

—¿Crees que fue adrede? —dijo él con el entrecejo fruncido y expresión de dolor—. Lo siento, Selene —la agarró por los brazos y se acercó un poco más—. Te juro que lo siento. Intenté alejarme, pero... no sabes lo que es eso. ¡Tú no entiendes el desgarro que supone separarte de...!

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora