Capítulo 14 (+18)

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Desde que salieron de la biblioteca, Kein no la había soltado, por miedo a que Selene saliera corriendo.

Por supuesto que podía cambiar de opinión y desear regresar con su familia, pero bajo ningún concepto podía correr. El instinto de caza de los licántropos, sobre todo en época de apareamiento, era el estímulo más poderoso que existía. Si a eso le añadía que el premio de aquella caza, sería la consumación del acto sexual... ¡Uff! No. A ninguna hembra que no quisiera ser devorada, le pasaría por la cabeza huir cuando el macho tenía los ojos iridiscentes.

―Estás muy callado ―dijo Selene. Y por el tono de voz, Kein supo que estaba sonriendo.

Se paró en seco a su lado, la miró para comprobar que realmente estaba de buen humor. Aún con su mano cerrada en torno a la muñeca de Selene, le devolvió una tímida sonrisa.

―Selene... ―la voz tan ronca y sensual hizo que ella respirara profundamente.

El aire estaba cargado de especias.

―¿Vas a enseñarme tu guarida?

No le respondió, simplemente volvió a arrastrarla, recorriendo con pies ligeros la inmaculada alfombra roja, hasta el fondo del pasillo.

Cuando abrió la puerta, y tiró de nuevo de Selene, volvió a cerrarla una vez hubo entrado en su suite.

―Un lugar muy bonito ―dijo ella burlona, sin fijarse siquiera en lo que la rodeaba.

―¿Sabes lo que es jodidamente bonito?

La pregunta quedó suspendida en el aire, y no iba por el camino ha ser contestada.

Kein se abalanzó sobre ella, atrapándola entre sus brazos y estampándola contra la pared. Los pies de Selene apenas tocaron el suelo mientras el Alfa pujó con sus caderas para abrirse paso y afianzarse entre sus piernas.

Ella boqueó cuando él arañó el cuello con sus caninos.

―Dioses... se me olvida lo grande que eres ―Selene movió las caderas para sentir esa deliciosa protuberancia vibrar contra su centro.

Kein gruñó y se apoderó de su boca.

La besó con desesperación, y ella le correspondió con creces. Bailaron una danza antigua con bocas abiertas y lenguas explorando el interior de cada uno. Apenas podían recuperar el aliento, hasta que Selene se vio empujada a apartar la cara y así, poder respirar y hablar.

―Tenemos poco tiempo.

Otro gruñido del Alfa la hizo reír. Parecía no querer recordar el pequeño detalle de que tenían invitados.

―Estoy hablando en serio ―dijo ella, apretando las palmas de sus manos contra el fornido pecho.

Kein se la quedó mirando.

―Hoy sí, pero mañana...

La respiración de Selene era superficial y tragó saliva al pensar lo que ocurriría mañana, en la Fiesta de la Luna.

―No quiero pensar en el mañana.

Pero él si quería. Tenía tanto que decirle.

―Selene...

Ella le miró directamente a los ojos, su sonrisa había desaparecido y su expresión le dejó claro que no era momento para esa conversación, ni para juegos. Con manos ágiles se deshizo de su cinturón y le desabrochó el pantalón, cuando sus dedos tiraron de la cremallera, Selene tuvo espacio suficiente para meter la mano.

Sonrió, sintiéndose una triunfadora. No hubo protestas. 

Kein apoyó las palmas de sus manos a cada lado del rostro de Selene. Abrió la boca y cerró los ojos. La cabeza cayó pausadamente hacia atrás, como si saboreara cada momento, cada roce de esa mano que trabajaba su polla, de la base a la punta.

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora