Capítulo 46

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Emma estaba en el suelo, su cuerpo protegido por la barrera de energía que había puesto Karl para ella, de pie a su lado, Tabitha y Grace, habían sacado sus largas dagas de plata. Algunos hombres de Domenico habían cometido el error de abalanzarse sobre ellas, y sus cuerpos yacían hechos pedazos sobre el frío altar de piedra. Pero después de esa avanzadilla, vinieron más.

Los hombres que protegían al alfa avanzaron contra los nobles al servicio de Domenico que sonrió mientras avanzaba a paso rápido hacia la arboleda.

—¿Dónde crees que vas? —rugió Jack.

El padre de Selene se abalanzó sobre él, pero no lo hizo lo suficientemente rápido. Corrió hacia el bosque, sabía exactamente donde se dirigía.

—¡Protege a Selene!

Jack miró a su mujer, cubierta de sangre, que no era suya, empuñando sus armas junto a Grace, que había perdido toda la fragilidad de una dama. Ahora era una guerrera, que junto a su esposa protegería a su hija pequeña.

Jack miró a Tabitha y asintió.

No hubo palabras de despedida, mientras se adentraba en el bosque.

Domenico satisfecho, quitó otro activo de encima a Terry. Corrió tras su presa. Puede que Terry y los demás fueran tan estúpidos como para creer que dejaría el poder a Karl. Y puede que al principio fuera así, pero solo mientras se esperaba una era mejor.

La guerra entre licántropos, vampiros y brujas había empezado, y aunque ellos, la manada de las montañas había permanecido a salvo y ajena a todo el conflicto de las ciudades, lo cierto es que solo había estada aislada a medias. Domenico había tejido su red de espías, su ejército. La batalla que se desarrollaba a su alrededor, no sería nada comparada con las que vendrían. Esta no llevaba el objetivo de aniquilar a su propia manada, sino el de reducir a los leales al rey Kein, y deshacerse de él y su compañera para que nadie pudiera reclamar el trono, ni ella, ni su hijo no nato, si lo hubiera. Solo uno estaría legitimado para proclamarse Alfa: Karl, a quien esperaba que Terry convenciera.

Sonrió satisfecho.

De no ser así, la bruja jugaría con su mente hasta que aceptara sus planes. Rania había resultado ser muy útil... su hijo Luck era una prueba de ello.

Domenico corrió rápido. Había alcanzado al pequeño grupo que custodiaba a Selene. Estaban en las entrañas del bosque, junto a las grutas que descenderían hacia el interior de la tierra, donde podrían encontrar cobijo. No iba a permitirlo.

Domenico se detuvo, y el padre de Selene, aprovechó para atacar. Un ataque infructuoso. El poder del traidor era grande, y lo fue más cuando convocó a sus hombres, que no habían dudado en seguirle el rastro.

En aquel pequeño claro, los dos grupos se miraron unos a otros, evaluando su poder.

El escuadrón de Domenico se paró tras él. Solo uno de sus hombres, lo hizo a su lado.

—Luck... —le dijo a su hijo quien parecía haber perdido todo el color de sus mejillas—, prepárate para atacar.

Hubo conmoción en el otro lado del claro. Selene abrió la boca y miró a Alan que parecía no dar crédito a lo que veía. Por su parte, Luck tembló de la cabeza a los pies, pero... obedeció.

—Ahora.

El cuerpo poderoso de Luck se encorvó para darse impulso y avanzar contra sus enemigos. Aterrizó delante de Jack y Alan. Selene se quedó quieta cuando su hermano la empujó tras de sí, para poder protegerla.

—Luck... —la primera reacción de Alan fue de desconcierto—. ¿Estás bien? No puedes hablar en serio.

Fue una afirmación que no hizo más que poner un enorme peso sobre su corazón. Cuando miró a los ojos vacíos de Luck y después pudo contemplar la sonrisa de Domenico, se dio cuenta de que Luck había elegido bando, el bando de los traidores. Un bando donde Alan jamás estaría.

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora