Selene se paró junto al vehículo del Alfa. Un todoterreno negro, lo suficientemente grande para albergar a un macho como él. Notó su presencia a su espalda, y lo encaró enfadada. Pero fue él quien habló primero.
―Así que soy un amante, realmente patético ¿eh?
¡¿Qué?!
La mandíbula inferior de Selene cayó hacia abajo.
―Bueno, yo... ―¿Las había escuchado hablar? Iba a matar a Tabitha por someterla a semejante interrogatorio.
Para salvaguardar su orgullo cerró la boca, alzó el mentón y se hizo la ofendida.
―¿Y bien? ―Quiso saber Kein.
Se acercó a ella, con movimientos pausados, para no asustarla.
Selene titubeó, pero su buen criterio hizo que, al ver como los ojos verdes del Alfa empezaron a cambiar de tonalidad, apartara la mirada.
―No, no lo eres ―dijo entre dientes.
Nadie decía al Alfa de la manada que era un amante patético, y menos aún sin consecuencias.
―No te he escuchado muy bien.
―Pues no es mi trabajo alabarte, Alfa. ―Se le escapó una sonrisa que se apresuró a esconder.
Oh, habría sido divertido ver su cara al escucharla hablar así de él con su madre.
―Eso te pasa por escuchar conversaciones privadas entre madre e hija.
Selene se mordió el interior de la mejilla para no volver a sonreír.
―No era mi intención espiar. Solo quería invitaros a cenar.
―Ya... si tú lo dices.
Otro paso en su dirección, un gruñido profundo que hizo que el vello de Selene se erizara. ¡Oh! ¿Por qué tenía que ser tan condenadamente atractivo?
―¿Crees que está bien provocarme de esta manera? ―le dijo Kein avanzando, esta vez sin parar, hasta que ella se vio forzada a retroceder.
La espalda de Selene, chocó contra el capó del todoterreno.
―No te estoy provocando ―dijo fingiéndose ofendida―. Eres tú quien ha venido a mi casa sin invitación.
El Alfa no necesitaba invitación y ella lo sabía.
―¿Vas a estar molesta conmigo durante mucho tiempo? ―Kein la atrapó con su cuerpo. La encerró entre sus brazos, mientras las palmas abiertas descansaban sobre el capó del vehículo.
La mole negra, seguía aparcada bajo un árbol. La zona estaba poco iluminada, tal y como él había querido, al llegar a la zona de las cabañas. La casa de Selene estaba a cien metros, y el vecino más cercano a trescientos, difícilmente alguien escucharía su conversación.
―Yo... ―vaciló, quedando prendada de los ojos iridiscentes, que habían dejado atrás el verde para ser de un color ojo viejo―. No estoy furiosa.
A pesar de que él podía sentir su excitación y el buen humor de ella, Selene se esforzó por aparentar lo contrario. Puso los brazos en jarras y lo miró altiva.
¡Dios! ¡Cuánto le gustaba esa hembra!
―Debo irme. Yo, simplemente te he acompañado al coche, tal y como quería mi madre.
La señora Fountain, sonrió el Alfa, había sido todo un descubrimiento. Por supuesto Tabitha, no había pasado por alto que la llegada de su hija y la presencia del Alfa en su cabaña, iban de la mano.
ESTÁS LEYENDO
El deseo del lobo
Loup-garouSelene Fountain ha sufrido por amor, y no está dispuesta a volver a arriesgarse con otro macho, aunque este sea el Alfa de la manada. Kein Glattawer , su líder, deberá buscarse a otra hembra con quien copular en la Fiesta de la Luna, Selene le ha d...