Capítulo 48

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Dos lobos, enormes y poderosos. En eso se habían convertido Domenico y Jack Fountain. Las desavenencias de los dos machos, venían de lejos. Su odio era genuino, y después de lo que se había atrevido a hacer Domenico, Jack no iba a parar hasta tenerlo de rodillas, suplicando piedad. 

En aquella rebelión se había derramado sangre, mucha sangre. La noche llegaría y después el amanecer, y algunas de las familias más importantes, dentro de la manada, descubrirían que no tenían linaje que perpetuar. Sus herederos habrían muerto, solo por seguir a un loco. O aquellas eran las esperanzas de los Fountain. Sea como fuere, ellos tenían que sobrevivir, vengar a sus compañeros y deshacerse de los traidores. 

—Uno de los dos morirá hoy.

Domenico se carcajeó.

—No seré yo —se burló de su enemigo.

Selene tembló al ver las afiladas garras de Domenico cortar el aire, intentando desgarrar la garganta de su padre, que se movía veloz en el claro del bosque. Saltaban persiguiéndose, atacando y retrocediendo a conveniencia. Puede que Jack fuera ligeramente más grande, pero Domenico era más rápido. Un zarpazo abrió la piel de su padre.

—¡Papá!

El rugido de Jack se escuchó por el bosque, al igual que las dentelladas de Domenico que erraban su objetivo una y otra vez.

Selene apretó los dientes. Vio a los hombres de Domenico rodearlos, y más allá, Luck seguía temblando. Sumido en su propia lucha interna. 

Ella lo sabía, no tendrían ninguna posibilidad si él decidía atacarles. La actual pareja de su hermano era tan poderoso como su padre. No en vano era el segundo al mando del Alfa, o lo había sido... Selene no lo tenía muy claro donde estaban sus lealtades ahora, ni cuando estaba sufriendo por controlar sus impulsos de obedecer a Domenico. Sentía una profunda lástima por él, y aún así... tenían que enfrentarse. Jack podría ocuparse de Domenico, pero ella no era rival para Luck.

—Tienes que volver en sí —le dijo Alan mirando a Luck con horror—. ¡Por favor!

Selene supo por el dolor de sus ojos que Luck lo estaba intentando. Se resistía como podía a la orden de su padre. Quizás si lograba acabar con él, Luck podría quedar libre de su influjo.

El sonido sibilante la puso en alerta. Una daga afilada voló directa a su cabeza.

—¡Selene! —gritó Alan tan sorprendido como ella. 

Apenas la esquivó. El corte de la mejilla era lo suficiente profundo como para que empezara a sangrar. Miró a su alrededor y reconoció a varios de ellos como barones de la manada, hombres fieles a Domenico.

—¡Selene! —Su hermano la empujó para que otra daga no la alcanzara. No obstante, su esfuerzo, consiguió como resultado que él fuera alcanzado en el hombro.

—¡Ah! —Alan gritó de dolor—. ¡Son de acero y plata!

Selene se tocó la mejilla. Eso quería decir que las heridas no sanarían tan fácilmente.

—Malditos —susurró.

Se agachó junto a su hermano y sacó la daga de su omoplato sin dejar de estar atenta a cada movimiento de sus enemigos.

—Selene... esto se pone difícil.

—Seguro que has salido de cosas peores —le dijo ella, pero Alan no estaba muy seguro. Al mirar a Luck supo que nada sería tan duro como luchar contra él—. En pie, tenemos que ocuparnos de ellos.

—Pero Luck...

Selene miró al hijo de Domenico y apretó la daga con más fuerza.

—Él también está luchando Alan, hace lo que puede —dijo al ser consiente de lo que le habían hecho—. Ocupémonos del resto.

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora