Capítulo 32 (+18)

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Selene respiró más tranquila, una vez se cerró la puerta del dormitorio que compartía con el Alfa.

—Ya ha pasado lo peor.

Selene se rio contra la boca de Kein.

—Lo peor está por comenzar.

Él hizo un mohín con los labios mientras la agarraba por la cintura y se mecía como si bailaran en el centro de la habitación, a los pies de la cama. 

—¿Casarte conmigo es lo peor?

—No, mi rey. Eso es lo fácil.

Kein la besó con gran ternura, despacio, como si no quisiera que esa noche se acabara pronto.

—¿Sabes lo que va a ser fácil?

Ella ronroneó acercando las caderas hacia él. Restregándose mientras contenía un suspiro al sentir su erección contra su vientre.

—Me lo imagino —le contestó el Alfa.

—Sí, exactamente eso —rio poniéndose de puntillas y besándolo de nuevo—. Pero no quiero que te lo imagines. Quiero que me hagas el amor.

Él no vaciló a la hora de levantarla del suelo y llevarla hasta la cama. Selene enroscó sus piernas alrededor de su cintura y se abrazó a su cuello.

El Alfa gruñó como lo haría un macho desesperado por su hembra. La dejó caer  sobre el colchón y le faltó tiempo para ir sobre ella y arrastrarse hasta que sus ojos quedaron a la misma altura. La escuchó respirar entrecortadamente. Sus manos se apoyaron a ambos lados de la cabeza de Selene, pero cuando el cuerpo cedió a su peso para aplastarla, la boca de Selene salió a su encuentro. El Alfa no dejó de poseerla con sus labios y la lengua. La besó con fuerza y sus manos se deslizaron por las sábanas hasta meterse bajo su cuerpo, bajo su trasero.

—Oh, Kein —apretó sus glúteos con fuerza, masajeándolos bajo la tela del vestido, pero sobre las braguitas de encaje que no iban a tardar en desaparecer. 

—Me encanta tu trasero —ronroneó.

Ella rio contra su boca.

—A mí me encanta esto —La mano de Selene se deslizó entre ambos cuerpos hasta llegar a su entrepierna y le gustó aún más el bulto que presionó contra su palma.

Su deseo se convirtió en urgencia, antes de saber que estaba haciendo, obligó a Kein a tumbarse de espaldas y se puso a horcajadas sobre él.

—Esto fuera —metió ambas manos dentro de la camisa de Kein, para después tirar. 

Algunos de los botones salieron disparados. Le arrancó la camisa sin demasiados miramientos, para así poder acariciar sus abdominales y después se deslizó hacia abajo. Primero dio un lametazo a sus crestas, duras y bien definidas, después se deshizo de su cinturón y de le abrió los pantalones.

—Aquí está —dijo al ver su miembro hinchado y preparado para ella.

Una risa ronca escapó de entre los labios de Kein.

—¿Eso es lo que querías?

—Lo he deseado durante toda la noche. —Al mirarlo a los ojos el alfa se dio cuenta de que decía la verdad. 

Selene lo miró de forma tan sensual que la polla de Kein dio un brinco.

—Veo que estás listo.

—¿Para ti? —preguntó el Alfa—. Siempre.

Selene no esperó más, se la metió en la boca, haciendo que él se retorciera sobre la cama, siseando e intentando que las caderas no se sacudieran hacia delante.

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora