Capítulo 44

3.5K 241 52
                                    


—Un vestido increíble —dijo Tabitha mientras bebían champán.

Selene forzó una sonrisa ante su madre. Sintió el amor que emanaba de ella, una madre orgullosa de sus hijas, que nada parecía saber sobre lo que se avecinaba. 

Era cierto que tanto Emma, como ella, estaban muy calladas. Tabitha parecía dar la culpa de sus cavilaciones a que los recientes acontecimientos implicaban un cambio de vida inminente en sus vidas. Selene se casaría esa misma mañana, sería la nueva reina de la manada. Y Emma... Tabitha aún se emocionaba al pensar que un lobezno crecía en su vientre. El corazón de Tabitha se aceleraba al saber que iba a ser abuela. Casi no había podido resistirse a contárselo a su esposo.

Pobre Jack, cuando se enterara... Sin duda Tabitha no era de las que guardaban secretos, y deseaba haberselo dicho, pero... su esposo parecía tan ausente, elaborando planes de defensa, controlando la seguridad de la ceremonia. Le había hecho repasar las rutas de escape, bajo la mansión, como si ella también tuviera que participar en un simulacro de ataque. Tabitha había aceptado su clase magistral sobre donde estaban las rutas subterráneas más seguras, y donde podían encontrar las armerías en aquellos laberínticos corredores. 

—Estoy tan feliz —suspiró Tabitha—. Tú padre está muy nervioso, y tu hermano... lleva días sin hablar, parece un alma en pena. Creo que ha reñido con su amante. 

—Mamá.... —Emma puso los ojos en blanco.

—¿Por qué sino iba a estar tan taciturno? Hay que mostrar alegría. Los Fountain tenemos motivos de sobra, ¿no os parece? 

Se acercó a su hija y acarició sus suaves cabellos rubios.

—Mi querida, Emma... —dijo sentándose en el reposabrazos del sofá donde su hija languidecía aún en bata—. ¿Puedo suponer que pronto habrá otra boda en la familia?

Emma soltó un quejido.

—Mamá —le advirtió Selene—, prometiste dejar el tema.

—De acuerdo —dijo enfurruñada como una niña—, lo dejaré hasta después de la boda. Pero luego alguna va a tener que darme una explicación.  He prometido guardar silencio hasta que se lo digas al padre de la criatura, pero ya sabes que mi paciencia tiene un límite. 

—Uno muy corto —suspiró Selene.

Emma no quiso discutir y asintió con la cabeza.

—Está bien, mamá —dijo apesadumbrada—, hablaremos. Pero hoy es el día de Selene. Pasemos un rato agradable.

—¡Brindo por ello! —Tabitha descorchó una nueva botella de champán, a pesar de que eran las nueve de la mañana y muy ajena a todo lo que les pasaba por la cabeza a sus hijas.

Emma se dejó llevar por el compás de la boda. La peinaron, la maquillaron y mientras todo ello sucedía, su mente estaba en la tristeza que sentía por estar lejos de Karl. Se miró el vientre. Debía haber sido una noticia maravillosa. Estaba convencida, o al menos quería creer, que él amaría lo que estaba por venir. Un hijo... su hijo. 

Suspiró. No había podido pegar ojo. Karl no había vuelto y si el Alfa sabía donde estaba su primo, no le había querido decir nada a Selene. De todas formas, el líder de la manada tenía otras cosas en que pensar.

Selene miró a su hermana y acto seguido, cerró los ojos y apretó las manos contra su pecho.

Se suponía que ese debería ser el día más feliz de su vida. Sin embargo, era sin duda el más angustioso.

***

Karl estaba borracho. Bueno, quizás ya no lo estuviera después de dormir varias horas en el sofá de su hermano Terry. Se había colado de madrugada en su dormitorio, contento de que no estuviera en una de sus sesiones de sexo maratoniano, con alguna hembra o varias. 

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora