Kein se desnudó con la mente muy lejos de esa ducha en la que iba a entrar. Tocó la mampara de cristal y dio un paso hacia delante. Se acomodó en su interior.
La ducha era grande, lo suficiente como para albergar un cuerpo como el de Kein, ancho de hombros y de casi dos metros. Disfrutó del agua acariciando su piel y agradeció no tener la necesidad de hacer malabarismos para enjabonarse.
Giró la manecilla del agua para que saliera agua templada. Un error, volvió a direccionarla para poder disfrutar de una ducha, lo más fría posible. Suficiente calor sentía en esos momentos como para aguantar otra temperatura externa que no fuera glacial.
Respiró hondo, sintiendo como la sangre corría por sus venas como lava candente. A pesar de la maratón de sexo con Selene, necesitaba más de ella. ¿Estaría ella pensando lo mismo? Sonrió complacido. Sus gritos, le decían que sí.
En un acto mecánico, se echó jabón líquido en su mano y se frotó las palmas con él. Cuando la química hizo su magia y se empezó a generar espuma se frotó el pecho y las crestas de sus abdominales. Dejó que el agua fría lo empepara, pero esta se volvió tibia al contacto con su piel.
Gimió al sentir que su miembro empezaba a palpitar de nuevo.
Sí, era pensar en su loba y su cuerpo reaccionaba, buscándola, con una necesidad tan imperiosa que le nublaba la mente.
Selene había sido más de lo que esperaba.
Apoyó la frente en las baldosas negras y respiró profundamente, ignorando la oleada de placer, sin saber cuanto tiempo podría resistirse a él.
― Selene... ―Saboreó su nombre en los labios.
Se acordaba de la primera vez que la vio... del brazo de Luck.
Fue como un fogonazo, como si unas llamaradas lo envolvieran. Algo súbito, visceral.
Había sido en una fiesta, o quizás en una de esas cenas que había dejado de celebrar hacía ya mucho tiempo. Su padre acababa de morir, y en la mansión había un gran bullicio, todo el mundo merodeaba por la fortaleza en busca de noticias. La manada acudía, muchos por curiosidad, otros para saber si se podía ayudar en algo. Luck era de este segundo grupo.
Luck Paterson era, un lobo joven, más que él. Tenía veinticinco años por aquel entonces, y su gran inteligencia lo hacía escalar posiciones en la manada. Su padre ya había sido un miembro destacado del Consejo de su padre, pero Kein siempre había tenido sus reservas con él, pues lo encontraba frío y excesivamente violento, a pesar de sus atuendos elegantes. Luck era todo lo contrario a su padre, quizás por eso lo apreció desde el primer momento. Antes de ser el Alfa, Kein ya había decidido que lo quería en su círculo íntimo de asesores.
Esa noche, hacía tres años, apareció del brazo de su prometida. Luck le había hablado de ella, sin apego alguno. Su compromiso, fue un anuncio súbito. Quizás algo arreglado por los padres de la chica y el padre autoritario de Luck que, a pesar de su juventud, quería que se emparejara y se casara a toda costa. Kein no pudo decir si a Selene le molestó que su relación fuera tan rápido. No la conocía y después de verla en esa fiesta... se dijo que cuanto menos supiera de ella mejor. El Alfa no podía desear de aquella forma a la mujer de su amigo y mano derecha.
Saliendo de esos turbios pensamientos, Kein abrió los ojos mientras el agua corría por su piel. Volvió a cerrar los ojos y masculló algo entre dientes, pues lejos de enfriarse, se calentó.
Esa noche, de hace tanto tiempo... Selene parecía feliz.
Parecía enamorada.
Gruñó y esta vez supo que era por celos. Precipitó su puño contra el azulejo rectangular, haciendo que este se resquebrajara.
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El deseo del lobo
Hombres LoboSelene Fountain ha sufrido por amor, y no está dispuesta a volver a arriesgarse con otro macho, aunque este sea el Alfa de la manada. Kein Glattawer , su líder, deberá buscarse a otra hembra con quien copular en la Fiesta de la Luna, Selene le ha d...