Capítulo 31

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El corazón de Karl empezó a palpitar con fuerza cuando Emma entró en el salón. Estaba animosamente hablando con Lawrence y Harris. Ellos eran dos de los herederos más notables de las grandes familias: Towell y Stone. Se dedicaban... básicamente a disfrutar de la fortuna de sus padres, pues aunque el grueso de la manada vivía en paz en la zona de las montañas, otros tenían contactos en las grandes ciudades, y sobre todo, negocios prósperos. Los Towell se dedicaban al mundo editorial y los Stone... bueno tenían negocios de importación, no del todo ilegales, pero tampoco para estar orgulloso. 

Tanto Karl, como Terry, los conocían  a todos los presentes desde siempre, y es que la endogamia era bastante notoria en la cúpula de la manada. 

Karl intentó mantener la respiración controlada mientras Emma parecía disfrutar siendo presentada a personas que aún no había conocido, como por ejemplo Domenico. No le gustó. Su diosa debería alejarse de cierta gente. 

—Así que ella es tu nueva asistente —dijo Lawrence mirando a Karl de reojo. 

No se le había pasado por alto el interés que el más enigmático de los Glattawer sentía por esa belleza rubia. Y aunque Karl intentó no reaccionar ante ese comentario, era evidente por la tensión de sus puños que no le había gustado nada que Lawrence se diera cuenta. 

—Lo es —dijo secamente —Cuando Karl lo miró, Lawrence seguía con los ojos clavados en Emma, mientras dio un trago a su copa.

Parpadeó lentamente y sintió una pequeña punzada en el cráneo. El dolor se extendió hacia el oído, y aunque intentó disimularlo, se notó la tensión en su mandíbula.

—Las hermanas son preciosas —apuntó Harris.

Karl se volvió hacia su otro compañero. Permaneció en silencio el tiempo suficiente para escuchar al Alfa dar la bienvenida a su futura esposa.

La burbuja en la que estaba pareció pincharse, como si alguien le hubiera destaponado los oídos, o simplemente lo hubieran sacado del agua y había podido respirar. Pero Lawrence le caía un poco peor.

Miró a Emma y apartó la mirada antes de que sus ojos hicieran contacto. Sus padres estaban junto a ella, no sería prudente que todo el mundo se diera cuenta del vínculo que había entre ellos.

—Está pero que muy buena.

Karl miró de nuevo a Lawrence, quien le daba un cocado a Harris.

—¿Nuestra futura reina? —preguntó con una sonrisa lujuriosa—. Ya lo creo.

—Hablo de la hermana. Esa Emma... —el imbécil cometió el error de volver a mirar a Karl— ¿No se te ocurren cosas que hacer con ella, además de trabajar?

—¡Sí! —Ahora Harris había caído en la cuenta—. La tienes en la biblioteca ordenando papeleo y otras cosas...

—¿Otras cosas? —siguió riendo Lawrence—. Sí, todos conocemos los apetitos de Karl, seguro que le hace hacer otra cosa.

Un gruñido.

Un vibrato bajo, pero que surcó el aire para hacerlos callar.

Fue efectivo.

—Vamos —tragó saliva Lawrence—. No te pongas así. Es un coñito muy apetecible, es lógico que hayamos sacado nuestras conclusiones.

—Lo único que sacaré yo, será tu polla de los pantalones para cortártela a trozos como sigas hablando así de Emma.

Lawrence lo miró horrorizado. No tenía dudas de que Karl era un macho que cumplía sus promesas.

—¿Estáis...? —Harri tuvo el buen tino de no terminar la pregunta—. Lo siento. Captamos el mensaje.

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora