Capítulo 40 (+18)

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Kein y Selene no hablaron mucho más del tema. Sí, la vida sería mucho más bonita y brillante sin asesinatos, y mucho más si estos no se cometían a metros de distancia de ellos, pero la vida del lobo era cruel. Al fin y al cabo, eran depredadores, siempre alerta para que los otros asesinos con colmillos, que pretendían estar en la cima de la pirámide alimenticia, no los llevaran a la extinción.

—Kein —Selene jadeó cuando la besó, con la clara intención de no quedarse solo en un beso. 

Se desnudaron con prisa y Kein la metió bajo el agua de la ducha para que ambos pudieran relajarse y dejar sus problemas fuera. El agua calentaba sus músculos entumecidos por la tensión de esos días. Bajo la cortina líquida y caliente, los cuerpos desnudos eran reconocidos por las manos del otro.

En un arranque de pasión, él la tomó con más fuerza de la nuca y la hizo retroceder hacia la pared de baldosas negras, al otro lado de la mampara de cristal. Sujetó la cara de Selene con ambas manos para que pudiera apartar sus ojos de él y así ver la pasión que le despertaba.

—No tienes idea de cuanto te deseo.

Pero por la sonrisa que su reina le dedicó, ella sabía exactamente cuanto la deseaba.

—Sí que lo sé —dijo con una sonrisa bailando en sus labios. 

Mientras lo miraba con intensidad, las manos recorrieron su abdomen, surcando las duras crestas de sus músculos perfectos. Abrió la boca salivando. Crestas de chocolate. Se lamió el labio, fantaseando en probarlas. Pero más abajo había otra cosa que deseaba probar. 

Tomó su miembro erecto y su mirada volvió a centrarse en la de Kein. 

—Sí, cariño —le dijo juguetona—. Sé perfectamente cuanto me deseas. 

Selene se dispuso a acariciar su miembro, arriba y abajo, escuchando como la respiración de amante se aceleraba.

—Nena... —ella apretó más fuerte, tomándola con las dos manos— ¿Te gusta volverme loco?

Selene se mordió el labio inferior.

—Un poco.

El Alfa sujetó su cabeza con más fuerza, descendió contra su boca, poseyéndola con la lengua, sacando de lo más profundo un gemido erótico que lo puso aún más duro.

—Ya es suficiente —Kein se apartó, casi sin aliento.

Por la decepción que podía ver en los ojos de su amada, ella no tenía ni idea de lo que le pensaba hacer. Le apartó las manos de su verga, dándole un unos toquecitos en los antebrazos, después la tomó por las axilas, hasta que sus pies no tocaron el suelo y la estampó contra la pared.

Otro gemido erótico de Selene y su sonrisa burlona, lo hicieron gemir. 

Él estaba perdido.

—Rodéame la cintura con tus piernas —le ordenó como si se les acabara el tiempo..

Ella se rio. 

—Como si pudiera hacer otra cosa —se burló.

Ronroneó cuando la piel de sus cuerpos entraron en contacto. Estaba tan caliente, su sexo palpitaba y dedujo que jamás tendría suficiente del Alfa, su macho. El vínculo estaba avanzando con fuerza entre ambos. Se había enamorado de Kein, sin que esa fuerza primigenia interviniera, o tal vez solo un poco. Pero a cada día que pasaba...

—Te amo —dijo contra sus labios. Gimió al notar su erección contra su vientre—. Más y más, cada día.

—Y yo a ti, mi reina.

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora