Capítulo 49

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—Vete.

—Hermano... —Terry miró a Karl, tan derrotado como él.

Junto a Karl, Emma permanecía de pie, escondida tras el formidable cuerpo de su compañero quien no dejaría que avanzara un paso. Estaba embarazada, Emma iba a darle a un lobezno fruto del vínculo más sagrado para los lobos. Pero Karl no quería pensar en ello, o sabía que su hermano no saldría vivo de allí.

—Eres un traidor —dijo Karl con pesar.

El lobo de cabellos dorados sonrió sin ganas.

—Tú también lo serás —se instauró un incómodo silencio, pero después Terry continuó—. Solo es cuestión de tiempo que te des cuenta que, en manos de Kein, estamos perdidos. Te daré ese tiempo para decidirte. Pero tarde o temprano volveré, y si no coges lo que te pertenece, yo me proclamaré rey.

Los hombros de Karl empezaron a sacudirse con fuerza. Se estaba riendo.

—¿Lo qué me pertenece?

—El poder y control de la manada.

Lo peor para Karl, es que su hermano lo decía en serio.

—¿O te proclamarás rey? —Terry asintió, y no bromeaba—. ¿En serio, hermanito? 

Silencio. Los ojos de Karl brillaban, pero no con un fulgor rojizo, sino a causa de las lágrimas.

—Es como un puñal en el corazón, saber que lo dices de veras

Terry negó con la cabeza. No estaba enfadado, simplemente sentía una profunda lástima.

—No quiero ser rey, pero tampoco me subestimes —dijo sin más—. Puede que no tenga el poder de las brujas como tú, pero las tengo a ellas de mi parte.

Karl endureció su semblante, hizo una mueca y señaló el cuerpo despedazado de Rania.

—¿Ella estaba de tu parte?, ¿intentando matar a tu hermano, a tu sobrino no nato? —Una energía sobrenatural pareció recorrer el cuerpo de Karl—. ¿Pensaba atacar a mi compañera sin consecuencias?

Terry apretó la mandíbula, poco podía decir contra eso.

—Rania, se equivocó —lo miró a los ojos con fijeza—, pero hay una alianza entre brujas y licántropos, mucho más extensa de lo que creéis. Se han unido en varias ciudades, ¿sabes por qué? El rey ha vuelto. El monstruo que desterramos hace siglos, ha vuelto a caminar entre los vivos.

En ese instante el cuerpo de Karl empezó a temblar.

—No lo sabemos.

—Lo sabemos —dijo Terry, muy seguro—. En estos momentos viaja hacia Nueva York. Y creeme, no estamos preparados para lo que se avecina. 

Karl se dijo que no le importaba. 

—No os ayudaré si eso conlleva traicionar al Alfa. ¡A tu sangre! 

Terry respiró hondo por la nariz. Entendía que todo aquello era molesto, pero... ¿acaso no veía que lo había hecho por un bien mayor? 

—No me arrepiento de nada.

—Por su culpa, Emma casi muere —le recriminó a Karl. La sangre rugía en sus venas—. Te quiero, hermano —le dijo con una respiración acelerada y apretando los puños—. Pero... si tus acciones vuelven a ensuciar uno solo de los cabellos de mi compañera... de mi amada, de mi reina... 

Nadie y mucho menos un lobo podía ignorar el tono de voz del Alfa que habitaba en Karl.

—Te mataré —dijo finalmente.

El deseo del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora