43 ─ Era hora de ir hacia mi luz

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Abro mis ojos al sonido de varios golpes sonando en la puerta de mi habitación del motel y los cierro de golpe al ver la claridad que daba directamente a mis ojos entrando por la pequeña ventana.


Gruño y muevo la cabeza de un lado hacia el otro intentando despejarme mientras sigo escuchando los mismo golpes.

-¿Quién mierda es? -pregunto mientras me levanto de la cama y cojo los pantalones del suelo que antes de quedarme dormido había tirado.

No se escucha nada pero algo blanco capta mi atención. Una carta siendo pasada por debajo de mi puerta. Mi ceño se frunce casi sin darme cuenta y abrocho la cremallera con prisa mientras escucho pisadas fuertes corriendo en el pasillo. Sin molestarme en mirar la carta, abro la puerta.

Ya no hay nadie al que pueda ver, pero si logro ver un mecho de pelo rojizo ondeando por la velocidad. Mierda, ¿cómo demonios sabía Romina mi habitación?

Sin pensarlo más voy detrás de ella, giro la esquina y no veo nada. Siento un golpe en mi nuca y mi cuerpo cae hacia delante sin fuerza. Otro golpe más cae sobre mi espalda dejándome con la respiración acelerada. Más pasos escucho con la consciencia que me queda y la veo corriendo a pasos de mí. No te rindas ahora, Justin dice mi voz interior. La tienes a pasos, a por ella campeón.

Con las pocas fuerzas que me quedan, lanzo mi cuerpo a la carrera. Cada paso que doy en un dolor insoportable en el pecho, el cual se cierra cada vez más.

-¡Perra! -grito mientras la cojo por el codo y la tengo delante. Cara a cara de nuevo. Sus ojos fríos me miran divertidos mientras su pelo se mueve aún de la fuerza con la que la he girado.

-Tranquilo bebé, tú novia está en buenas manos -me sonríe mientras tira de su brazo para soltarse. Por como estoy de fuerzas, no creo que tarde mucho en salirse con la suya.

-No le hagas nada malo Romina, mátame a mí, pero a ella no por favor. No tiene nada que ver en toda esta mierda -respiro con dificultad y mi espalda se curva de dolor.

-Ella es culpable por quererte. Sigues siendo mío Justin. Ninguna perra logrará apartarme de ti.

-Romina -mi respiración cada vez falla más-, no te atrevas a tocarla... Córtale un simple pelo y serás mujer muerta -me curvo ante el dolor que crece en mi pecho ante el golpe que me ofrece con el codo Romina. Se acerca a mi cara y a milímetro me susurra una frase que jamás olvidaré-:

-La mataré, juro que lo haré.

Sin más, me dejó ahí plantado, de rodillas en el suelo con mis manos apoyadas en éstas intentando que el aire entrara normal en mis pulmones. No había manera de conseguirlo y me estaba poniendo muy nervioso. Tiré mi cuerpo hacia atrás apoyándome en la fría pared con las rodillas flexionadas esta vez. Nada servía, la hija de puta sabía el toque perfecto para todo y había conseguido que me asfixiara.

Escuché varias puertas abriéndose, gritos y ruidos de sorpresa.

-¡Oh Dios mío, se está ahogando! ¡Necesita que lo vea un médico! -grita una mujer mayor que se hallaba a mi derecha.

-No, no necesita ningún médico -escucho la voz de mi amigo Jaden, tan grave como siempre.

-Claro que sí, ¡se está ahogando muchacho! Ahora mismo llamaré a una ambulancia para que venga a recogerlo.

No escuché nada más, mi cuerpo se tranquilizó y no quiso saber nada más de lo que me venía encima. Si llegaba al hospital, sería hombre muerto.

-*-

-¿Estás mejor?

-¿Dónde estoy? -me incorporé en la cama de matrimonio en la que estaba tumbado y miré hacia ambos lados.

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora