27 ─ Despedida

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Cuando acabé de meter toda mi ropa en la maleta -con la ayuda de Avery-, salí hacia el salón con mi brazo alrededor de los hombros de mi chica.

-Voy a echar de menos esta casa -comenté con un tono triste. ¿Cómo no echarla de menos? Desde que tenía 20 años, más o menos, había vivido allí.

-En el fondo yo también -me sonrió lentamente mientras acariciaba mi pecho. Yo miraba todo el salón queriendo quedarme con éste en mi retina para siempre. Avery simplemente me miraba desde abajo-. Aunque he pasado poco tiempo aquí, creo que ha sido la mejor etapa de mi vida -sonrió de oreja a oreja y la miré.

-¿Sabes que me haces feliz, enana? -revolví su pelo un poco y al sentir su quejido volví a colocarlo como lo traía antes, aunque un poco peor.

-No, no lo sabía, “enano” -dijo haciendo comas con sus dedos y mirándome burlonamente.

-Bien, ya era hora de que lo supieras -dejé de abrazarla y pasé a la cocina. Cogí una bolsa de cereales y me comí unos cuantos mientras esperaba a que Ryan y Juli volvieran. Enseguida entró por la puerta Avery saltando.

-Eres un cerdo, siempre estás comiendo -se paró de golpe al verme seguir engullendo los cereales de chocolate a los que era adicto.

-Tendré que mantener mi cuerpo atlético ¿no crees? -toqué mi fibrosa barriga. Ella rió mientras negaba con la cabeza.

-¿Sabes que si te pasas el día comiendo harás que tu físico se vaya por donde vino? -me reí.

-Para eso hago ejercicio -me encogí de hombros y ella me seguía mirando con ojos entrecerrados. La miré directamente intentando resolver lo que traía en sus pensamientos.

-Pues yo no te he visto haciendo ejercicio en todo lo que llevo aquí -sonrió triunfante. Dejé los cereales en la encimera y me acerqué a ella, la cogí por las caderas, la acerqué a mí y di un pequeño beso en sus labios. Ella enseguida estiró los suyos de nuevo para que lo volviese a hacer pero me retiré un poco sin separar nuestros cuerpos.

-Es que ¿sabes? -ella negó con la cabeza haciendo un puchero realmente adorable-. El sexo también está definido como deporte y no hace falta que haga ejercicio si me das mi ración de sexo -besé su cuello y gimió poniendo sus manos en mi pelo y acariciándolo.

Fui bajando mi boca hacia la clavícula fina y la mordí, haciendo que se moviera encima de sus pies por el deseo que se concentraba en su centro. Absorbí su piel, haciendo que se quedara entre mis labios durante un rato. Cuando solté esa parte, quedó un tono rojo y sabía que ahora tenía una marca de que era mía.

-Pareces un perro -comentó con la respiración agitada mientras me veía directamente a los ojos.

-¿Ahora que soy? ¿El ZOO entero? -soltó una sonora carcajada y dio un golpe en mi pecho-. ¿Ahora por qué soy un maldito perro, según tú? -la miré con una sonrisa.

-Vas marcando tu territorio en mi cuerpo. Casi siempre lo haces y tú nunca me dejas hacerlo a mí y al final me enfadaré, ¿sabes? -mordió su labio inferior con una pequeña sonrisa de lado pareciendo un demonio, un sexy demonio que te daba todas las ganas de pecar.

-¿Quieres marcar tu territorio en mí, nena? -pregunté ante su comentario anterior.

-¡Claro que quiero! -hizo un puchero-. Todas las mujeres que te ven tienen ganas de tirarse encima tuyo y tú nunca me dejas hacerte nada para que ellas sepan que eres mío... Parece que te avergüenzas de mí y no me gusta nada sentir eso Justin -al principio pensaba que lo decía de broma pero no ,cuando su mirada bajaba supe que hablaba enserio y esto no iba bien. ¿La hacía sentir insegura? ¿Cómo podía mirar a otra persona que no fuese ella? Levanté su rostro con dos de mis dedos y sus ojos parecían tener miedo y confusión.

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora