48 ─ La promesa

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-¿Vas a tardar mucho más en arreglarte, cariño? –mi grito resonó a través de toda la casa y escuché una voz fina que me contestaba desde la habitación principal.

-Justin, no seas impaciente, una chica necesita su tiempo para arreglarse.

Bufé al escucharla. Una de las cosas que más odiaba era esperar, y diciendo la verdad, me había quedado con una de las mujeres que más tardaba en arreglarse. Aunque gastaba más tiempo dando vueltas por casa que delante del espejo. A veces me desesperaba. Pero después la miraba, y me daba cuenta de que valía la pena cada minuto de espera.

Tenía la pantalla plana recién comprada encendida, pero como si no la tuviera, ya que mis pensamientos no me dejaban tranquilo.

Cómo habían cambiado las cosas en unos cuantos meses. 

Avery ya se había recuperado de las heridas que quedaban por su cuerpo –a lo cual ayudé, curando y besando cada una de ellas-. Bella estaba mucho mejor y hacía dos meses que le habían dado el alta. Según el doctor, su sobrino estará bien, siempre y cuando la señorita esté en reposo, sin alteraciones. Y como ella quería a ese bebé tanto como Jaden, los dos ponían su granito de arena.

Mi amigo ayudaba a su novia –y pronto mujer- con las cosas de casa cuando volvía del trabajo. Y, como no quería dejarla sola durante el día por precaución, Avery iba a visitarla y darle diversión mientras yo estaba trabajando ya que vivíamos a dos calles.

Pensaba dejarlo, y la verdad es que ya no estaba tan metido en el lío. Poco a poco iba alejándome de todo aquello, y eso hacía que mi chica tuviera más esperanzas en crear una familia conmigo algún día, repetía ella, más temprano que tarde le respondía yo. Miraba el suelo y lanzando un suspiro decía que tenía miedo. Yo simplemente la abrazaba y le explicaba lo buena madre que sería. Yo quería un niño, como el moco de Ryan.

Y hablando de esos dos... Se mudaron a un piso del centro. Ryan parece ir detrás de una de sus vecinas. La chica parece que no se lo está poniendo demasiado fácil ya que venía casi siempre con cara de fastidio y bufando mientras se quejaba del poco caso que le hacía ella a él, pero a su hijo bien que lo mimaba. A Juli le va genial en el colegio. Llevaba como un mes en ello y todos decían que era un niño realmente inteligente. Y él era cuidado y mimado. Tanto como su padre, como por su tita y su tito, por su vecina y por Kenny y sus dos hijas.

Kenny y sus hijas... Kenny sufrió mucho ante la muerte de Sheyla, pero él sabía que era lo mejor y así hizo. De verdad que las hijas de Kenny lo adoraban, pero sabía que algún día necesitarían una figura femenina. Por el momento, él decía no querer relaciones, ni mujeres por su alrededor. Estoy centrado en mi trabajo y en mantener unida a mi familia, no tengo tiempo para más, su frase favorita para cada vez que le preguntaba sobre el tema. Lo entendía y lo respetaba. No era fácil culparte de la muerte de nadie y menos de la persona a la que amas –o amabas- y madre de tus hijas.

Por otro lado, el más joven de los adultos de la familia, Fredo. Él era... seguía siendo el mismo loco de siempre. Se metió a trabajar con nosotros y con el buen sueldo que recibía se compro un dúplex en el centro de la ciudad –que estaba a quince minutos en coche- e iba de flor en flor. En estos meses nos había presentado como a cinco chicas diferentes. El chico no tenía nada claro.

Tú eres el menos indicado para hablar, me recordó mi voz interior. Ya he sentado cabeza, no te quejes, maldita voz.

Miré por el ventanal que tenía a mi izquierda y se veía perfectamente el arreglado y limpio jardín de nuestra casa. Un pequeño conjunto de casas privado fue el sitio que escogimos para comprar nuestro hogar. Un sitio tranquilo, con pocos vecinos y residencias familiares.

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora