8 ─ Mi tío

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-¿Me lo dices enserio cuando me dices que te quedarás?

-Joder Torres, soy un criminal, pero sé cumplir mi palabra.

-¿Y por qué... te quedas? -sonreí.

-No te pienses que es para que no te haga daño, nena -ella frunció el ceño-. Sólo que, lo que te espera de mi parte, será mucho peor a lo que la loca de Romina te podría hacer -vi como tragó duro y reí más fuerte-. ¿Asustada?

-No, Bieber.

-Oh, claro que lo estás.

-Cuando digo que no, es que no, mierda.

-¡Cuidado con tu boca perra! -le grité-. Sería mejor que tuvieras miedo. Nadie sale vivo de esta casa, sin contar a Romina y Ryan.

-Así que piensas matarme ¿verdad? -alzó el mentón-. Menuda novedad, el criminal más conocido de Jersey matando...

-Me encanta matar -sonreí cínico.

-Estás loco.

-¿Por qué? -que yo supiera, estaba sano de la cabeza.

-A una persona normal, no le gusta matar Bieber.

-Sólo mato a las personas que me hicieron daño, nena.

-¿Tanta gente te hizo daño? Porque mataste como mínimo a unas... 30 personas. Sin contar a las mujeres que violaste.

-Mi vida nunca ha sido fácil, chica. El mundo de la coca jamás ha sido de amigos.

-¿Coca? -asentí.

-En ese maldito mundo no haces amigos, sólo compañeros que a la primera de cambio te pegan una patada en el culo, y como sabrás, con Justin Bieber nadie juega.

-¿Cómo acabaste en ese mundo? -preguntó sorprendida. Parecía que la policía no sabía ni la mitad de mi vida.

-¿Te interesa? -dije rodando los ojos y ella asintió-. Pues no te lo voy a contar.

-Eres un estúpido.

-¿Otra vez con los putos insultos maldita sea? -subí mi voz y la miré con los ojos llenos de cólera.

-Lo... lo siento.

-Así me gusta -me senté en la cama sin saber qué hacer ya que la noche se me había jodido.

-Puedes salir...

-¿Qué quieres? ¿Que Romina entre y te haga lo que tengo pensado hacerte yo, dentro de muy poco? -se encogió de hombros.

-Si alguno de los dos lo va a hacer, que lo haga el primero que llegue, no quiero esperar y desesperarme hasta acabar muerta.

-Eso es lo que quiero. Que te desesperes, que pidas por tu muerte.

-Eres... eres un... -no le salían las palabras.

-¿Soy un qué?

-No tengo palabras para ti, Bieber.

-Ya, suelo dejar a las mujeres sin palabras... -le susurré-. Sobre todo, cuando tienen mi polla en la boca -dio un grito ahogado y se removió incómoda en la silla.

-Eres un cerdo.

-No te volveré a decir sobre el vocabulario nena. Si sigues con las malas palabras, te lavaré la boca, y no con jabón, sino con semen -puso cara de asco y gruñó.

-Jamás.

-¿Quieres que lo comprobemos que eso jamás pasará? -me levanté.

-Me metes la polla en la boca y te juro que te la dejo con una marca permanente.

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora