10 ─ Tatuaje

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Al día siguiente, todo estaba a oscuras gracias a que las persianas estaban bajadas, pero yo tenía un maldito reloj en la cabeza que me despertaba muy pronto en la mañana. Miré mi reloj de mano y sí, como suponía, las ocho de la mañana.

Miré a mi lado y volví mi mano hacia la cintura de la chica que seguía durmiendo. Miré al pequeño Juli y sonreí. Esto es lo que de pequeño y hasta los dieciocho años había soñado. Tener una familia, despertar cada mañana así, tener a alguien para compartir mi vida... ¿Pero ahora? Ahora no era posible. Un día que otro, me pillarían, o bien, huiría toda mi vida, y yo no quería esa mierda de vida para un niño pequeño o para mi novia...

Dejé esos pensamientos arrinconados, me restregué contra Avery como un gatito y ronroneé como uno de ellos. Ella, pasó un brazo por mi cintura, apretándome mientras se despertaba. Sonreí al escuchar el sonido que hacía mientras se desperezaba. Al ver que estaba cogida de mí, quitó rápidamente su mano. Yo la acerqué más, con cuidado de no despertar al pequeño.

-Voy a ir a comprar, te dejo a cargo de Juli. No hagas nada de lo que después te puedas arrepentir, nena.

Sin más, me levanté de la cama y fui directo hacia la ducha como casi cada mañana hacía.

A la media hora, ya estaba duchado, afeitado, vestido, perfumado y listo para salir a comprar. Puse en mí una peluca y gafas de sol para que no me reconociesen. Coloqué el pelo falso de color negro sobre mi cabeza, acomodándola bien para que no se saliera con el viento. Me puse lentillas verdes, y encima las gafas de sol. No me quedaba tan mal el color negro.

Salí de allí y Avery me miraba divertida desde la cama mientras acariciaba el pelo rubio del pequeño.

-Te queda bien el pelo negro -comentó burlándose.

-Sé que te pongo de todos los colores, mi amor.

-Eres un imbécil, cielo.

-Oh, me halaga viniendo de ti -sonreí-. Intenta no salir mucho de la habitación, ya sabes, Romina.

-Saldré cuando quiera Bieber.

-Está bien, no te me pongas vacilona nena.

-Vete al infierno.

-Más te gustaría.

Cogí mi cartera de la mesita de noche y comprobé si tenía bastante bastante dinero en ella para comprar todo lo que debía.

-Adiós bella durmiente -me despedí con una risa. Sabía que la sacaría de quicio.

Antes de que llegara a darme con el cojín que me tiró, la puerta ya estaba cerrada. Sonreí como un estúpido. Realmente me reía con esta mujer, era un no parar de tonterías. Llegué al salón donde estaba un Ryan con ojeras, sentado mirando un punto fijo.

-Hey, bro, ¿qué pasó? -él se encogió de hombros.

-Estuve toda la noche buscando a Carol, ella nunca apareció. Fui hasta el puente, me dijeron que aquella noche no había aparecido por allí... Pero tenías que haber visto el sitio Justin... Era deprimente. Mujeres y hombres durmiendo en el suelo, con pequeñas fogatas... -meneó su cabeza para alejar los recuerdos y me senté a su lado.

-¿Qué pasó con ella...?

-¿Carol? -asentí-. Ella fue muy importante en mi vida. La conocí hará más o menos unos cinco años, en una fiesta mientras tú estabas follándote a su amiga. Ella se acercó, inocente y me pidió un cigarro. Se lo dí y empezamos a hablar, ella fue la única chica con la que he podido hablar sin aburrirme... Y bueno, después pasó lo que tenía que pasar. Me quedé prendado de ella Justin. Era la mujer más bonita e inteligente que alguna vez haya conocido y no creo encontrar a una que le llegue por lo menos a la suela del zapato. Ella ha sido la única en mis pensamientos en estos años, y no creo que eso llegue a cambiar algún día. A raíz de eso, empezamos una “relación” en secreto hasta que un día me dejó una carta:

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora