18 ─ El accidente

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El sol dando en mi cara me hizo abrir los ojos. Me moví un poco y sentí su cuerpo debajo del mío. Sonreí por inercia y levanté poco a poco mi cabeza para encontrarme a Avery con sus ojos cerrados y la boca medio abierta. Su ombligo subía y bajaba, y también su pecho, por la respiración tranquila. Lo que significaba que seguía durmiendo como un lirón. Un lirón sexy y precioso.

Me volví a acomodar como antes, moviendo mi cadera para estar más cerca de ella. Avery se movió un poco pero siguió durmiendo. ¿Ni aunque hubiese un maldito atraco se despertaría? Mordí mi labio inferior para no reír ya que había escuchado un gemido salir de la boca de Avery mientras seguían en su sueño. Me quedé quieto por si acaso volvía a pasar.

A los cinco minutos, el mismo sonido salió del interior de su garganta, haciendo que mi erección matutina creciera con rapidez. Maldita mujer. Hasta dormida sabía cómo hacer para ponerme caliente. Sentí como su cuerpo se movía debajo del mío, sus caderas levantándose, chocando con mi -ya crecida- polla. Esta vez un gruñido salió de mi boca, haciendo que sus ojos poco a poco se fueran abriendo.

Una avergonzada y sudorosa Avery despertó. Cuando se dio cuenta de nuestro estado, su respiración empezó a ponerse nerviosa y yo sonreí. Oh sí, esta mañana prometía, y mucho. Por fin algo de sexo duro y desenfrenado.

Levanté mi mirada para verla mirándome directamente, una mirada que decía 'ven aquí y fóllame'. Empecé a besar el valle que se encontraba encima de sus pechos mientras mis manos tiraban hacia arriba su camiseta -la cual era mía-. Me posicioné encima de ella, no dejando ni un centímetro de separación entre ambos cuerpos, presionando mi entrepierna en la suya, lo que hizo que soltara un gruñido acompañado de un grito ahogado de parte suya.

-¿Qué has soñado? -pregunté sin voz mientras seguía mi trabajo hacia abajo, hasta su ombligo, en el cual metí mi lengua, sintiendo su sudor en mi ésta. Salado y con olor a coco.

-Que me lo hacías -gimió mientras sus piernas me acorralaban instalándose alrededor de mi cintura.

-¿Quieres hacer tu sueño realidad? -después de que mi pregunta llegara a su cerebro y éste la pensara, asintió con ganas, cogiendo mi pelo y estirando de él, haciéndome subir, por primera vez en aquella mañana, a sus labios.

La primera guerra se desató entre ambas lenguas, cada una intentaba ganar la invasión, haciéndome sonreír entre besos. Su ropa había desaparecido, sólo quedaba su tanga negro para hacer perfecta la mañana. Mordí fuerte su clavícula nada más llegué allí.

-¡Bestia! -gritó y después empezó a reír. Dejó su risa cuando empecé a dar profundos besos en su cuello, dejando marcas, como cual perro mea en la calle, marcando mi territorio. Un territorio que después de hoy, nadie podría volver a probar.

-Después de hoy, nadie te va a tocar, nadie que no sea yo -le advertí con voz ronca mientras mis manos pasaban de su ombligo hasta sus pechos, acariciando los hinchados pezones por la lujuria. Besé sus labios con posesión.

-Soy tuya -dijo en un arranque cuando ambos dedos se metieron por su tanga. Bajé con ellos y mis dientes cogieron el encaje de éste, bajando poco a poco, dejando a mi vista su depilado centro. ¿Dónde había sacado tiempo para hacérselo?

-¿Cuándo te depilaste? -levanté una ceja mientras sonreía de lado. Se puso roja pero se encogió de hombros.

-Llevaba unos años haciéndome depilación láser, ya no tengo -sonreí.

-Mejor, así no perdemos tiempo en depilaciones -ella sonrió y se tensó cuando mi boca besó su parte íntima-. ¿Te gusta? -la miré desde abajo y sentí como su cara se inclinaba hacia delante y me sonreía como respuesta-. Así que te gusta, ¿lo lento o lo rápido?

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora