19 ─ Volver a nacer

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El coche no daba para más, el paisaje a mi alrededor se veía confuso gracias a mi velocidad, pero mierda, ¿cómo cojones iba a llegar? Estaba aún a media hora de mi casa. Todo los coches me pitaban pero me daba igual. Yo sólo podía pensar en Avery y Juli. ¿Qué mierda había podido pasar?

Las ruedas de mi Mustang no frenaban y mis dedos se ponían blancos por la gran presión que había puesto en el volante.

-Resiste por Dios -susurré-. No dejes que nada les pase por favor -volví a susurrar para mí mismo y aunque no fuese muy creyente, en este mismo momento le estaba pidiendo a Dios que los mantuviera a salvo.

De golpe recordé un bosque que estaba por aquí cerca, ¿y si era el mismo bosque que el de mi casa y podía llegar antes? Arriesgarse o no, esa era la cuestión. Miré a los arboles mientras pasaba a toda velocidad a su lado. ¿Me arriesgaba? ¿Y si tardo más y...? Negué con la cabeza para quitar esos pensamientos de mi cabeza. ¿Sabría llegar a mi casa si me metía en ese gran bosque?

-Ayudame en esto por favor -miré al cielo antes de girar mi coche a toda velocidad y meterme entre los árboles altos y fuertes que consistían el bosque. Aquello, más que un bosque parecía una maldita selva. Nada se podía ver, todo era verde, ninguna vista de alguna casa, menos de la mía.

Empecé a ponerme nervioso cuando no encontraba nada y llevaba diez minutos corriendo con el coche como un desquiciado.

-¡Por favor! -grité suplicando, mientras mi cara se contraía. Era tan malo saber que las personas que quieres están en peligro y no puedes hacer nada. ¿Sabéis la impotencia? Es lo que yo estoy pasando ahora. ¿Cómo mierda encuentro la salida a todo esto? Decidme, porque yo no tengo ni idea-. Si haces que estén a salvo, haré lo que sea por favor -dije en voz baja mientras mis ojos miraban a mi alrededor con expectación, pero no encontraban nada.

Y como arte de magia, un tejado apareció ante mi vista, haciendo que apretara más el acelerador y mis ojos miraran para intentar saber si era el de mi casa y no era una alucinación. Pero supuse que no lo era cuando la casa estaba a mi vista. Aparqué corriendo y haciendo sonar las ruedas en la arena seca que se encontraba enfrente del sitio donde vivía. Abrí la puerta del coche, y sin cerrarla me puse a correr hacia la casa, gritando como un loco los nombres de Avery y Juli.

Con manos temblorosas por lo que podría encontrarme allí dentro, cogí las llaves que se encontraban en mi bolsillo trasero y abrí, sintiendo un silencio que daba miedo. ¿Dónde estaban las risas, las bienvenidas? ¿Qué había pasado?

Saqué la pistola, con el cañón de ésta para abajo, me dirigí con paso rápido pero silencioso a inspeccionar la casa. Cuando salí de la cocina sin ver nada raro, mi cara se quedó blanca al ver la escena.

Juli estaba atado a una silla del salón, sus piernas estaban juntas con cinta adhesiva. Su carita estaba agachada y un poco ensangrentada. Sus brazitos pequeños estaban juntos por detrás de la silla con mucho esfuerzo ya que casi no llegaba.

Me acerqué a él lentamente y me puse enfrente suyo de cuquillas. Lo moví un poco por sus hombros y enseguida levantó la mirada. Sus ojos rojos de llorar me vieron enseguida mostrando un brillo al verme allí. Intentó hacer una mueca de sonrisa pero no pudo.

Una bombilla pareció encenderse en la cabeza del pequeño ya que abrió los ojos mucho y movió su pequeña cabeza, parecía que quería decirme algo. Solté sus piernas, cortando con mi navaja de mano la cinta adhesiva e hice lo mismo con sus manos. Cuando éstas fueron libradas, me señaló detrás mío. Mi vista se fue hasta allí, haciendo que mi corazón dejara de latir.

Avery estaba tirada en el suelo, echa una bola, con sangre por todos lados. Mi cuerpo fue incapaz de hacer nada, se quedó quieto, esperando que todo esto fuese una maldita pesadilla de la que si me quedaba quieto iba a despertar. Cerré fuertemente los ojos para alejar esa escena de mi mente y pasé mis manos con frustración por mi cara.

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora