45 ─ Para siempre

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La luna ya está a lo alto del cielo, alumbrando mi camino con una potente luz. Todo está tranquilo, sólo se puede oír el ruido de mis pasos y de fondo el sonido del agua corriendo por el río. Tanto silencio me está poniendo el bello como escarpias. Nunca me ha gustado ni la noche ni esta tranquilidad tan rara.

Me arropo en mi chaqueta de cuero que no me cubre de la gran humedad que hay en el camino y sigo caminando hacia el descampado por el estrecho y turbulento camino de grava.


Saco de golpe un cigarrillo de mi chupa y lo enciendo. Lo necesito. Tanto como si esto es una trampa más de Romina o si en realidad Avery está al otro lado del camino esperando por mí.

El humo se adentra por mi boca y lo expulso por ésta un poco más tarde lanzando todo hacia arriba. Siento como mi cuerpo se va tranquilizando. Siempre el tabaco tiene ése efecto en mí. Por eso mismo lo necesitaba.

No paro de caminar mientras siento como mis nervios se van calmando a cada paso y a cada calada. Todo va a salir bien, vas a salir con tu chica de aquí y vais a ser felices para siempre, me repetía una y otra vez en mi cabeza.

Antes de abrir la verja por la cual tenía que entrar, tiré el cigarrillo al suelo y lo pisé con la punta de mi pie, y al segundo escuché un ruido al otro lado de la valla. Miré hacia adelante y allí estaba. Romina sonriendo y Avery de rodillas enfrente dándome la vista de su cara agachada. Sus brazos estaban atados en su espalda y llevaba el mismo pijama con el que había huido, sólo que medio roto y estaba temblando de frío.

Mis nervios se volvieron a crispar al verla así y perdiendo mi autocontrol, con un movimiento rápido abrí la verja, ella levantó la vista y sus ojos se iluminaron y a la vez se llenaron de lágrimas al verme. Corrí hacia ella hasta que Romina al ver que ya estaba lo bastante cerca le puso una pistola en la sien.

-Ni un paso más si quieres salir con ella -sonrió sabiendo que hiciera lo que hiciera, ninguno de los dos saldría vivo.

-Suéltala, ya le has hecho demasiado daño, Romina -miré su cuerpo para ver sus magulladuras y arañazos a través de toda ella-. ¿No tienes corazón? -miré directamente esos ojos de los que una vez yo había creído enamorado y ahora me miraban solamente con rabia.

-Tú tampoco tuviste corazón al matar a todas las personas a las que has matado. Siempre va a hablar un ciego a la puerta de un cojo -sonrió con malicia-. Dime, ¿por qué no puedo matar a tu chica como tú hiciste con todos los demás? -empezó a hacer círculos con el cañón de la pistola en la sien de Avery y ella cerró los ojos con miedo. Mi mandíbula se apretó.

-Porque sabes que si la matas, no saldrás viva de aquí -se rió con superioridad. Estaba claro que ella tenía las de ganar por ahora. Mi pistola estaba en el bolsillo trasero y ella podía disparar en un segundo a mi chica y luego a mí en cinco. Era rápida.

-¿La has echado de menos, Justin? -miro a Avery que levanta la cabeza enseguida y me mira con ojos de amor, diciéndome con la mirada que ella sí me extrañó. Le sonrío levemente y vuelvo a mi mirada fría hacia la pelirroja.

-He estado muriéndome sin ella -la mandíbula de Romina se apretó un segundo, luego intentando disimularlo sonrió y le dio un golpe a mi chica en la columna vertebral haciendo que agachara la cabeza y soltara un gemido de dolor que se escuchó por todas partes.

-¡No le hagas daño, hija de puta! ¡No la toques, no la toques, imbécil! -arrugó la nariz mientras escuchaba mis palabras. Sabía que le habían dolido porque venían de mi parte, pero más me había dolido a mí ver a la mujer de mi vida siendo golpeada y sabiendo que era mi culpa.

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora