14 ─ Cambio de planes

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-No sabía que un criminal tendría una XBOX 360 en su casa -se burló Avery desde la cama viendo a Juli y a mí jugando, casi tragándonos la pantalla.

-Hay tantas cosas que no sabes de mí, nena -sonreí sin mirarla.

Era la primera vez que me hablaba en todo el día después de la escena de celos en el baño. Porque sí, eran celos mierda, había que aceptarlo. Pero nunca en alto, habló la voz que más temía en mi vida, mi subconsciente. Claro que no, nunca lo aceptaré en voz alta, pero la verdad era que había quedado bastante claro.

Os preguntaréis, ¿qué ha pasado después? No mucho, la verdad. El pequeño Juli se había despertado y había corrido a mis brazos porque había tenido una pesadilla. Yo lo arropé en mis brazos y me senté con él en la cama mientras Avery se encerró con un gran portazo en el lavabo. ¿Qué le pasa a la tita? preguntó Juli con pequeñas lágrimas en sus ojos. ¿Hice algo malo?, yo negué con la cabeza y le sonreí. Fui yo el que me equivoqué enano, tú no tienes nada que ver.

Después de un rato, salió del baño, viéndonos jugando a la XBOX 360, se tiró a mi cama y suspiró mientras veía el techo. Yo la miraba por el rabillo de mi ojo y por eso el pequeño me ganó a fútbol. Después, como hombre que soy, me enfadé. Tenía que ganarle a Juli. Nadie me ganaba, y menos un chiquillo.

Fue una tarde llena de competición, “peleas” y... risas. Sí, me reía viendo la cara de enfadado que ponía el pequeño cada vez que le ganaba y él se reía de mis caras cuando era yo el que perdía. Y Avery... Ella se reía de ambos cuando se le pasó el cabreo.

-Mierda, ¿enano cómo cojones eres tan bueno? -pregunté exaltado.

-Será porque tú estás en todos lados menos en el juego -contraataco Avery desde su posición en la cama.

-Buen punto nena -la miré y tenía las piernas para arriba y jugaba con sus pies-. Pareces una niña pequeña -sonreí y me miró desde arriba.

-Por lo menos soy una niña guapa, no como tú, que eres un viejo feo -me sacó la lengua y reí.

-¿Eso piensas? ¿Qué soy un viejo feo? -arqueé una ceja.

-Claro que lo pienso, por eso lo dije -rió jugando aún con sus piernas y pies.

-Juli -susurré en su oído-, ¿por qué no vas a jugar un rato a la terraza? -él me miró con cara de sorpresa-. Necesito arreglar unas cosas con la tita -le sonreí inocente.

Asintió sin decir nada y se fue hacia la gran terraza a la que daba mi habitación. Cerré las cortinas y la miré, allí aún, tumbada y con las piernas levantadas.

-Ahora en serio, pareces una niña pequeña -sonreí-, pero estás sexy -me miró con una ceja arqueada.

-¿Qué tiene de sexy mi posición? -frunció el ceño.

-Míralo desde mi perspectiva. Tumbada en mi cama, con el pelo alborotado, con los labios rojos de mordértelos -me subí en la cama por encima de ella, posicionándome entre sus piernas-, y abierta de piernas -tragó saliva ruidosamente al sentir mi peso sobre ella.

-Si lo miras así... -la interrumpí poniendo mi dedo índice en su labio inferior acariciándolo.

-Aquí sobran las palabras.

Me acerqué a sus labios y los besé con ganas. Maldita mujer con labios adictivos.

-Oh por Dios, esta vez no te libras -gruñí tras separarme escasos centímetros de sus labios.

Acariciaba sus piernas desnudas mientras metía la lengua dentro de su boca, haciendo movimientos bruscos pero a la vez suaves con ésta. Surgió un gemido de su boca y con ello subió sus caderas, haciendo que mi erección creciera y también las ganas de meterme en sus pantalones.

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora