46 ─ Vinimos a matar, no a llorar

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Todo el mundo alertado por el disparo de Kenny, dirigió su mirada hacia él dándome tiempo a ponerme de pie y correr hacia Avery para ponerla detrás de mí.


Ante el movimiento, Romina se giró y me vio cara a cara. Una sonrisa amenazante acrecentó en sus labios, haciendo que mis pelos se pusieran de punta.


¿Tenía todo preparado?... ¿Había hecho lo que ella quería que hiciese?...


Miré con duda a Kenny que ahora me miraba con los ojos bien abiertos mientras movía sus manos cortándole el paso a su mujer para que no viniese a por mí.


Esto era entre Romina y yo, nadie más debería estar aquí. Ni mi chica debería estar herida por la maldita pelirroja. Tiré de mi mano hacia atrás, toqué su muslo con delicadeza para calmarla, se aferró con fuerza a mi mano y sentí como las suyas temblaban. Supuse que sería una mezcla de miedo y nervios.


-Por fin te veo cara a cara y no es para huir, cariño -Avery apretó aún más su mano con la mía y yo empecé a hacer pequeños círculos en la suya-.


-No me llames así, Romina -gruñí entre dientes-, ya no tienes ese derecho -sus manos formaron dos puños a ambos lados de su cuerpo, una de ellas con la pistola.


-¿Y antes, Justin? Antes sí que tenía derecho, ¿verdad? -acaricié más rápido a Avery y ella se acercó más a mí, plantando un pequeño beso en mi hombro para tranquilizarme. Al segundo sentí como mis músculos agarrotados se relajaban.


-Antes tenías muchos derechos sobre mí que no merecías y aún así no los aprovechaste -miró al suelo y enseguida volvió a subir su mirada hacia mi chica.


-Yo quería volver contigo Justin... tú me querías, me tenías cariño, yo era la que siempre estaba ahí cuando todo el mundo te falló -su cara se arrugó ya que estaba perdida en sus pensamientos-, yo te animaba... ¿Quién estuvo ahí para salvarte de la silla eléctrica a la que te mandó la mal parida de tu nueva novia? ¡¿Eh?! -se alteró y apuntó con el cañón de su pistola a Avery, a la cual yo metí detrás de mí de nuevo ocultándola.


-Si disparas a alguien, que sea a mí, Romina -dije serio y una pequeña lágrima cayó de su ojo.


-Te perdí para siempre, ¿verdad? -asentí lentamente con la cabeza. Después de mi gesto, sus lágrimas fueron abriendo paso y abandonando sus ojos. Parecía una niña indefensa ahora mismo... Tuve ganas de ir y abrazarla, pero después pensé en todo el daño que había causado y cambié de idea. Se secó las mejillas y continuó hablando-: dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, y ahora entiendo perfectamente esa maldita frase.


-¿Ya está bien de tanto sensiblería, ¿no Rom? -habló la voz grave de Clarck, que estaba a un lado de todo, en un segundo plano hasta que habló-. ¿Ya no te acuerdas a lo que vinimos? -Romina miró a todos con sus ojos rojos y con más ganas de llorar-. Vinimos a matar, no a llorar.


Esa frase hizo que Romina creara de nuevo el maldito muro delante de ella y encerró sus sentimientos muy dentro, en un pozo sin fondo, el cual sólo se abría muy de vez en cuando.

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora