11 ─ Tirado en la cocina

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-Aw, si parecen una familia feliz, y todo.

-¿Qué te pasa, Romina? -pregunté y Avery al verla, se refugió en mi espalda.

-¿Qué? ¿Me tienes miedo? -sonrió cínica mientras le hablaba a Avery.

-No te metas con ella. Métete con gente como tú.

-¿Y cómo son las personas como yo? -preguntó pícara y yo reí.

-¿Cómo son las personas como tú? -asintió-. Unas perras -abrió sus ojos, y juro que si su boca no estuviera conectada con su cuerpo, hubiera llegado hasta el suelo.

-Eres un imbécil.

-Me lo suelen decir -ella rió.

-Os dejo familia -hizo una seña con su dedo corazón y desapareció.

-¿Las personas pueden ser perros? -preguntó inocente el niño que estaba entre mis brazos y yo reí.

-Sólo algunas personas... No todas tienen ese poder -me giré hacia Avery que miraba el piso-. ¿Te encuentras bien? -asintió-. Hey pequeño, ¿por qué no vas con papá? Creo que necesita un poco de cariño. Está en la cocina. Ves, corre -le di un empujoncito en el culo y empezó a correr, con sus nuevas supras-. ¿Qué te pasa? -cerré la puerta con cerrojo.

-Nada Justin... Ya te dije -comentó cogiendo las puntas de su camiseta y enredándolas entre sus dedos.

-Me dijiste que no te pasaba nada... Ahora quiero la verdad -subí su mentón.

-Tengo miedo... cada vez que ella se acerca es como... -suspiró mirando de nuevo al piso-. Me mira con cara de querer matarme cada vez que me ve.

-Es una perra, no le hagas caso nena -besé su mentón-. Mientras estés a mi lado, nadie te va a hacer daño -subí mis besos hasta llegar a su boca. Suspiré encima de estos y ella gimió-. ¿Me oyes? Nadie nena, nadie.

-¿Me lo prometes? -colocando mis manos en la parte inferior de sus muslos,la subí a mi cintura.

-No te lo prometo -dije encima de su cuello-, te lo juro -besé éste último.

Después de eso, ninguno volvió a hablar. Seguí mi camino hacia abajo, besé la parte encima de sus pechos y ella se retorcía entre mis brazos. Con sus delicadas manos, empezó a acariciar mi pelo de manera salvaje. En aquella pequeño habitación solamente se escuchaban nuestros labios al separarse, respiraciones agitadas y nuestros pequeños gemidos que eran tragados por los labios del otro. Subí la mano de sus muslos a su culo. Cogí mi bóxer que estaba en su cuerpo y empecé a hacer como si lo fuera a quitarlo, después, haciéndola enfadar, lo volvía a su sitio del principio. Empezó a gruñir y yo sonreí encima de sus labios.

-Me encanta como queda mi bóxer en ti, nena -ella sonrió, dejando a un lado el temor.

Seguí subiendo una de mis manos hasta su cintura, subiendo con ella la camiseta grande que llevaba, dejándome tocar su piel tersa y fina.

-¿Cómo mierda pareces tan delicada y después eres fuerte como una roca?

-Tengo mis tácticas -dijo entre jadeos producidos por mis besos y mis mordidas en su clavícula.

-¿Sabes que eres hermosa?

-Nunca me lo habían dicho -comentó abrazándose más a mí.

-¿Me hablas enserio? -se encogió de hombros.

-Troy no es un hombre de palabras bonitas, sólo quieres follar como conejos -reí.

-Al parecer, ése hombre y yo tampoco somos tan diferentes -Avery se tensó y supe el por qué-. Hey, yo no te pienso pegar, nena. 

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora