4 ─ Antes de morir, tengo que hacer esto

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-Despierta Bieber -me llamó una voz por fuera de mi habitación.

Abrí los ojos al reconocer de quién se trataba. Ryan.

-¿Pasa algo, bro?

-No, sólo que si quieres seguir a tu amiga perra, tendrás que levantarte ya. Seguramente ya estará en la comisaria.

-Oh -dije refregando mis ojos para intentar despertarme del todo-. Gracias.

Me levanté de la cama y me fui directo a la ducha que tenía en el lavabo de mi habitación. Suspiré y me metí debajo el agua fría de la ducha para desvelarme. Sentía las gotas correr por mi cuerpo y me relajaba.

Salí antes de coger una pulmonía. Me puse unos tejanos negros, una camiseta blanca apretada y una chaqueta de cuero negra. Metí por dentro de mi camiseta mi rosario, el cual, siempre llevaba y salí hacia el salón. Allí me encontré con Romina tumbada de mala manera en el sofá mientras absorbía su botellín de cerveza. Maldita alcohólica. Pero me había salvado el culo muchísimas veces.

-Hola Bieber -me saludó señalando su mejilla para que fuera a darle un beso. Sin más me acerqué y juro querer besar su mejilla pero ella movió su cabeza poniendo sus labios en contacto con los míos.

-Mierda, ¿qué haces, Rom?

-¿Qué? ¿No puedo besarte? -me sonrió pícara.

-No joder, ¿qué pasa con Ryan? -se encogió de hombros.

-No puedo estar más de un año con la misma persona Justin, eso tú lo sabes.

-Sí, claro que lo sé -respondí con la mandíbula apretada.

-¿Entonces? ¿Uno rápido?

-No por Dios, Romina. Tengo algo más importante que hacer.

-¿Ir a por la perra? -asentí-. Si quieres, te puedo acompañar.

-No, me pasaré el día fuera, no volveré a comer. No me esperéis despiertos.

Cogí las llaves de mi Mustang y salí hacia el aparcamiento. Era hora de hacerle una pequeña visita a la perra. Encendí mi coche después de varios días sin hacerlo y el motor rugió fuerte y sonreí. Arranqué a toda velocidad haciendo que las llantas chirriaran contra el suelo del asfalto y desaparecí por la larga carretera asfaltada que llevaba hacia la casa que teníamos a las afueras.

El sol estaba en todo su resplandor, dejándome ciego mientras conducía hacia la comisaria más importante de todo Nueva Jersey donde trabaja aquella sexy mujer, con los cojones mejor puestos que su novio.

Sonreí al llegar a la mismísima puerta de la comisaria. Allí estaba ella, fumando y mirando para ambos lados cada dos por tres. Como si alguien la pudiera estar mirando. ¿Tendría algún enemigo? ¿Por qué esa cara de miedo, Torres? Se levantó del pequeño bordillo en el que estaba sentada, tiró el cigarro y se dispuso a entrar dentro, dejándome ver su magnífico culo.

-Pedazo culo, nena -silbé.

Cinco horas más tarde, estaba cansado de estar allí plantado sin hacer nada. No había vuelto a salir más. Ni siquiera un maldito descanso en cinco horas. Bufé al estar exasperado al no saber dónde mierda estaba, y qué estaba haciendo.

De golpe, las puertas se abrieron y dejaron ver a una Avery con cara pálida y agarrada del brazo de su novio Troy dirigiéndose hacia el coche del grandullón. Me puse atento a cada paso que daban y arranqué el Mustang para seguirlos. Enseguida Troy salió hacia la carretera principal, y con unos cuantos coches por delante mío, los empecé a seguir. Gracias idiota, por mostrarme tu casa. Sonreí.

La silla eléctrica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora