MUCHO MÁS QUE AMOR (Juliantina )

ME VOY

  Al Valentina darse cuenta que Juliana no sabía que responder, que se había quedado sin palabras ante las propias palabras de su hijo, decidió tomar el control de la situación. No tuvo que dar ni un paso ya que la morena seguía a centímetros de distancia con respecto a ella, así que solo le mostró una calurosa y tierna sonrisa a Killian y le brindó sus brazos, los cuales el niño no rechazó pues es bien sabido el fanatismo que este tenia con Valentina. Ella le besó el cachete con cariño, con el cariño de una madre hacía un hijo.

  Ni siquiera reparó en el hecho de saberse observada mostrando ese tipo de afecto ante tantas personas porque poco le importaba lo que ellos pensaran ya que su cariño por Killian no era algo que quisiera ocultar.

  Con el niño en brazos caminó en dirección a Elaine y su hijo. Primero le dejó un beso en las mejillas de la niña. Luego le dio otro beso a su hijo y le revolvió los cabellos como solía hacer cada mañana para finalmente quedar frente a su madre, a la cual también le besó la mejilla aunque en realidad no quería hacerlo porque seguía muy molesta con ella, pero su hijo y los otros dos niños no tenía porque darse cuenta de eso.

Valentina-así es Kiki. Soledad también es la abuela tuya— buscó los ojos de su madre y continuó—verdad madre?—el tono de su voz era claramente amenazante. Su tono le dejó saber a su madre que negar sus palabras no era una opción, por lo que Soledad se obligó a sonreír y asentir mientras inconscientemente le acariciaba las mejillas a ese moreno ojiazul que la había enamorado con su inocente e inconsciente dulzura.

Para sorpresa de todos los presentes, el desayuno transcurrió sin ningún inconveniente. Obviamente los adultos podían notar una tensión un tanto incómoda entre las Juliantinas y la madre de Valentina, pero nada tenía que ver con la de hacía tan solo unas horas atrás cuando Valentina y Soledad se habían disgustado.

No habían hablado nada, ninguna voz que no fuera la de los niños y la de Soledad se escuchaba, porque ella se había encargado de dirigir y organizar ese desayuno. Por lo menos el trato de Soledad con los niños había sido excepcional, los había tratado a los tres con cariño sincero y de eso sus madres fueron consientes. De hecho tanto Caridad como Juliana le agradecieron porque no hacerlo sería un acto de muy mala educación.

Juliana pensó que por muy mal que la madre de Valentina la había hecho sentir la noche anterior, no podía no sentirse en deuda con ella por como había tratado a su hijo. Después de todo Killian era lo más importante y él parecía sentirse bien no solo en la casa de Valentina, sino que también se sentía cómodo en presencia de la madre de esta.

Solo hasta el momento en que los niños debían irse a su escuela, fue que todos los adultos entraron en una especie de discusión civilizada, ya que ni Caridad ni Juliana querían delegar sus obligaciones en alguien más. En este caso en Eloy, el cual por sugerencia de Soledad se había ofrecido a llevar a los tres niños a sus respectivas escuelas.

Caridad y Juliana alegaban que no le daría tiempo a dejarlos a los tres a tiempo ya que estudiaban en escuelas diferentes, pero Eloy y Valentina pensaban todo lo contrario pues tenían horarios de entrada diferentes. Estuvieron más de diez minutos debatiendo hasta que la voz de Soledad los interrumpió.

Soledad-dejen que Eloy los lleve. Falta más de una hora para dejar a Brandon que es el que entra más tarde, estoy segura que si Eloy toma las rutas más rápidas le dará tiempo de sobra—todos la miraron. Caridad ya casi estaba convencida, pero como advirtió que su amiga no lo estaba del todo, prefirió reservarse su opinión
Juliana-muchas gracias señora, pero tanto Eloy, como Valentina y usted, han hecho bastante por nosotros, y aceptar más sería abusar—buscó los ojos de Valentina sabiendo que estos estarían muy enfadados y dolidos, por ende no pudo advertir como Soledad se contenía de rodar sus ojos porque... porque ¡Mierda! Ella era una Valdés. Soledad no podía ni quería creer en sus palabras bonitas y llenas de orgullo. No se comía el cuento de la mamá luchona. No debía dejarse embaucar de nuevo por la labia de un Valdés. Había aprendido la lección y no caería por... por... ya había perdido la cuenta de cuántas veces había creído en las palabras de un Valdés.