El Bajo Mundo: Segunda Parte

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Aviso
Este capítulo no pretende ofender nadie en particular. Su único propósito y fin es continuar con la trama y hacer que lector disfrute de la historia.
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Ella no dijo absolutamente nada esperando a que ese momento incómodo se fuese lentamente y pareciese como si nada hubiera pasado. Tristemente no fue así como ocurrió, su estómago siguió haciendo ruidos y bien se veía que no pararía hasta obtener comida.

El jefe tan sólo se reía internamente viendo como la chiquilla se encogía cada vez más con la esperanza de que la tierra se la tragara. Sin embargo, él no quiso ser tan mala persona y de su cajón derecho del escritorio sacó un paquete de galletas de nombre “Oreo”; sutilmente se lo acercó a Hinode para que ésta lo viera y lo tomara para comérselas, lo cual en consecuencia ocurrió sólo que ella en vez de tomarlo se lo arrebató.

—Que grosera, mínimo un "gracias" o un "que amable de tu parte", no lo sé, lo que se te venga a la cabeza, pero no sólo me las arrebates. Que modales de primera tienes, dulzura — comentó sarcástico el jefe.

(…) le dirigió una mirada extrañada cual bicho raro por lo que le estaba diciendo él, entonces le respondió —¿Por qué debería de darte las gracias si no te conozco? No eres siquiera alguien especial para mí, ¿Por qué tendría que agradecerte?

—Por educación, niña. Tal vez podrás ser fuerte o valerte por ti misma, pero en el mundo existen dos palabras muy fundamentales para cualquiera. “Por favor” y “gracias”. Así que, si no eres capaz de saber algo tan básico como eso, entonces me temo que siempre estarás en serios problemas. — estableció a modo de sermón.

—¿Problemas? — repitió confundida abriendo el paquete de galletas y llevándose una a la boca.

—Sí. Problemas, ¿sabes lo qué significa eso? —, (…) negó con la cabeza de forma divertida porque a decir verdad ella sí sabía a lo que él se estaba refiriendo, simplemente buscaba fastidiarle un poco negándole ese hecho. El jefe puso los ojos saltones y dio un suspiro resignado que hizo cambiar un poco su actitud, —¡Es todo! Tú, dulzurita, tendrás una clase de modales para que sepas comportarte como es debido. ¿Está claro? —dijo esperando una respuesta de la contraria.

Ella lo miró por unos segundos analizando sus acciones y después contestó —No me jodas…

—No me ¡¿qué?! — interrumpió exaltado, —Atrévete a volverlo a decir y te quito las galletas — sentenció.

Hinode lo pensó por determinado momento y respondió con atrevimiento en voz alta —¡Que no me jodas, dije!

Él enfureció su ceño levantándose repentinamente y golpeando el escritorio a su vez, esto provocó que (…) respingara por su acción e inmediatamente como el jefe lo había dictado le retiró a la fuerza el paquete de galletas. Ella puso un semblante anonadado, pero consecutivamente lo cambió a uno molesto, sin dudar el abalanzarse sobre él y recuperar las galletas; no obstante, en seguida alguien llamó a la puerta y en consecuente se abrió dando a ver la imagen de un hombre con pinta de pocos amigos, el cual se quedó expectante por ver al jefe peleándose con una niña pequeña como si fueran niños de primaria.

Hubo un momento en que el tiempo se congeló y ambas partes sólo se miraban entre sí, aunque (…) no tardó en volver a reaccionar para hacer fuerza en alcanzar su paquete, ya que el jefe le estaba empujando la cara con su mano y con la otra alzaba las galletas mientras que procuraba que la mocosa no le cayera encima, pues ésta se había subido completamente sobre el escritorio.

El jefe no se lo iba a permitir y entonces empezó aplicar más fuerza haciéndole competencia a pesar de ser consciente de que le superaba en ese aspecto. De pronto ambos escucharon una risa proveniente de aquel hombre que ocasionó cambiar sus semblantes a una mueca.

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