Capítulo tres.

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El último timbre sonó , aquél que anuncia el fin de la cárcel educativa y el horario libre para volver a tu acogedora casa.

Pero no ocurría eso con Jenny, ya que tuvo que quedarse después de hora para ayudar a la bibliotecaria.

-¡Qué cruel! Bueno, nos vemos en la noche. Te llamo.- le dijo Paola antes de irse.

Jenny subió las escaleras con total vagancia y pesadez, arrastró su mochila por los escalones, dejando que la carpeta retumbara por el piso de madera, al llegar a la biblioteca, se acomodó el pelo, la camisa y la falda, y luego entró.

Una que otra vez había pasado una tarde entera en aquél espacio tan silencio y vacío. Para ella sólo los inadaptados sociales se encontraban allí. Paola y Lucas se divertían inventando apodos para los chicos que transcurrían sus veraniegas tardes allí.

Se acercó a la bibliotecaria, una señora mayor, unos 48 casi 50 años de edad, a punto de jubilarse. Vestía ridículamente, o mejor dicho, como una señora de su edad, una falda escocesa color verde y rojo, una camisa blanca con aspecto a sucio, y unos zapatos, alpargatas, color marrón beige. Sumamente desaliñada.

Jenny trató de contener la risa, y no criticarla. La observó de los pies a la cabeza, y levantó la ceja en forma de desprecio.

Pero, por más que la criticara o se riera de ella, la amonestación seguía en pie. Debía de pasar toda la tarde a su lado.

-Buenas tardes, estoy castigada y tengo que ayudarla en todo lo que usted necesite por esta tarde.- le dijo ligero y con decisión.

La señora volteó para verla, se acomodó el flequillo, y le sonrió delicadamente.

-Puedes ayudarme con los libros que los estudiantes dejan por doquier.- le señaló las mesas y escritorios con libros desordenados y desparramados, abiertos, cerrados, y alguno que otro marcado con lapicera. - Puedes dejar la mochila en mi escritorio.-

Jenny se dirigió hacia el asiento acolchonado, lo dejó en el piso, se ató el cabello con una colita, y fue directamente hacia los libros que se encontraban en la sala.

Libros de literatura, ciencias sociales, economía, matemáticas de primer año, segundo y el tercero. Luego poesías, obras teatrales. Descubrió varios libros interesantes, y otros aburridos. Pero en aquélla tarde se divirtió observando a una pareja sentada en un escritorio al fondo.

Eran del segundo año, deberían de tener entre quince o dieciséis, eran jóvenes. La muchacha, una jovencita castaña de ojos marrones, lo observaba mientras que él le explicaba la teoría de Darwin.

Jenny ordenaba los libros en los estantes, y entre que iba y venía los observaba. Tontos enamorados, ingresando a un mundo desconocido. Reían, y compartían sonrisas significativas.

La tarde se le pasó volando. Entre la joven pareja del fondo, y los libros tirados, se hizo la media tarde, el crepúsculo se veía por el gran ventanal de la biblioteca. La joven pareja ya se habían marchado, sólo quedaban ella y la bibliotecaria.

-¡Bien! Creo que ya terminé aquí.- dijo ordenando algunos libros restantes.

-Eso parece.-respondió- Puedes irte. Muchas gracias por tu ayuda.-

-¡De nada!- le gritó Jenny desde la puerta, corrió escaleras abajo, y en el pie de las escaleras tropezó con un muchacho.

-¡Uuy! Cuidado nena.- le dijo el muchacho tomándole por los hombros para estabilizarla.

Jenny quedó atónita al ver al chico. Perfección, con uno que otro insignificante detalle. Hermoso, rubio con ojos celestes, alto y musculoso. Llevaba la camisa desabotonada y la mochila en un hombro. Su cabello lo tenía revuelto, y su rostro estaba adornado de delicados y finos lunares.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora