Capítulo nueve.

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La primera semana de clases ya había pasado, por lo que el fin de semana se aproximó demasiado pronto para Emmanuel.

Eran las nueve de la mañana del día sábado, cansado, abatido y con dolor en la espalda se levantó para dirigirse al baño. Al verse, vió a una persona irreconocible frente al espejo. Decaído, con ojeras y los ojos hinchados. ¿Pero porqué? Ni el mismo se acordaba.

El viernes a la noche había decidido olvidarse de todo. De una manera fácil y conocida.

Eran las once y media de la noche, del día viernes. Agarró su coche y dió varias vueltas a la redonda, luego se fue un poco más al centro de la ciudad.  

Tenía dos cajas de whisky en la parte trasera, la mitad de una caja ya se la había vaciado, por lo que empezaba a ver borroso.

Aparcó el auto, y dos jóvenes prostitutas se acercaron a éste, lo sedujeron, incitaron y maniobraron a su favor. Estaba borracho, por lo que hicieron con él cualquier cosa que se les ocurrió. Primero, se subieron al auto, y se divirtieron un rato con él. Una botella, dos, tres y luego varias más.

Y de la nada, una caja ya estaba vacía. Las dos muchachas siguieron con la pequeña fiesta en el auto, pero luego siguió en su departamento.

Una de ellas, de un particular nombre Erika, se cayó en el ascensor, su pie estuvo a punto de ser atrapado por las puertas metálicas de éste.

La otra chica, Jessika , y Emmanuel la ayudaron a levantarse, riéndose desaforadamente.

Al llegar al departamento, las muchachas comenzaron con la fiesta de risas.

Una bolsa con contenido polvoriento color blanco, fue a parar a la nariz de Emmanuel.

Veía todo hermoso, y el dolor había desaparecido.

Reían por idioteces sin sentido, y bailaban, desnudándose, una prenda por otra. Lento, despacio y luego la bomba.

Jessika vomitó en el inodoro, se quedó estancada alrededor de una hora en el baño. Mientras que Erika y Emmanuel se divertían en la cocina.

Él la levantó hasta la mesada, le subió la minifalda, y metió su mano entre sus piernas. La chica reía, luego, una mano invisible le bajó los pantalones a Emmanuel, dejándo salir su miembro al exterior.

Ambos se utilizaron como un medio de diversión. De tal manera que ninguno sentía culpa alguna, ya que un participante de la fiesta se encontraba desmayado o quiza muerto en el baño.

Emmanuel la penetró hasta escucharla gemir y gritar diferentes nombres.

Ésta le arrancó los botones de la camisa con fuerza, directamente rompió su camisa especial. Pero el alcohol en su sangre le hizo olvidar todo y soñar, imaginar, volar. Todo ante sus ojos era bello, especial, hermoso, único, todo de colores vivos y felices.

Entre el acto sexual, jugaron un poco con la comida.

Una crema artificial esparcida por los senos de Erika, luego un poco en el estómago, luego en su vagina, hasta que la lengua de Emmanuel devoró y saboreó cada dulce y cada miligramo de la crema en su cuerpo. La hizo desaparecer con velocidad, pero en la última parada se quedó por un tiempo más.

Erika apretaba la mesada, y luego le jalo del cabello a Emmanuel, éste le continuó lamiendo la entrepierna, hasta que un grito de lujuria fue tan fuerte que Emmanuel se exitó demasiado y su pene se erectó de inmediato.

Volvió a penetrarla, y luego más y más fuerte, velocidad, rapidez, y sin pensar.

Jessika seguía en el baño, pero luego abandonó éste y se tiró en el sofá. Pidió, luego de minutos, a Erika si se podían ir en ese momento, ya que se sentía muy mal. Erika no la escuchó al principio, quería llegar una vez más al orgasmo con Emmanuel.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora