Fernando llenaba el bolso con rapidez, una inalcanzable rapidez para un nervioso y agitado muchacho que había recibido el alarmante llamado por parte de su antigua vecina del vecindario, anunciándole el sufrir de su madre.
Sin avisar de ante mano, una vez finalizado su excesivo trabajo de guardar sus pertenencias en el marrón y oscuro bolso, se dirigió hacia la estación de autobuses, sin antes dejar el comunicado de su partida en una, no tan extensa y corta carta.
Esperó ansioso la llegada del autobús, y una vez frenó ante sus ojos, se despidió del lugar al que había sido bienvenido, observó con cariño aquellas calles que caminó durante algún tiempo, y luego desapareció en el interior.
Jenny se encontraba feliz en el instituto sin conocer lo que ocurría con su hermano.
Los días habían transcurrido lento hasta la fecha de volver a encontrarse. Emmanuel la esperó en la esquina de una cafetería, con un sentimiento algo turbio en su interior por la inesperada visita de su antigua esposa.
Había sido el viernes.
Era las once de la mañana. Sentado en frente del escritorio de madera, con la mirada fija en unos papeles esparcidos horizontalmente por toda la mesa, y su cabeza recibiendo información en abundancia, decidió salir a caminar para relajarse.
Pero apenas salió lo azotó unos frágiles brazos que rodearon su cuerpo, su cabeza se apoyo en su pecho, y parecía lamentarse, mientras que lloraba incondicionalmente. Emmanuel no entendía lo que ocurría, observaba a sus alrededores y luego quería acercarse al rostro oculto de la chica.
- Está bien, no pasa nada.- murmuró él un tanto nervioso, creyendo que había una tonta confusión.
Ella se alejó de él, y ambos se miraron por un largo rato.
Ambos miradas fueron capaces de encontrarse, ella lo miraba arrepentida, mientras que el impresionado, sorprendido y jactado por la presencia de la mujer parada en frente suyo.
- Te estuve buscando. No fuiste fácil de encontrar.- rió nerviosa ella. Trataba de enmendar las cosas, pero al parecer no podía hacerlo, ya que lo que tenían no podía ser enmendado.
Emmanuel pudo retirar sus ojos de ella, y con la leve imaginación de su mente, y la rara valentía que en sus momentos lo dominaba, rió frente a ella.
- No quería que me encontraras.- dijo luego de borrar la sonrisa de su rostro.
- Quiero una explicación, ¿ Po...porque te fuiste? ¿Porque no volviste? ¿Qué fue lo que pasó?- formuló ella un poco más relajada, de todas maneras, era a su esposo a quien se dirigía.
-¿Porqué?- respondió sarcástico. Emmanuel caminó hacia el pasillo que tenía a su derecha, luego frenó, respiró un poco, trató de calmarse, pensar, razonar, comprender lo que ocurría. Dejó su egocentrismo, su ego de lado, y simplemente comenzó a hablar con la verdad, como él realmente era.-Sabes ...- dijo volviendo hacia donde ella estaba.-...quiero el divorcio.- la observó agachar la cabeza.
-No, no, y no.- lo miró firme.
-Pero yo sí, y vas a firmar esos papeles cuado estén listo, no quiero suplicas, lloriqueos ni absolutamente ninguna treta para que me arrepienta. Soy feliz sin tí, y no quiero volver a la asquerosa rutina que antes tenía contigo, ya no soy el mismo linda.- cada palabra había sido descargada con furia, pero también con la verdad. No quería saber nada con ella, y poco le importaba lo que ocurriese con la vida de esa mujer, de su amante o de sus sentimientos.
La dejó sola en el pasillo, y Emmanuel simplemente salió caminando, con paso firme hacia el exterior. Aquél nuevo lugar no le sentaba para nada bien.