Capítulo treinta y uno.

10.6K 343 12
                                    

Fue raro para ella haber despertado en una camilla, con una venda en su cabeza, y un terrible dolor que no la dejaba pensar."¿Qué pasó?" Fue lo primero en formular, aunque ya sabía la respuesta, por inercia preguntó.

La madre hablaba con la médica, bastante preocupada, y Paola y Lucas acompañaban a su querida amiga.

-Truco.-dijo Paola con un siete de oro en la mano.

-Quiero vale cuatro.- respondió Lucas decidido.

Paola arrojó la carta confiada, pero luego observó como su novio fue capaz de ganarle en un simple aunque ingenioso juego de cartas.

-Eres muy mala.- dijo entre risas él. Jenny la observó y rió disimuladamente.

Al minuto, la madre entró por la puerta con la médica pisándole los talones.

-Jenny, amor, ¿Cómo te sientes?- se acercó a ella, acariciando su oscuro cabello.

-Mejor, aunque me duele un poco la cabeza.- respondió ante la caricia de su madre.

La médica, observando sus expedientes y sin mucha información sobre el estado de su cabeza, le mandó a realizarse una radiografía del cráneo para poder verificar que no tuvieron contusiones o algún golpe que dañe el funcionamiento normal de su cerebro.

La madre asintió ante el pedido, y la médica le garantizó que para la mañana siguiente podría volver a su casa, pero que aquella noche debía de mantenerse bajo vigilancia. La madre insistió en el buen cuidado que ella misma le podría otorgar a su hija bajo el techo de su casa, pero la estricta médica negó poder retirarla aún , y exigió a la madre que no persistiese ya que no la dejaría salir. De mal humor, la madre le regaló un beso en la frente a su hija, una caricia, y luego salió por la puerta, acompañada de Paola y Lucas, quienes fueron los primero en despedirse de ella, apretujándola con abrazos mimosos.

Una vez que el cuarto quedó en absoluto silencio y armonía, Jenny decidió dormir.

Cuando cayó la noche, su hermanastro apareció por la puerta, con un gran ramo de flores y galletas de chocolates.

Jenny lo recibió amablemente, y agradeció la voluntad de haber aparecido por aquellos transitados lugares, especialmente por la presencia de la madre en los pasillos del hospital.

-¡Hey! Me contó Pao que estabas en el hospital, ¿Te pensás que no iba a venir? No me importa quién esté aquí.- dijo acomodándose en la punta de los pies.

-¿Hace mucho frío afuera?- preguntó mordiendo una galleta de chocolate rellena.

Fernando respondió introduciendo sus heladas manos bajo las frazadas, llegando a agarrar los pies de ella.

Jenny se soltó rápidamente al sentir el frío de sus manos tocar sus tibios pies hundidos en las sábanas azules. Se movió de su lugar, y rió al verlo intentar calentarse con sus tibias piernas cubiertas.

-¡Salí!- dijo Jenny.-¡Ya entendí, hace frío!-

Al escucharla , Fernando sacó sus manos, y se las introdujo en los bolsillos de la campera.

Para cuando la madre ingresó al cuarto donde se encontraba su hija, Fernando estaba con las manos cubiertas por la campera, riendo por lo que había pasado y mostrándole la espalda en su rostro.

-Hija, te traje algo de ropa para que te cambies.- caminó hasta la silla que se encontraba en una esquina, dejó el bolso estacionado allí , y con disimulo, pero con una cierta ansiedad por girar su cabeza y verlo, volteó el cuerpo entero, observó al muchacho que se encontraba parado en los pies de la camilla, y luego lo saludó cordialmente. Fernando dudó en responder al saludo, pero como había sido educado con buenos modales, no pudo ignorar su muestra de amabilidad, por lo que respondió un tanto tímido. Se encogió de hombros, y bajó la mirada.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora