Capítulo cuarenta y cuatro.

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Cuando se quedó, desnudo sobre la cama, escuchando mientras Paola se alejaba de él aquella tarde, entendió que la mejor manera para despedirse de ella no era de esa forma.

-Necesito que vengas Lu, quiere verte.- le había dicho Jenny aquella noche por teléfono. Parecía complaciente, hablaba con pesar en sus labios y le dió un sermón en cuanto a la actitud evasiva que tenía con su novia.

-Bien, voy. Dame media hora.- afirmó Lucas. Dejó el celular sobre la cama, se duchó y junto a su familia fueron directamente hacia el aeropuerto.

-Necesito hacer una parada antes mamá, y necesito el auto.- Lucas se apoyó en el respaldo del asiento del conductor y observó a su madre por el retrovisor.

-¿Ahora?- preguntó exasperada.-¡Dios Lucas!- lo miró por el espejito para luego sonreírle. - Primero vamos al aeropuerto, nos hacen el chequeo y después podes irte. Pero sólo tenés media hora. ¿escuchaste?- Lucas sonrió de oreja a oreja y le dio las gracias con gran felicidad. Tenía media hora para arreglar el problema con Paola.

El chequeo tardó menos de lo esperado. Tomó prestado el auto de su madre y fue directamente a la fiesta a buscarla. El tráfico era ligero a esas horas de la noche, las avenidas parecían desoladas con enormes luces que iluminaban los pavimentos. Aparcó el coche en una esquina sumamente oscura, a solo dos cuadras del Instituto, y luego caminó rápidamente por las desoladas calles, hasta llegar a la puerta.

Divisó una erótica escena entre los arbustos al entrar, siguió caminando hasta que los altos volúmenes de la música inundaron sus oídos. Ingresó a la pista y comenzó a buscarla desesperado, golpeaba a la gente para abrirse camino y encontrar a la rubia, pero era imposible, los chicos se empujaban violentamente entre sí y las luces opacaban cualquier búsqueda.

Alguien lo tomó de la mano, le dejó un papel y luego lo soltó. No pudo divisar quién había sido la persona que le entregó un recado en papel, pero entre las luces verdes neón que se proyectaban de un lado a otro, observó una cabellera pelirroja alejándose entre la multitud.

"Sala de limpieza." Decía en el papel con una caligrafía conocida.

Se alejó de la pista, subió a gran velocidad por las escaleras y buscó con la mirada la puerta hasta encontrarla en una esquina, cerca de donde unos chicos fumaban unos porros con gran entusiasmo.

Se acercó, y la abrió.

Paola estaba enganchada a la cadera de Martín,rodeándolo con las piernas. Sus brazos estaban encarcelados sobre su cabeza por las fuertes manos de él, y los movimientos agresivos de Martín dieron a entender la situación.

Su bombacha estaba rota y tirada en el suelo.

Ella abrió los ojos y lo vió. Segundos transcurrieron para sentir el dolor de los ojos intrusos.

Lucas primero observó la pieza de vestimenta perteneciente a la rubia esparcida en el suelo. Ella lo siguió con la mirada. Luego la miró a los ojos, y pudo darse cuenta que era ella. Paola se quedó petrificada al verlo, su corazón se paró por segundos, todo a su alrededor comenzó a dar vueltas, sus oídos se taparon y ya no escuchaba nada.

Lucas retuvo la mirada en ella, y el profundo odio que recorrió sus venas en ese momento no pudo compararlo con nada anterior que le hubiese ocurrido. Se paró en seco sobre el umbral, y no sabía que hacer. Se sentía engañado, frustado, dolido, abatido y completamente desmoronado. Lo había engañado, vílmente.

Paola comenzó a forcejar contra Martín. Los efectos de la droga cesaron, pero sólo por minutos.

-Shh...no te resistas, hasta ahora lo disfrutaste.- murmuró Martín sobre la boca de Paola, que lo miró con desprecio.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora