Capítulo treinta y cinco.

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Los mensajes dejaron de llegar, las llamadas cesaron, ya ni siquiera su celular sonaba. Él por fin se había rendido.

Tan fácil, tan simple. ¿Porqué seguir luchando si al final del día ella terminaría odiándolo? Es por aquél motivo que apartó su celular de la vista, y decidió no marcar más su número, pero el propósito de dejar de pensar en Jenny fue imposible de cumplir.

Ella se encontraba devastada. Eran las seis y media cuando despertó, con los ojos hinchados por el llanto de anoche, y con la almohada mojada, ya que había sido su receptor de lágrimas. Se dirigió al baño, y no le gustó su imagen. Se duchó rápidamente, se vistió, desayuno y fue al instituto.

Pero, por mala suerte, Paola le hizo compañía.

El miércoles había sido un horrible día para ambas.

La final de Lucas era a las tres de la tarde, y como Paola quería verlo competir llegó un poco más tarde. Quince minutos, específicamente. Se sentó en las gradas, y lo vió ganar. Era el más rápido, su espalda era increíblemente musculosa, y las patadas y brazadas las hacía con suavidad, pero procurando ganar velocidad, y así lo hizo. Las medallas se entregaron poco después.

Ella bajó por las escaleras, y fue a saludarlo.

-Es una lástima que no te tengamos para el campeonato en diciembre, ¡Hubieramos ganado!- le dijo su entrenador.

-Sí, lo sé. Perdón, me hubiera encantado.- correspondió al apretón de manos, y lo abrazó.

Luego su entrenador se fue, y Lucas fue en busca de una toalla, y vió como una hermosa rubia lo observaba.

-¿Qué haces acá amor?- dijo contento al verla, y directamente la abrazó.

-Vine...a verte.- había escuchado la conversación, pero trataba de entender. Ella también lo abrazó.

-¡Te vamos a extrañar!- le gritaron los compañero cuando pasaron por su lado.

Paola no entendía nada. Los miraba a ellos, y luego a él, pero Lucas sólo sonreía.

-¿Extrañar?- preguntó después.

Lucas no sabía que responder, la tomó de la mano y la llevó al vestuario.

Se quedó en silencio, por minutos.

-Mi amor, ¿Te acordas cuando...cuando fuimos a la playa, a la noche ...- empezó él.

-Si me acuerdo. ¿Qué pasa?- se apoyó en la pared.

-...no te mentí, no era mentira lo que te dije.- agachó la mirada.- Me voy, este viernes.- y simplemente lo soltó. Las gotas de agua caían por su cabello mojado. Luego levantó la cabeza para verla, pero ella no lo miraba, observaba el suelo, con los brazos cruzados. Poco después abandonó el lugar.

-Pao...no te vayas.- le dijo acercándose a la puerta.

Pero ella siguió caminando. Salió del lugar, y caminó, hasta llegar a una parada de colectivo, la suya especialmente. Se sentó en el suelo, y observó la nada.

La noticia le había llegado como una bala. Le atravesó el corazón, pero se había quedado adentro. Podía sentir como la bala enfriaba todo su interior, la sangre bombeando con lentitud, y la falta de energía provocaba un cansancio en ella. El autobús se acercaba, se paró con la ayuda de un poste, y lo frenó.


Lo extrañaba, dos días sin hablar con él era un tormento, más aún por saber que capaz nunca más se vuelvan a hablar.

-Se lo merecía.- dijo ella.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora