Los días pasaban, las horas, y cada minuto era un incómodo momento que debían afrontar ocultando en lo más profundo de su ser los tormentosos sentimientos que los atraía. Emmanuel trataba de esquivar cada mirada de Jenny, mientras que ésta insistía e lo incitaba a que diera un paso hacia ella, se acercara y le declarara. Porque lo sabía, conocía con perfecta precisión qué sentía Emmanuel por ella, su manera de tratarla, sus indirectas mal formuladas, sus insinuaciones muy pobres, y mayormente, presenciaba cómo se sentía ella cuando lo tenía cerca. Era un sentimiento inexplicable, sus rodillas temblaban, sus manos sudaban, y su pecho emitía fuertes latidos, que podían ser escuchados si todo a su alrededor se silenciara por momentos. Pero era élla quien se sentía de esa forma, y quería, anhelaba, adivinar que era lo que sentía Emmanuel. Por motivos tales era que trataba de acercarse, insinuarse, dar señal alguna para que notará que no lo quiere como amigo, ni como un gran profesor, lo quiere más allá de la barreras permitidas.
Las vacaciones de invierno ya habían comenzado. Los alumnos del instituto disfrutaban de dos semanas completas para relajarse, dormir hasta tarde, comer a cualquier hora, salir a pasear, disfrutar del día, emborracharse en las noches, y despertar tirados en el suelo con una botella de vodka en la mano, o en la cama de un extraño o simplemente dormidos en sus acogedoras camas soportando una terrible jaqueca.
Paola disfrutó de la primera semana alejada de todo medio social, pasó los días en la granja de su tía, ordeñando vacas, recolectando huevos para el desayuno, aprendiendo a hacer fideos caseros, y coqueteando con el granjero que veía todas las tardes levantando bolsas de comida para los animales. Con el torso desnudo, sudado, ojos verdes y su acento campesino, Paola lo observaba desde su ventana, o se sentaba en el exterior, con un libro en mano, cerrado por supuesto y jamás leído, se mordía el labio, jugueteaba con su cabello, y le mandaba inderectas ovbias. Su primera semana fue algo exitante, y distinta.
Lucas tuvo que irse por la competencia internacional de nado sincronizado. Competía con escuelas del exterior, y ganaba medallas y becas para la universidad. Pero a la segunda semana ya estaba de vuelta en su preciado hogar.
Jenny también disfrutó de la primera semana de sus vacaciones con su familia. Los cuatro salieron rumbo a la costa, y se hospedaron en una cabaña. Aunque la mitad de la semana hubo un cielo violeta, y el viento te helaba completamente, pudieron disfrutar de tres días soleados. Pasearon por el centro del pueblo, por ferias donde vendían cosas extraordinariamente diferentes, y afianzaron el núcleo familiar. Jenny pudo observar a sus padres en el balcón del segundo piso, abrazados, y demostrándose cariño. Por lo que pensó que todo entre ellos había mejorado.
Los tres amigos se mantuvieron separados la primera semana de vacaciones. Cada uno por distintos caminos, descubriendo y experimentando por su cuenta.
A diferencia de Emmanuel, que apesar de su nueva vida en el pequeño pueblo, aún mantenía el horrible y desagradable recuerdo de su antigua esposa. Los dos no habían tenido contacto desde hacía tiempo, y de seguro ella no estará tan preocupada ya que no trató de contactarlo por ningún medio. No sólo su fracasado matrimonio lo tenía preocupado, sino también sus sentimientos.
Qué era lo que pasaba con ésta chica, Jenny. ¿Porqué no podía dejar de pensar en ella? ¿Qué lo atraía tanto? Era un sin fin de preguntas, una tras otra. Pero la verdad no sabía que sentía por ella. ¿La amaba? ¿Cómo se responde esa pregunta? Cada acercamiento era único, cada mirada era significativa, cada sonrisa producía en él una sensación de tranquilidad, cada día, verla tan alegre y feliz, tan joven y viva, tan despreocupada y espontánea, lo animaba a seguir adelante, a pelear por algo que posiblemente llegue a tener un futuro. Por momentos fantaseaba con su silueta, sus curvas, sus senos, con ella. Quería cada parte de Jenny, sus labios, ojos,cabello, sus largas piernas, sus delicadas manos, sus pequeños pies, su estómago, su cuello, la quería completamente, y simplemente no soportaba verla con otro hombre que no fuera él.