Capítulo treinta y tres.

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-¿Emmanuel?- estrechó su mano para saludarlo.- Soy el abogado que solicitó, Martínez, Agustín.-

Emmanuel se levantó del asiento para responder al saludo.

-Sí, un gusto conocerlo.- se acomodó el cabello hacia atrás.

-¿Divorcio verdad?- preguntó el rubio con aire alemán.

-Sí si.- respondió ansioso él.

-Buen, cuénteme su caso, y veremos que podemos hacer.- el arreglado señor se sentó en la misma mesa que Emmanuel, y ambos comenzaron a conversar.

Las entradas para la fiesta campestre ya habían sido repartidas. Jenny y Paola se encargaron de distribuirlas por todo el colegio, y los carteles decoraban los pasillos del Instituto, y la enorme pancarta seguía intacta en la entrada de la cafetería.

La salud de Jenny mejoró al día siguiente. Le recetaron una dieta alta en carnes para poder mantener su nivel de hierro en lo normal.

Y una de sus pasiones era una gran hamburguesa triple de McDonald, y como la madre quiso consentirla, no dudo en llevarla, apenas le dieron el alta en el hospital, a la primer sucursal de comida rápida.

La madre se quedó esperando el pedido, mientras que Jenny subió al segundo piso y se sentó para esperarla.

Un mensaje le llegó a su celular, y no era nada más ni nada menos que su novio.

"¿Podemos vernos? Te extraño linda." Leyó en el mensaje. Quiso contestarle, pero en el momento en que se dignaba a hacerlo, su madre apareció con la bandeja en manos, y se sentó junto a su hija.

-¿Todo bien?- preguntó cuando la vió sonreír muy alegremente.

-Sí, si mamá .- guardó su celular en el bolsillo de la campera y desenvolvió la hamburguesa del paquete.

-Jenny, ¿Hay algo que quieras contarme? Lo que sea.- mencionó la madre.

-No mamá. ¿Porqué la pregunta?- mordió el pedazo de carne.

-Jenny, cuando ingresé al hospital, el médico me comentó que tu "novio" había estado junto a ti mientras dormías.¿Se puede saber quién es? ¡Y desde cuándo tienes novio!-

-Qué, qué...¡No mamá! Era...Lucas, vino conmigo y después se fue.- mordió otra vez.

- Así que Lucas.- dijo la madre curiosa.

Solo una semana. Siete días, y tan solo 168 horas.

Eran las nueve de la noche del domingo. Lucas terminaba de empacar algunos premios de natación, medallas, y demás accesorios que guardaba con aprecio. Lo metió todo en una caja de madera con algunos rasguños, pero antes de cerrar aquella pequeña caja de recuerdos, hundiendo las medallas y demás piezas de importancia, guardó las fotos que tenía con Jenny, con sus amigos de natación, con sus padres y demás familiares, y por último, la foto tomada con Paola hace sólo cuatro semanas, en aquella fiesta organizada por uno de sus amigos. Aquella fiesta en la que empezó todo, cuando sin darse cuenta, había hecho el amor con ella, con la rubia que tanto había deseado, con su mejor amiga.

La foto fue tomada por Gonzalo. Íntimo amigo de él, y uno de sus hermanos y compañeros de natación.

Aquél día, a las seis de la mañana, Gonzalo ingresó a la habitación de Lucas, sin saber lo que había ocurrido allí, metió su mano en el bolsillo trasero de su pantalón y le sacó su billetera, agarró 70 pesos y luego contempló la imagen de su amigo, abrazando con cariño a la hermosa mujer que dormía sobre su pecho. En ese instante, Gonzalo les tomó una foto con su celular, la guardó, los observó por última vez, con una sonrisa en su rostro, y luego se fue.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora