La habitación era oscura y apagada. Parte de la cama estaba iluminada por la luz entrante por la ventana. Y cuando la vió recostada sobre ella, aún sin conocerla del todo bien, quiso pasar una gran noche, hacerla sentir protegida y querida. Luciana tenía sólo 15 años, aún era una inexperta, mantenía su virginidad intacta, y dudaba que ella quisiera hacer el amor con él en una noche de fiesta, pero al enterarse de que lo esperaba en la habitación sus hormonas dieron un giro de 180 grados, por lo que Lucas trató de hacerla sentir segura.
Llegó a la cabaña, con el rumor de que ella lo esperaba en la habitación del lado del río. Subió las escaleras, se resbaló en el último escalón pero se levantó riendo. El alcohol le había subido un poco, pero no del todo. Con el torso desnudo, abrió la puerta y la vió. Tan inocente sobre la cama, ella se acomodó para sentarse, y la luz del pasillo dejaba ver el color de pelo de aquella chica, rubia con ojos celestes. Cubierta por la máscara, le sonrió, y su sonrisa lo cautivó. Cerró la puerta, ocultandose en el interior.
Una felicidad inundó el cuerpo de Paola, verlo parado, sonriendo y con sus hermosos ojos penetrando los de ella. Al cerrar la puerta ella supo lo que pasaría, lo que cambiarían las cosas. Nada volvería a ser lo mismo.
Lucas la rodeó con ambos brazos, tocó su cintura con delicadeza y trató de sacarle la máscara, pero Paola se lo impidió. Retiró su mano de su rostro y lo agarró con fuerza. Lucas se acercó a ella, y lentamente la besó, fue tan instantáneo, tan fugaz, tan mágico lo que sintió ella, que cada beso y caricia que Lucas hacía en ella era único. Aunque el pensara que la chica a la quién haría vivir una noche inolvidable era otra, Paola en el interior sintió que no, que cada caricia era dedicado a su amiga, a ella.
Besó su cuello, hasta llegar a su hombro, sacó lentamente la musculosa que la cubría, y pronto la encontró desnuda, con terror, ante sus ojos. Era una escultura tallada a suaves manos, pasear sus dedos sobre su espalda, hasta su trasero fue algo que tuvo que realizar con delicadeza, y la alzó sobre él hasta llevarla a la cama.
La noche era larga, y ambos cuerpos eran inseparables.
Cada penetración que hacía sobre Paola era respuesta de un dulce gemido en su oreja. Lucas continuaba tocándola con increíble suavidad, la sentía frágil, en cada movimiento que realizaba, temía lastimarla.
Paola disfrutaba cada minuto, vivía y sentía todo lo que en ese pequeño cuarto ocurría. Lucas también pero no con la misma intensidad, el sólo sentía que lo hacía con una más, con otra chica a quien no amaba, de quien no sentía nada.
La noche fue larga. Ambos, juntos, desnudos sobre la misma cama, con la misma intensidad de amor, y el mismo sentimiento.
La luz solar ingresó por la abierta ventana, y con un resoplido Lucas se despertó.
Con un terrible dolor de cabeza, y los ojos cansados por una atareada noche miró a su alrededor, observando el lugar en el que se encontraba. Hasta que giró para verla, una figura dormida a su lado, con la espalda desnuda y el cabello revuelto, ocultando su rostro. Pero por un movimiento que realizó al estar incómoda, dejó imprevista ver su rostro. Lucas cayó al suelo, llevándose una frazada con él.
Paola se cubrió la desnudez con la blanca sábana, y continuó durmiendo.
Pero para Lucas fue imposible hacerlo.
Al verla desnuda al lado suyo, y al verse él desnudo a su lado, pudo deducir lo que había pasado.
Sus manos cubrieron su rostro, la impotencia de hacer algo al respecto fue inmediata. Lo único que se acordaba de la noche anterior es, haber entrado y ver a Luciana esperándolo. Luego haberle sacado la ropa, y admirar su esplendoroso cuerpo, luego los deliciosos besos, y ahí quedó todo.