Capítulo diecisiete.

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Volverla a ver con aquél tipo fue un puñal, varios puñales en el corazón. Apesar de que la amo, no puedo seguir sufriendo por ella, nunca me corresponderá, sólo soy su amigo, y es algo que aún no puedo admitir, pero sé que debo hacerlo. Lucas desapareció de la casa de Jenny a la noche, con un rostro totalmente afligido, los ojos tristes, y con el peso de la mochila sobre su, aún, dolorida espalda. Caminó hacia su casa, pensando o simplemente admitiendo claridades visibles sobre lo que sentía por Paola.

Aún así, tenía el consuelo que, capaz en algún remoto día, su corazón dejará de mantener vivo el fuego que por Paola sentía, y comience a emfocarse, capaz, en la hermosa y dulce niña con su ondulado y largo cabello rojo.

Jenny los observaba a los dos, y sentía como la relación de amigos comenzaba a quebrarse. La delgada línea entre la amistad entre una mujer y hombre era tan fina, que en un mal movimiento esa línea se corría y ambos caían. Enamorándose descontroladamente.

Y lo que ambos temían se volvió realidad. Paola había regresado bajo los brazos de Martín. Se los vió muy cercanos al día siguiente. Jenny y Lucas los observaban desde el banco del campus. Paola parada frente a el, con la cabeza baja, mientras que Martín le levantaba la pera, y enfocaba sus ojos sobre ella, intimidándola.

-¿Te sigue doliendo el ojo?- Paola apoyó su mano sobre sus azulados ojos, y los acarició.

-Ya no.- sonrió Martín.- ¿Te paso a buscar hoy a la noche?-

-Sí.- el timbre los interrumpió, dejaron la plática para más tarde, y ambos se fueron a sus respectivos cursos. Al igual que Jenny y Lucas.

Lucas la siguió, la vió soltar la mano de Martín y besarlo en el pasillo. Y se quebró en mil pedasos, no sólo era un terrible dolor, sino que era tan fuerte como para provocar que llorase. Dió media vuelta, y volvió a su curso. Luciana lo alcanzó, le dedicó un beso, y Lucas sólo sonrió, fingidamente.

-¡Emma!- gritó Jenny desde la esquina del segundo piso. Casi caía por correr a prisas para llegar junto a él.

-¡Woh! ¡Jenny! ¿No tenes que estar en clases?- la agarró de la cintura para sostenerla, y la mantuvo así hasta que reaccionó y midió las consecuencias de lo que pasaría si alguien los viera en esa posición.

-Sí, pero ahora voy. Quería saludarte, ¿Esta noche haces algo?- le preguntó con una enorme sonrisa.

-Mirá, estoy lleno de exámenes sin corregir. Esta noche no puedo.- le mostró una bolsa con varias hojas escritas en ella.

-¡Porqué!- se apoyó sobre su pecho, abrazándolo.

-Jenny, si alguien nos ve así, nos matan a los dos.- le dijo al oído, corriendo su cabello impertinente.

-¡Qué me importa!- besó su cuello.

-Jenny, por favor. Debería importarte.- trató de alejarla, pero fue imposible.

-Bien, bien. Voy a clases. Nos vemos después.- se soltó de su cuerpo, y sin despedirse, se fue caminando. Emma la frenó, agarró su mano y la besó fugazmente.-Mmm...no me esperaba eso de usted profesor.- respondió luego de poder haber rozado una vez más los labios de él sobre los suyos.

-Vaya a clases señorita Hastings.-

-Claro profe. Nos vemos después.- le susurró al oído, y luego se fue.

La mañana pasó demasiado rápida. Luego de biología, Jenny y Paola fueron al centro comercial a gastar dinero de sus padres.

-Avisame cuando llegues a casa, y a las seis anda a buscar a tu hermano al club. Te amo hija.- terminó la llamada con su madre, y guardó su celular.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora